El Gobierno va por los dólares “del colchón” de la clase media


El Gobierno apunta a los dólares de la clase media para financiar el consumo

En busca de reactivar el consumo, el equipo económico impulsa medidas para que los ahorros en dólares entren en circulación. La estrategia oficial coincide con pedidos del FMI, pero choca con una realidad doméstica: los hogares de nivel medio ya están «quemando» sus reservas de billetes verdes para llegar a fin de mes. Esta dinámica plantea tensiones económicas (caída del consumo masivo, presión sobre las reservas y los salarios reales) y sociales (mayor desigualdad y vulnerabilidad de la clase media).

En los últimos días el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció que el Gobierno lanzará “en las próximas semanas” una medida sorpresa para incentivar el uso de dólares en las transacciones doméstico. El objetivo declarado es «remonetizar» la economía, es decir, generar más circulante —en pesos o en dólares— para apuntalar el crecimiento. La iniciativa se enmarca en la fase 3” del programa económico de la administración Milei y responde a recomendaciones del FMI. La propia titular del Fondo, Kristalina Georgieva, había subrayado que Argentina tiene “más de u$s200.000 millones bajo el colchón” de los ahorristas, y que si esos recursos se volcaran al país podrían impulsar fuertemente la actividad.

Un plan oficial para “remonetizar” la economía

Hasta ahora se conocen pocos detalles concretos de la estrategia, pero las señales oficiales apuntan a facilitar los dólares en la calle. Caputo reiteró que el nuevo paquete buscará «fomentar mucho el uso de los dólares» para que “circulen más dólares” en el mercado interior. Se evalúa, por ejemplo, autorizar que fintech como Mercado Pago ofrezcan cuentas corrientes (CVU) en dólares, aunque fuentes del sector financiero advierten que esta medida aún enfrenta “muchas complejidades” antes de implementarse.

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El plan incluye también reforzar las reservas del Banco Central. Para financiarlo se usarán instrumentos como el Bopreal (bono dual pesos/dólares) y parte del aporte inicial del FMI. De hecho, desde el levantamiento del cepo cambiario a principios de 2025, los depósitos privados en moneda extranjera crecieron de manera notable. Al 21 de abril había casi US$ 29.993 millones en cuentas bancarias en dólares, unos US$ 945 millones más (+3,3%) que a fin de 2024. Las reservas internacionales del Central, por su parte, volvieron a superar los US$ 39.000 millones –su nivel más alto en dos años– tras un aporte de dólares por las exportaciones agrícolas y la mejora en la cotización de activos internacionales. Sin embargo, la mayor parte de las divisas fuera del circuito sigue en manos de privados: según el INDEC, los argentinos tenían al cierre de 2024 unos US$ 214.500 millones fuera del sistema financiero local, el equivalente a cinco veces las actuales reservas oficiales.

La clase media: sin ahorros ni margen

La retórica oficial contrapone la tonelada de dólares disponibles con un cuadro muy distinto en los hogares. Numerosas encuestas e informes muestran que los sectores medios atraviesan una situación de estrés extremo. Un sondeo reciente reveló que más de la mitad de los hogares ya tuvo que recurrir a sus ahorros para cubrir gastos cotidianos: el 55% de los consultados declaró haber usado dinero guardado para llegar a fin de mes, porcentaje que supera con creces al observado un año atrás. Muchas familias simplemente “desahorran”: venden parte de su colchón de dólares para pagar facturas e imprevistos.

En la calle este fenómeno se plasma en largas filas de gente en las casas de cambio. Un reportaje periodístico constató un “nuevo fenómeno”: argentinos de clase media que, al no poder afrontar gastos extra, acuden a liquidar sus reservas en billetes verdes como único “salvavidas” para los gastos corrientes. En palabras de una joven de Barrio Norte: “todavía no me recuperé de las fiestas y tuve que cubrir esos gastos vendiendo dólares”, un relato que resulta cada vez más común en los hogares medios. De hecho, tras el fin del cepo cambiario casi la mitad de los hogares admite haber tenido que recurrir a estrategias extraordinarias (vender pertenencias, pedir préstamos o directamente «vender sus ahorros») para llegar a fin de mes; la mayoría de estos hogares –un 38%– confesó haber liquidado sus reservas en dólares como una forma de ingresos alternativos.

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Esta presión financiera coincide con un deterioro notable del salario real. La inflación oficial de marzo 2025 fue del 3,7% mensual (55,9% i.a.), lejos de «cuidar el bolsillo» de los trabajadores. Los aumentos convencionados en los últimos acuerdos paritarios no le ganaron a esa subida de precios: según la propia Cámara de Diputados, varios convenios clave (ferroviarios, sanidad, empleados públicos) acumularon en el primer trimestre de 2025 un retroceso real de entre 4% y 6% frente a la inflación. Como resultado, más del 60% de los consultados afirma que su capacidad de compra es “peor” o “mucho peor” que un año atrás. Entre los estratos medios específicamente, el 67% reconoce no poder llegar a fin de mes en varios de los últimos meses.

En ese contexto de ingresos comprimidos, la única forma de mantener el gasto ha sido exprimir lo poco ahorrado. Por eso hoy un porcentaje histórico de hogares declara apretar el cinturón: redujeron el consumo de bienes volátiles (asados, salidas, ropa de marca) e incluso de algunos considerados inelásticos (entre el 40% y 50% achicó gastos en internet, medicamentos o colegios) para sostener lo básico.

Consumo deprimido y tensiones sociales

Las consecuencias de este proceso son palpables. El gasto masivo sigue en descenso. Un informe del sector privado halló que en marzo de 2025 el consumo masivo cayó 5,4% interanual (y 8,6% en el primer trimestre), acumulando 16 meses consecutivos en rojo. En otros términos, la tan promocionada “re recuperación económica” casi no se traduce en venta de productos cotidianos: las ventas en supermercados apenas subieron 4% (interanual) en enero de 2025, mientras que en los mayoristas cayeron casi 11%. Estos números reflejan que el ajuste inicial por precios y tarifas redujo el poder de compra de los salarios y obligó a muchas familias a recortar compras.

Entre tanto, el repunte observado en bienes durables (electrodomésticos +51% en unidades en los primeros dos meses de 2025, patentamientos de autos cero km +82% en marzo) indica que la recuperación del consumo se concentra hoy en sectores con acceso a crédito o financiamiento, no en el gasto masivo de la clase media. En la práctica, el nuevo estímulo con dólares llega cuando ya no quedan ahorros sustanciales en gran parte de los hogares: quienes «ahorraron antes» ya vendieron lo poco que tenían. Esto agrava las tensiones sociales y económicas. La especialista Candelaria Rueda (IAR) advierte que este fenómeno de “descapitalización” de los hogares es un claro síntoma del aumento de las desigualdades. Con la mitad de los hogares usando estrategias de supervivencia (vender ahorros, endeudarse o desprenderse de bienes) para subsistir, el aliento oficial al consumo choca con la fragilidad de los ingresos familiares.

Límites y desafíos de la estrategia

El Gobierno aspira a un equilibrio bimonetario, pero la medida enfrenta límites evidentes. Por ahora, el uso del dólar en compras cotidianas es aún marginal: un informe del BCRA registró que en marzo apenas el 0,3% de las transacciones minoristas se realizaron en moneda extranjera. En otras palabras, la conversión de los “dólares del colchón” en circulación enfrenta una barrera cultural y operativa: la mayoría de los argentinos sigue comprando con pesos. Además, si bien las reservas crecieron a raíz de los primeros pasos de liberalización (producto de exportaciones y el blanqueo de capitales), el Banco Central mantiene el control sobre la oferta de pesos y busca que la emisión no se desboque.

En el corto plazo, estos incentivos pueden dar un leve empujón al consumo, pero no aumentan directamente el ingreso de los hogares ni generan producción adicional. Tampoco resuelven los cuellos de botella de una economía que, hasta ahora, no logró volver a niveles de empleo registrado estables. Por ello, analistas advierten que la política solo dará réditos limitados: inyectar divisas de los ahorristas ayuda a sostener gastos puntuales, pero no sustituye la necesidad de recuperar salarios reales, crear empleo formal y activar la oferta doméstica.

“Liberar” los dólares del colchón

La estrategia oficial de “liberar” los dólares del colchón se entiende en un contexto de búsqueda de mayor liquidez interna. Sin embargo, choca con el agotamiento de la clase media. Cuando el incentivo llega, ya muchos hogares están «desahorrando» hasta el último peso (o dólar) para cubrir sus necesidades básica. Además, la inflación mensual sigue alta (3,7% en marzo, 55,9% i.a. según el Indec) y los salarios reales sin recuperación. Así, los principales impulsores del consumo —ingreso disponible y créditos— siguen restringidos. En este escenario, el impulso extra que provee el uso de dólares personales tal vez permita sostener algunas ventas puntuales, pero no garantiza una recuperación duradera de la demanda interna. Mientras tanto, la presión sobre las familias de ingresos medios (y de los sectores populares) se profundiza: quemar ahorros deja a muchos sin red de contención ante cualquier imprevisto, agravando la desigualdad social. En suma, el plan gubernamental acaricia los dólares de la clase media, pero esa caja se le está vaciando a la gente.

ANTONIO MUÑIZ