Axel vs Cristina: una tensión que expone el vacío del peronismo


OPINION:

La disputa entre el gobernador bonaerense y la ex presidenta va más allá de un desacuerdo generacional o estratégico: revela la ausencia de un proyecto común, de conducción efectiva y de sujeto político real en el campo nacional-popular.


La tensión entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner, que desde hace meses circula en murmullos, gestos y omisiones, finalmente se volvió evidente. Lejos de ser un simple roce entre dos figuras del mismo espacio, la disputa expone un conflicto profundo: no hay unidad porque no hay horizonte común. No hay conducción efectiva porque no hay masa movilizada. No hay proyecto popular porque el peronismo ya no interpela a un sujeto real.

Kicillof intenta despegarse. Marca diferencias. Construye, con limitaciones, una narrativa propia. Apela a legitimidad de gestión,  una identidad más republicana que militante, más institucional que épica. No quiere ser el heredero de una jefa que ya no conduce, pero tampoco puede convertirse en líder de un espacio que se desintegra.

El fin del verticalismo, la crisis del sentido

El quiebre no es solo personal ni coyuntural. El problema es más grave: el peronismo —en sus múltiples variantes— perdió la capacidad de organizar políticamente el malestar social. No tiene respuestas frente al avance de una derecha brutal pero eficaz en su interpelación discursiva. Mientras Milei convierte el caos en destino y el odio en bandera, el campo popular se enreda en disputas internas sin horizonte estratégico.

Cristina, sin dudas, conserva centralidad simbólica. Pero su liderazgo se volvió táctico y condicionado. No conduce al conjunto, sino que arbitra. No propone, sino que ordena —a veces por la negativa. Desde la carta al «funcionamiento anómalo» del gobierno de Alberto Fernández hasta su fracaso en el armado electoral de 2023, su influencia se limita al territorio bonaerense, a pesar de presidir el PJ nacional.

Axel, el pragmático sin partido

El gobernador bonaerense se esfuerza por conservar el bastión territorial más importante del país. Gestiona con recursos escasos y discurso medido. En la Provincia, mantiene cierto respaldo social, y ha logrado amortiguar parcialmente el impacto del ajuste libertario. Pero su figura no traspasa los límites del distrito. No lidera un movimiento, ni representa una síntesis programática. Su crecimiento político depende, en parte, del vacío que deja Cristina y, en parte, de su habilidad para no caer en el barro de las internas.

Kicillof se mueve entre dos lógicas: la de la administración y la de la reconstrucción política. En la primera, se desenvuelve con solvencia. En la segunda, choca con las limitaciones propias de un dirigente sin aparato ni estructura militante nacional. Su equipo es chico, técnico, leal. Pero no alcanza para disputar el liderazgo de un espacio huérfano de referencias fuertes.

En síntesis Kicillof se mueve con ambigüedad: quiere heredar sin confrontar, diferenciarse sin romper.

El peronismo sin sujeto

La interna entre Cristina y Axel no interpela a las masas. No genera movilización, ni debate popular. Solo ocupa espacio en la rosca política y mediática. El problema es que el peronismo —como fuerza histórica— necesita un sujeto para existir. Ese sujeto era el trabajador organizado, el descamisado, el morochaje, los jóvenes indignados, los pobres con derechos. Hoy ese sujeto está fragmentado, desmoralizado o capturado por la narrativa de la antipolítica.

Milei, con sus discursos apocalípticos, logró hablarle al sentido común de quienes fueron expulsados del sistema. El peronismo no. Sus dirigentes discuten cargos, estrategias, internas, pero no logran producir sentido. No hay una palabra que reúna, que encienda, que movilice. Sin sujeto, el discurso es autismo.

¿Un nuevo liderazgo o una nueva derrota?

En este contexto, la disputa entre Kicillof y Cristina es apenas un síntoma de una crisis más profunda. El problema no es quién conduce, sino qué se va a conducir. No hay programa común. No hay territorialidad unificada. No hay épica. No hay herramienta electoral eficaz. La pregunta no es solo si Axel se animará a confrontar con Cristina, sino si será capaz de representar algo más que su propia supervivencia política.

Mientras tanto, el peronismo se juega su destino en silencio, sin calle, sin relato, sin sujeto. La disputa de liderazgo en estas condiciones no es promesa de renovación, sino riesgo de disolución.

Por Redacción DATA POLÍTICA Y ECONÓMICA