Milei nacionaliza la elección: ataques al PRO, liturgia libertaria y la consagración de Adorni»

En el cierre de campaña de Manuel Adorni, vocero presidencial y candidato a legislador porteño, Javier Milei redobló su ofensiva contra el PRO y el peronismo, desplegando una puesta en escena cargada de simbolismo libertario. Entre arengas, descalificaciones y mística militante, el oficialismo busca convertir una elección local en un plebiscito sobre su modelo y liderazgo.


El acto en Parque Mitre, Recoleta, no fue solo el cierre de campaña del vocero presidencial Manuel Adorni. Fue un montaje político cuidadosamente diseñado para nacionalizar una elección local, reafirmar el control de Karina Milei sobre el armado en la Ciudad de Buenos Aires, y consolidar el liderazgo simbólico del presidente Javier Milei sobre una tropa en expansión. A días de una votación clave, La Libertad Avanza redobló su apuesta: convirtió un comicio legislativo en un nuevo capítulo de su cruzada contra la “casta” y en un gesto de desafío abierto al macrismo.

La escenografía fue deliberada. A un lado del escenario, gigantografías repetían el mensaje: “Adorni es Milei”. En el centro, el propio Presidente, acompañado por todo su Gabinete, bajó línea sin matices: “El PRO es la mierda del partido del Estado”, disparó entre vítores, reforzando una tensión que ya venía escalando tras la caída del proyecto de Ficha Limpia en el Senado. Más temprano, había definido al peronista Leandro Santoro como “Sanvaca” porque “vivió de la teta del Estado”. El tono fue confrontativo, irreverente, con un discurso que alternó la mística con la agresión, y el diagnóstico con la épica.

En paralelo, Karina Milei rompió su habitual bajo perfil para sellar la consagración del acto. Conmovida, habló de “libertad” y de “orgullo nacional”, en un gesto que la ubica como figura central del armado libertario en el distrito más disputado del país. “Javier instaló las ideas de la libertad y las estamos llevando a cada rincón del país. El domingo la Ciudad se tiene que teñir de violeta”, sentenció.

Un cierre de campaña convertido en acto fundacional

El evento de Parque Mitre —que reemplazó a la emblemática Plaza Holanda, cuna del primer discurso de Milei en 2021— fue más que un cierre de campaña. Funcionó como una reafirmación de identidad frente al PRO, fuerza que domina la Ciudad desde hace 17 años. En las filas libertarias lo explican así: “Es un acto para dejar en claro quién manda, quién comunica y quién conduce”.

El oficialismo se juega una carta fuerte. En la elección porteña se renuevan 30 bancas —la mitad de la Legislatura— y el resultado funcionará como termómetro del clima político en el bastión histórico del macrismo. Para Adorni, la votación será su consagración como figura electoral, pero también la validación de una estrategia que prescinde de estructuras tradicionales: sin agrupación propia ni territorio, el vocero apuesta al poder del mensaje y el respaldo directo del Presidente.

Religión, símbolos y estética de batalla

La liturgia libertaria acompañó la escena desde temprano. Columnas juveniles, banderas violetas, camisetas con la cara del Presidente, pines con lemas anticomunistas, y una estética que mezcla mística religiosa, estética digital y apocalipsis político. Un cartel con tipografía gótica rezaba: “El comunismo es una enfermedad del alma”, coronado con la cruz orlada de Solari Parravicini. No fue decorado: fue doctrina visual.

El uso de símbolos y consignas refuerza la idea de pureza doctrinaria. En un país fragmentado, el mileísmo se construye como religión política, con enemigos definidos, un líder carismático y una misión trascendente: la “batalla cultural” contra la casta, el Estado y el pasado.

Adorni, el candidato con micrófono y sin territorio

La campaña de Adorni se construyó sin promesas de gestión barrial ni actos tradicionales. No hay promesas de veredas ni de cercanía territorial. Hay frases cortas, caminatas simbólicas y selfies. “Nada fingido”, repiten en su entorno. En realidad, lo que hay es un atril nacional que lo proyecta como la voz de Milei en la Ciudad, incluso si gana una banca legislativa.

“No vamos a volver nunca más al kirchnerismo”, gritó Adorni en el escenario. Acto seguido, nombró uno por uno a los ministros presentes como si fueran parte de un gabinete de campaña. Esa enumeración, más allá de lo simbólico, funcionó como una demostración de fuerza interna: todos los resortes del gobierno nacional se pusieron al servicio de una elección local.

Una campaña con timing económico y ruptura con el PRO

El cierre de campaña coincidió con la difusión de la inflación más baja desde la llegada de Milei al poder: 2,8% en abril. Desde Casa Rosada lo celebraron como “una validación del modelo”, y en el entorno presidencial confiaban en que el dato funcione como impulso electoral. La motosierra ya no es sólo una metáfora: se presenta ahora como el método que da resultados.

Pero el eje más picante de la jornada fue el enfrentamiento con el PRO. La tensión, que venía escalando tras los cruces con Mauricio Macri, estalló con una declaración sin precedentes: Milei acusó al jefe de campaña del candidato macrista, el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, de ser “una basura humana” y artífice de “la campaña sucia más grande de la historia”. La denuncia no es menor: implica que el Presidente nacionalizó el conflicto, atribuyéndole al gobierno de la Ciudad intenciones y métodos propios del kirchnerismo, al que dice combatir.

El domingo, más que una elección

El 18 de mayo será más que una elección legislativa local. Para el mileísmo, será un plebiscito sobre su liderazgo y su capacidad de ocupar todos los niveles del Estado sin mediaciones. Para el PRO, la prueba de que su hegemonía en la Ciudad está en disputa. Para el electorado, una nueva postal caótica de un país que asiste, con intensidad inusitada, a la mutación del sistema político.

Milei ya eligió su camino: no negociar, no compartir, no matizar. En ese camino, Adorni no es solo un candidato. Es su voz y su espejo en la ciudad. El acto lo dejó claro: la campaña libertaria no tiene escenario chico, ni enemigos menores. Cada elección es una batalla total. Y el centro del ring ya no es el Congreso: es la Ciudad.