Crisis Económica y Disputa Ideológica: La persistencia del Proyecto Nacional y Popular
En medio de la crisis socioeconómica agudizada por las políticas de Javier Milei, este artículo contrapone el modelo de ajuste liberal con la visión peronista del Estado como garante del bienestar colectivo, con énfasis en la justicia social, la soberanía nacional y el rol central del trabajo en la democracia.
La actual crisis en Argentina ha alcanzado grados de agudización inéditos, con indicadores sociales alarmantes y un gobierno dispuesto a profundizar un ajuste económico radical. Javier Milei impulsa un proyecto de liberalización extrema, proponiendo un achicamiento drástico del Estado como receta para la recuperación. En este contexto, el pensamiento político peronista —con su énfasis en la justicia social, la soberanía nacional y la centralidad del trabajo— se presenta como un marco interpretativo vigente. Desde esta base se analiza cómo los principios peronistas resuenan frente a las medidas actuales, contraponiendo un modelo de ajuste con la visión del Estado como garante del bienestar colectivo.
Desde sus orígenes, el peronismo se define por tres banderas: justicia social, independencia económica y soberanía política. Estos ideales cobran especial relevancia cuando la crisis obliga a cuestionar quién administra los recursos y en favor de quién. Para la visión peronista, la justicia social implica que el Estado debe intervenir para corregir desigualdades estructurales y proteger a los sectores más vulnerables. En cambio, la agenda liberal actual promueve un mercado libre sin límites estatales, reduciendo al Estado a su mínima expresión e impugnando las políticas de regulación e intervención económica. Así se reactualiza el debate sobre soberanía: al liberar la economía, ¿no se estaría entregando la decisión estratégica del país a grandes capitales extranjeros?
El peronismo concibe los derechos adquiridos, como las conquistas laborales y previsionales, no como privilegios, sino como pilares de dignidad colectiva que el Estado tiene el deber de resguardar. Frente al desmantelamiento de regulaciones y la eliminación de subsidios, surge la advertencia de que la concentración económica en manos de unos pocos puede disparar la desigualdad. La crítica peronista subraya que un mercado sin límites fomenta fusiones corporativas y oligopolios, debilitando la competencia e hipotecando la autonomía nacional. En este análisis, sostener al Estado como regulador se entiende como necesario para equilibrar el poder de las grandes empresas y proteger los derechos de la ciudadanía.
Otro pilar del pensamiento peronista es el rol del trabajo en la vida democrática. El trabajo se concibe como fuente de dignidad y cohesión social, donde el trabajador deja de ser solo un factor de producción para convertirse en sujeto político activo. En este sentido, la participación de los trabajadores a través de sindicatos y organizaciones sociales se considera fundamental para que la democracia sea plena y representativa. Esta perspectiva contrasta con el enfoque liberal, que tiende a ver el empleo desde la pura oferta y demanda, desvinculándolo de objetivos sociales más amplios. La defensa de derechos laborales y la vinculación del trabajo con el poder político ilustran la apuesta peronista por un modelo económico que integra justicia social en la dinámica productiva.
En suma, se dibujan dos modelos antagónicos para enfrentar la crisis. El modelo de ajuste defiende el achicamiento del Estado como vía para restablecer el equilibrio fiscal, confiando en que el mercado liberal acelerará el crecimiento. En cambio, el peronismo promueve la visión de un Estado como garante del bienestar colectivo, insistiendo en la redistribución equitativa y en la inversión pública en salud, educación y empleo. El primer modelo sugiere que reducir impuestos y eliminar trabas burocráticas traerá prosperidad; el segundo responde que sin un Estado presente la recuperación será desigual y fragmentada. El debate central es así si el Estado es un problema a disminuir o un aliado necesario para mantener la cohesión social y proteger los derechos ganados por la sociedad.
La vigencia del pensamiento peronista se reafirma en este escenario como una propuesta que privilegia la justicia social y la soberanía nacional en medio de la turbulencia. Al priorizar el trabajo y a los sectores populares, el peronismo plantea que la recuperación económica debe sustentarse en la inclusión y la protección de la ciudadanía, no en su sacrificio. Su visión enfatiza que un Estado fuerte —lejos de atentar contra el desarrollo— podría ser clave para reconstruir el tejido productivo y político del país. En última instancia, la contradicción entre un modelo liberal de ajuste y otro estatista de bienestar colectivo explica las tensiones políticas actuales, y plantea un dilema fundamental para la dirigencia: ¿renunciará la Argentina a sus conquistas sociales o podrá revalidar sus principios fundacionales para buscar una salida estable de la crisis?
AM