Lo que la semana nos dejó.


EDITORIAL

Una semana clave en la Argentina de Milei: ajuste, silencio opositor y una caída sin red

La semana que concluye deja al desnudo una cruda fotografía del momento político y económico que atraviesa la Argentina. Bajo la conducción de Javier Milei, el gobierno profundiza su apuesta por un ajuste severo, una desregulación extrema y un repliegue del Estado en el escenario social.

Amparados en un triunfo ajustado —aunque previsible— en las elecciones legislativas de la Ciudad de Buenos Aires, y construyendo un relato triunfalista sobredimensionado, el oficialismo dio un paso más en la implementación de políticas regresivas con fuerte impacto sobre la sociedad.

Tal vez el dato más significativo de esos comicios haya sido la derrota del PRO y, sobre todo, de Mauricio Macri. No solo perdió en el distrito que lo vio nacer políticamente, sino que debió ceder el liderazgo del espacio de derecha a manos de un outsider al que él mismo contribuyó a consolidar.

Más llamativa aún, frente al relato oficial, fue la ausencia de un discurso opositor articulado, especialmente desde los sectores populares que respaldaron la candidatura de Leandro Santoro. No hubo una interpelación clara al electorado ni un análisis político profundo sobre una elección que deja múltiples lecciones en una ciudad donde la derecha fue hegemónica durante los últimos 25 años.

Mientras tanto, en la provincia de Buenos Aires —núcleo del peronismo y de los sectores más golpeados por el ajuste—, la fractura entre Axel Kicillof y La Cámpora amenaza con dejar al principal espacio opositor sin una estrategia común. En lo económico, el gobierno muestra señales ambiguas: superávit fiscal y baja de la inflación, sí, pero a costa de un brutal deterioro social.


Dólares del colchón y libertinaje fiscal

La decisión del gobierno nacional de eliminar los controles para el ingreso de dólares no bancarizados al sistema financiero y comercial formal marca una ruptura con la ortodoxia fiscal de las últimas décadas. En los hechos, se habilita una amnistía encubierta para capitales de origen dudoso. El mensaje es claro: «No importa de dónde viene el dinero, importa que entre.»

La medida tiene una lógica pragmática —captar parte de los más de 270.000 millones de dólares que circulan fuera del sistema—, pero también una fuerte carga política. En un contexto de recesión, con el aparato productivo desfinanciado y la obra pública paralizada, Milei necesita mostrar resultados que no dependan del Congreso ni del FMI. Este desarme de controles busca generar una burbuja de confianza entre sectores medios y altos, a costa del orden institucional y de la lucha contra el lavado de dinero.

Desde el Fondo Monetario Internacional ya se hicieron oír advertencias: toda flexibilización debe respetar estándares internacionales. Sin embargo, el gobierno parece decidido a avanzar incluso al precio del aislamiento. La estrategia: dinamitar lo viejo sin construir nada nuevo.


Superávit, pero con motosierra

Entre enero y abril, la economía argentina arrojó un superávit primario y financiero. En números: 5,5 billones de pesos (0,6% del PBI) de resultado primario, y 1,9 billones (0,2%) de resultado financiero. A simple vista, el dato puede parecer alentador. Pero al analizar la composición del ajuste, queda en evidencia su sesgo: los principales recortes afectaron partidas sociales y subsidios esenciales. La asistencia directa cayó casi un 80% interanual, y los fondos para educación, salud y transporte se desplomaron.

No hubo reforma estructural. Hubo guadaña.

La motosierra no apuntó a privilegios sino a los sectores más débiles. Esta ingeniería fiscal construye un superávit frágil, basado en la licuación del gasto público y el congelamiento de la inversión social.

Un ejemplo emblemático es la eliminación del régimen de incentivo a la producción en Tierra del Fuego. Sin análisis ni criterio geopolítico, se avanzó en el desmantelamiento de una industria clave en una región estratégica: el Atlántico Sur, el paso interoceánico y el acceso a la Antártida. El abandono de esta provincia pone en riesgo la soberanía argentina no solo sobre las islas, sino sobre el territorio antártico y la Patagonia toda.


Tensiones en el conurbano: Kicillof vs. La Cámpora

Mientras el gobierno nacional domina la agenda comunicacional, la oposición peronista se consume en disputas internas. En la provincia de Buenos Aires, el distanciamiento entre Axel Kicillof y La Cámpora llegó a un punto crítico. El gobernador busca construir un nuevo frente popular desde la gestión, mientras el kirchnerismo duro exige alineamiento con Cristina Fernández de Kirchner y un replanteo de la táctica política.

Los reproches cruzados abundan. Kicillof denuncia falta de acompañamiento, y desde La Cámpora lo acusan de personalismo y desorganización. La discusión por la re-reelección de intendentes reavivó la tensión: el gobernador habilitó el debate en la Legislatura, mientras sectores ligados a Massa, el PRO y LLA se opusieron. El trasfondo es claro: ¿quién lidera y con qué narrativa se enfrenta al mileísmo?

Sin resolución política de esta interna, el peronismo corre riesgo de llegar a septiembre de 2025 dividido, sin conducción ni proyecto común. Mientras tanto, el conurbano se deteriora: aumentan los robos, el narcotráfico avanza y los intendentes, replegados, piden auxilio.


El oro de Salta y el espejismo del desarrollo

En Salta se anunció el hallazgo de una de las minas de oro más importantes de los últimos años. Más de 80 millones de toneladas de mineral fueron descubiertas en un yacimiento originalmente explorado por cobre. Desde el gobierno se celebró como símbolo de confianza y oportunidad.

Pero la historia argentina en materia de recursos naturales es conocida: riqueza sin industrialización, extractivismo sin cadena de valor, y pasivos ambientales a la vista. Si no se articula una política federal de desarrollo que priorice la tecnología, el trabajo local y la soberanía sobre los recursos, el oro terminará como el litio, el gas y la soja: sin dejar huella en el bienestar colectivo.


El caso Libra y el olor a encubrimiento

En una escena que roza el escándalo, el gobierno decidió cerrar la unidad que investigaba el caso de la criptomoneda $Libra, un presunto fraude piramidal promovido por influencers libertarios cercanos a Milei. El cierre, sin resultados ni explicaciones, sugiere más encubrimiento que transparencia.

El affaire Libra es simbólicamente letal: se prometió libertad financiera y se entregó un esquema opaco, sin reglas. Cuando todo colapsó, fue el mismo Estado —al que Milei desprecia— el que intervino para desactivar la investigación.


Jubilados y represión

Una vez más, las fuerzas represivas, comandadas por Patricia Bullrich, dieron una muestra de prepotencia y odio. Reprimieron sin motivo a un pequeño grupo de jubilados que, como cada miércoles, protestaban pacíficamente frente al Congreso. La violencia alcanzó incluso a periodistas y reporteros gráficos, en un claro reflejo del discurso de odio contra la prensa impulsado por Milei y sus seguidores.

La marcha de los jubilados, junto a un puñado de religiosos, expuso la degradación de la dirigencia política, que calla y pacta con el mileísmo, mientras la justicia mira hacia otro lado, encubriendo el accionar ilegal de las fuerzas federales y la violación sistemática de derechos constitucionales.


Un rumbo sin red

El experimento libertario avanza sin freno. Envalentonado por el respaldo de sectores del poder económico y la debilidad opositora, Milei busca refundar el país según su dogma. Pero los datos revelan otra realidad: hay superávit, sí, pero también hay hambre, miedo, informalidad e incertidumbre. En redes sociales crece la bronca. En las calles, el descontento se expresa en ollas populares, paros sectoriales y reclamos vecinales.

Del otro lado, el peronismo no logra constituirse en una alternativa real. Fracturado, desorientado y sin liderazgos definidos, asiste a la construcción de una nueva hegemonía mientras discute el pasado.

La semana que termina deja una lección crucial: sin política —real, territorial y organizada— no hay salida posible. La audacia del poder solo puede ser enfrentada con inteligencia colectiva, con una propuesta que vuelva a enamorar al pueblo y a ofrecer otro horizonte.

Porque el futuro no se improvisa. Se construye. Y hoy, más que nunca, está en disputa.