«Dólares del colchón»: el Gobierno busca blanquear ahorros y sumar reservas, pero el impacto sería limitado


La nueva normativa permitiría utilizar dólares sin justificar su origen hasta un monto determinado. El objetivo: remonetizar la economía, dinamizar el mercado financiero y reforzar las reservas. El éxito, sin embargo, dependerá del clima de confianza.


En un intento más por estabilizar la economía sin emitir y fortalecer las reservas del Banco Central, el Gobierno de Javier Milei avanza con una medida largamente anticipada por el mercado: la habilitación del uso de dólares en efectivo no bancarizados –los llamados «dólares del colchón»– sin la obligación de justificar su origen, hasta un tope de 100.000 dólares. La iniciativa, que sigue los lineamientos internacionales del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), busca atraer ahorros informales al sistema financiero formal, estimular el crédito, e incluso abrir una ventana de financiamiento en dólares dentro del país.

El presidente Milei lo sintetizó en términos gráficos: “Vas a poder usar los dólares tranquilamente y nadie le tendría que pedir explicaciones de nada. Usted puede usar los dólares sin dejar los dedos marcados”. El mensaje apunta directamente a un segmento de la sociedad que históricamente optó por la informalidad como escudo ante recurrentes crisis, devaluaciones y confiscaciones. En un país que ha atravesado varios ciclos de pérdida de confianza en su moneda, el uso del dólar como reserva de valor es una práctica extendida, aunque no registrada oficialmente.

Una medida con impacto, pero con techo

Según estimaciones privadas, en la economía argentina circulan entre 150.000 y 200.000 millones de dólares fuera del sistema financiero. Se trata de una masa crítica de dinero que, de incorporarse siquiera parcialmente al circuito formal, podría tener efectos relevantes en términos de liquidez, inversión y financiamiento. El propio Banco Central reconoció en un informe de 2023 que la informalidad cambiaria representa un desafío estructural para la política monetaria.

La medida en cuestión, según trascendidos, permitirá que individuos y empresas puedan utilizar libremente dólares en efectivo para compras, inversiones o depósitos, sin que las entidades financieras estén obligadas a reportar la operación como sospechosa, siempre que no se supere el umbral fijado. Esto implicaría un relajamiento temporal de los controles de la Agencia Federal de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), organismo recientemente creado.

Para el economista Alejandro Bianchi, la medida podría ser “positiva para aumentar la velocidad de circulación del dólar en la plaza local e incorporar flujos que no tienen origen delictivo al circuito formal de manera simplificada”. Además, considera que podría destrabarse el acceso al crédito en dólares y revitalizar segmentos del mercado financiero hoy paralizados.

El talón de Aquiles: la confianza

Sin embargo, como advierten diversos analistas, el éxito de la iniciativa dependerá menos del diseño técnico que del contexto político y económico. En un año electoral, con señales de volatilidad en los mercados y una inflación aún alta, la confianza de los ahorristas es un bien escaso.

“El efecto será moderado si no hay garantías jurídicas. Mucha gente mantuvo sus dólares fuera del sistema por miedo a la fiscalización, pero también por temor a futuras confiscaciones o nuevas restricciones”, señala el tributarista Diego Fraga, quien además anticipa que el Gobierno podría presentar un proyecto de ley para darle mayor seguridad jurídica al mecanismo.

Diego Martínez Burzaco, de Inviu, coincide en el diagnóstico: “Es una medida que puede tener impacto, pero su eficacia depende de que las personas estén dispuestas a desprenderse de esos dólares. El resguardo no es solo económico, también es psicológico”.

¿Dónde irían esos fondos?

En términos operativos, la normativa apunta a que los dólares ingresados se canalicen hacia instrumentos financieros: bonos soberanos, obligaciones negociables, acciones o fondos comunes de inversión. “Esto podría generar una mejora en la liquidez, reducir los spreads, y estimular una baja de tasas implícitas al aumentar la competencia entre inversores”, sostiene Gabriel Bagattini, analista del mercado de capitales.

Además, si los fondos se destinan a instrumentos indexados como bonos CER o dólar linked, también se abre una vía para que el Tesoro se financie en pesos sin presionar las reservas. A su vez, podría estimularse la emisión de nuevos productos financieros ligados a la economía real, como fideicomisos PyME o vehículos de inversión productiva.

¿Una nueva etapa o un parche más?

Si bien la medida apunta a resolver uno de los grandes cuellos de botella de la economía argentina –la informalidad del ahorro en moneda dura–, su éxito dependerá de algo que ningún decreto puede garantizar: la recuperación de la confianza en el sistema institucional. El Gobierno apuesta a que el shock de credibilidad que representa su programa de déficit cero y dolarización parcial logre destrabar ese capital dormido que yace debajo de los colchones.

Pero también es cierto que, si el clima político se enrarece, la incertidumbre cambiaria aumenta o los controles vuelven por la ventana, muchos preferirán seguir guardando sus ahorros lejos del radar estatal.

Conclusión: La liberalización del uso de los «dólares del colchón» representa un intento audaz del Gobierno por normalizar un aspecto estructural de la economía argentina: el uso extendido de divisas fuera del sistema financiero. Puede ayudar a fortalecer reservas, dinamizar el mercado de capitales y facilitar inversiones. Pero, como tantas veces en la historia económica nacional, todo dependerá de una variable intangible pero decisiva: la confianza.