El economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas, Robin Brooks, alertó por la persistente sobrevaluación del peso argentino tras la salida del cepo cambiario. Afirma que se necesita una devaluación mayor y cuestiona la política monetaria del gobierno de Javier Milei, que, según advierte, repite errores históricos.
En un contexto de aparente calma cambiaria tras la salida del cepo, las advertencias de Robin Brooks vuelven a encender luces de alerta sobre la sostenibilidad del rumbo económico argentino. El influyente economista y actual jefe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF) lanzó un nuevo mensaje crítico en redes sociales: «Argentina enfrenta el mismo problema de siempre: la sobrevaluación». La frase no pasó desapercibida entre los analistas locales, que observan con creciente preocupación cómo el tipo de cambio oficial se consolida en niveles que desalientan exportaciones, promueven importaciones y erosionan la competitividad.
Brooks, ex estratega jefe de Goldman Sachs y exasesor del Fondo Monetario Internacional, no es un outsider ni un ideólogo dogmático. Su enfoque técnico y su experiencia en mercados emergentes le otorgan una voz autorizada en el debate global. Desde hace tiempo sigue de cerca la evolución de la economía argentina, y en más de una ocasión alertó sobre los riesgos de políticas inconsistentes. En esta ocasión, su advertencia apunta directamente al corazón del experimento libertario encabezado por Javier Milei.
Un diagnóstico incómodo: el atraso cambiario persiste
«Ojalá la devaluación del peso de este mes hubiera solucionado la sobrevaluación crónica de Argentina. Pero no fue así. Esto se debe a que la sobrevaluación del peso es tan grande que se necesitaría una devaluación mucho mayor para solucionarla», escribió Brooks en su cuenta de X (ex Twitter). El mensaje se viralizó rápidamente entre economistas, inversores y periodistas especializados.
Lo que el economista señala con crudeza es que, a pesar del salto inicial del tipo de cambio oficial tras la asunción de Milei, la inflación interna licuó rápidamente esa corrección. Según un informe reciente del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), la inflación acumulada desde diciembre ya superó el 90%, mientras que el dólar oficial apenas se movió un 2% mensual, en línea con la banda de crawling peg impuesta por el Banco Central. El resultado: un tipo de cambio real multilateral que vuelve a apreciarse, recreando un escenario similar al que precedió la crisis de 2018.
¿Por qué importa la advertencia?
En la lógica de Brooks, un peso sobrevaluado no es solo un problema macroeconómico; es un obstáculo estructural para el desarrollo argentino. Una moneda fuerte en un país sin acceso al crédito externo y con baja productividad relativa es una receta para el déficit externo crónico: se importa más de lo que se exporta, se estimula el turismo emisivo, se favorece el consumo de bienes suntuarios importados y se deteriora la balanza de pagos.
El IIF, que nuclea a los principales bancos e inversores institucionales del mundo, publicó recientemente un informe que respalda esta preocupación. En él se señala que la Argentina sigue siendo altamente vulnerable a shocks externos, y que el tipo de cambio real es uno de los principales factores de riesgo. La falta de un ancla cambiaria sólida puede traducirse en salidas de capitales y pérdida de reservas, aún con superávit fiscal primario.
¿Una nueva advertencia para el FMI?
Brooks también deslizó una advertencia dirigida al Fondo Monetario Internacional. “No hay dinero del FMI que pueda proteger a Argentina de una devaluación”, escribió. Con ello, sugiere que incluso un nuevo desembolso del organismo no evitaría un ajuste cambiario si el peso sigue atrasándose. Esta afirmación cobra mayor relevancia en un contexto en el que el gobierno argentino busca renegociar tramos clave del acuerdo con el Fondo, enfrentando internas en el propio directorio del organismo.
La frase de Brooks resuena en un momento clave, en el que algunos sectores del mercado celebran la supuesta estabilidad, mientras otros alertan sobre una bomba de tiempo. En las últimas semanas, diversos analistas –como Martín Redrado, Marina Dal Poggetto y Andrés Borenstein– coincidieron en que el crawling peg del 1% mensual no es sostenible si la inflación no baja rápidamente. La combinación de alta nominalidad con tipo de cambio planchado puede llevar al mismo desenlace que en etapas previas: devaluación brusca, salto inflacionario y nuevo reacomodamiento.
El espejo del pasado y las lecciones ignoradas
La crítica de Brooks no solo apunta al presente, sino que remite a una historia repetida en la economía argentina: ciclos de atraso cambiario que terminan en crisis. En 2011, 2015, 2018 y 2020, los mismos síntomas –moneda fuerte, déficit externo, pérdida de reservas– desembocaron en correcciones abruptas. El intento de Milei de eliminar distorsiones sin instrumentos de control cambiario ni política industrial parece, en este contexto, un nuevo experimento con resultados previsibles.
Más allá del ruido político, lo que Brooks plantea es la necesidad de sincerar el tipo de cambio para evitar una corrección traumática. Y lo hace desde una perspectiva técnica, ajena a las disputas ideológicas que suelen contaminar el debate local.
El problema es que, en un país donde las decisiones económicas se presentan como actos de fe y el mercado es elevado al rango de dogma, las advertencias de los técnicos muchas veces son desoídas… hasta que el mercado mismo impone su ley.