La eliminación del cepo cambiario y la estabilización del dólar oficial reactivaron el turismo emisivo, generando una salida de divisas que ya supera los USD 2.700 millones en lo que va del año. Brasil, Chile y Uruguay, los destinos más elegidos. ¿Se profundiza el ciclo de «fuga por placer y lujo»?
El primer trimestre de 2025 confirmó una tendencia que despierta preocupación entre economistas y analistas del mercado cambiario: la aceleración del turismo al exterior impulsado por un tipo de cambio que, lejos de desalentar la salida de divisas, la facilita. De acuerdo con los últimos datos del INDEC y del Banco Central, en los primeros tres meses del año se fugaron USD 2.751 millones por viajes, pasajes y consumos en el exterior. Solo en marzo, el déficit por este concepto fue de USD 700 millones.
Este fenómeno no es nuevo, pero sí se ha intensificado tras la eliminación del cepo cambiario y la implementación de un esquema de bandas para el tipo de cambio oficial. Lejos de equilibrar la balanza, la nueva política monetaria parece haber reactivado un clásico desequilibrio argentino: el turismo como vía de salida de dólares, en un país estructuralmente escaso de divisas.
Dólares que vuelan
Según los registros del INDEC, mientras el ingreso de turistas extranjeros cayó un 24%, la salida de argentinos al exterior creció un 98,8% interanual. En números concretos, 1.325.600 personas viajaron fuera del país en marzo, en su mayoría hacia países limítrofes: Brasil (32,8%), Chile (22%) y Uruguay (14,2%). En estos destinos, los consumos con tarjeta –en dólares o convertidos desde pesos– dispararon el egreso neto por servicios y turismo.
Un informe del Banco Central detalló que los “egresos netos de personas humanas” en la cuenta “Viajes” alcanzaron los USD 570 millones solo en marzo. Si se suman fletes, seguros y otros servicios, el déficit total en la cuenta “Servicios” fue de USD 799 millones. El 60% de los pagos con tarjeta se realizaron con dólares previamente ahorrados por los consumidores, lo cual no reduce el problema estructural: esos dólares también salen del circuito financiero local.
Una brecha que estimula el consumo… también el importado
El blog especializado Promociones Aéreas lo sintetizó con crudeza: “Con los mismos pesos, se viaja más lejos”. El dólar oficial, en torno a los $1.230, está sensiblemente por debajo del valor que tenía el “dólar tarjeta” (alrededor de $1.425) o incluso del extinto dólar blue. Esta situación no solo alienta el turismo, sino que representa una transferencia de poder adquisitivo al consumo externo.
Pero no solo se trata de turismo: el dólar barato también está financiando una avalancha de importaciones de bienes de consumo y suntuarios. Desde indumentaria de lujo hasta electrodomésticos, vinos, perfumes y autos de alta gama, las estadísticas aduaneras muestran un crecimiento exponencial de las importaciones que no están vinculadas a la producción, sino al consumo ostentoso. Esto agrava aún más la presión sobre las reservas del Banco Central, al tiempo que desplaza la producción local.
De acuerdo con la plataforma financiera Prex, los consumos de usuarios argentinos en el exterior crecieron un 30% interanual y hasta un 300% en ciertas categorías. Viajes, gastronomía, indumentaria, supermercados y entretenimiento digital lideran el ranking. En Brasil, por ejemplo, más de 150.000 argentinos usaron Prex durante Semana Santa, con un gasto promedio de 27 dólares por operación. En Chile, el gasto promedio subió a 50 dólares, y en Uruguay fue de 35.
Turismo y política cambiaria: una relación incómoda
La discusión de fondo vuelve a poner sobre la mesa el dilema del modelo económico: ¿puede un país que necesita divisas permitir que se vayan a través del consumo externo no productivo? Aunque los economistas liberales celebran el levantamiento del cepo como una señal de apertura y normalización, los datos sugieren que esta medida, sin mecanismos de control o estímulo al turismo receptivo, puede agravar la escasez de dólares.
“El tipo de cambio es un arma de doble filo”, señaló Matías Mute, de Promociones Aéreas. “Por un lado, mejora la competitividad externa, pero por otro, reduce la demanda doméstica”. Esta paradoja es visible en el sector turístico local, que ve cómo sus tarifas en dólares quedan fuera del alcance del argentino medio, mientras los costos internos –en pesos– suben con la inflación. Así, se dolarizan los precios, pero no los ingresos.
Lo mismo ocurre con la industria nacional de bienes de consumo, que pierde competitividad frente a productos importados a precios artificialmente bajos por el atraso cambiario. La situación, además, alimenta la concentración del consumo en sectores de mayores ingresos, profundizando las desigualdades.
¿Se viene una nueva fuga sostenida?
Los feriados largos, como Semana Santa y el próximo puente del 1 de mayo, ya evidencian una preferencia creciente por destinos regionales. Y las vacaciones de invierno podrían consolidar el fenómeno. El nuevo escenario cambiario, lejos de frenar la sangría de dólares, parece haberla institucionalizado bajo nuevas reglas: sin cepo, pero con incentivos indirectos para gastar fuera.
El debate no es solo técnico, sino profundamente político: ¿Qué estrategia debe asumir un país con alta inflación, bajo poder adquisitivo y crónica restricción externa frente al gasto en divisas del turismo y el consumo suntuoso? ¿Es sostenible financiar viajes al exterior y bienes de lujo cuando se buscan dólares desesperadamente para pagar deuda, importar insumos o sostener reservas?
Por ahora, el veredicto lo dan las estadísticas: los argentinos viajan más, compran más afuera, y el dólar barato, lejos de incentivar la producción o la inversión, parece seguir financiando una fuga por placer… y por lujo.
NR