La suba del dólar oficial, la eliminación del cepo y la expectativa inflacionaria provocan aumentos preventivos y desorden en la cadena comercial. Sin embargo, el derrumbe del consumo actúa como freno al traslado total de costos a precios.
La apertura del cepo cambiario y el salto del dólar oficial a más de $1.200 pusieron en marcha una nueva fase de reacomodamiento de precios en la economía argentina. Con una devaluación inicial del 11%, el impacto ya comenzó a sentirse en góndolas y mostradores. Sin embargo, la profundidad de la crisis del consumo modera el traslado pleno a precios, al menos en el corto plazo.
Según el INDEC, el rubro de alimentos y bebidas ya había registrado un alza del 5,9% en marzo, mientras que el relevamiento de consultoras como Focus Market muestra una caída del consumo masivo del 1,6% respecto a febrero, y un 7,6% en la comparación interanual. La situación refleja un fenómeno de freno de ventas y cautela por parte de comerciantes, que esperan nuevas listas de precios o directamente suspenden operaciones por incertidumbre.
“Nosotros no tenemos precio definido actualmente de parte de nuestros proveedores”, contó Federico Cuomo, de Agua Tronador, “Sabemos que vendrán aumentos, pero el problema es cómo se recompondrá la demanda”.
Precios sin brújula y subas escalonadas
En los primeros días posteriores al anuncio del nuevo régimen de flotación del dólar, se verificó una dinámica de “desorientación inflacionaria”: proveedores que no envían precios, mayoristas que suspenden ventas y listas que llegan con aumentos escalonados de entre el 7% y el 15%. Molinos Cañuelas, por ejemplo, dejó de vender temporalmente, y productos básicos como el azúcar o la yerba se comercializan sin precio definido o con subas parciales.
En sectores como el alimenticio, la situación se agrava por el peso de los insumos importados. Desde Copal, la cámara que nuclea a las grandes empresas de alimentos, advierten que aditivos, envases y materias primas como el trigo están dolarizados, y que un salto cambiario incide directamente en sus costos. A pesar de eso, reconocen que el contexto actual obliga a manejar los aumentos con pinzas.
“Cualquier suba de precios implica menos consumo, en niveles que ya están por el suelo”, admitieron desde una de las firmas líderes del sector.
El “Principio de Menger” de Milei y los límites del mercado
En este clima, resuena con fuerza la frase de Javier Milei sobre los empresarios que aumenten precios sin justificación: “Van a aprender el Principio de Menger a la fuerza y se van a meter los productos en el orto”. El Presidente aludía al teorema económico que postula que los precios los determina el valor que les asignan los consumidores, no los costos de producción.
Sin embargo, en un mercado donde el salario real ha perdido más de 20% desde diciembre de 2023 (según el CEPA), los márgenes para testear precios son cada vez más angostos. Ni siquiera los supermercados, que concentran el poder de compra, aceptan aumentos sin cuestionamientos. “Vamos a rechazar listas abusivas y negociar a cara de perro”, fue la advertencia de un vocero del sector.
Inflación de costos y tarifas en la mira
El traslado a precios no se limita al consumo masivo. La industria, en especial las pymes metalúrgicas, ya reportan subas en insumos como aceros especiales, cartón, nylon y aditivos. Esto anticipa una nueva ronda inflacionaria por el canal de costos, que terminará presionando sobre bienes durables, productos tecnológicos y construcción.
Además, analistas como Federico Machado (OPEN Economía) advierten que el impacto en precios será más directo en sectores dolarizados o de demanda inelástica, como el combustible, las tarifas públicas o los servicios logísticos. De hecho, se estima que el 80% de una devaluación se traslada a precios en un lapso de seis meses, según la consultora Qualy.
Carne, pollo y dólar agro: ¿hasta cuándo aguanta el freno?
En el caso de la carne vacuna, los precios también vienen en alza, pero por motivos distintos. Según Miguel Schiarreti, de CICCRA, la oferta sigue deprimida por la sequía de 2023, lo que genera tensión en los valores. Sin embargo, la industria aún no traslada plenamente los aumentos, conscientes de que los consumidores han migrado a opciones más baratas como el pollo, que también recibe presión por insumos dolarizados.
Mientras tanto, sectores exportadores del agro ven en la devaluación una oportunidad para recuperar competitividad. Pablo Barisich, de CARBAP, remarcó que “la suba del dólar permite mejorar la rentabilidad y volver a mercados que estaban cerrados para nuestras exportaciones”.
Conclusión: una economía que flota sobre hielo delgado
El nuevo régimen de flotación cambiaria busca desarmar los nudos del cepo, pero al mismo tiempo tensiona la estructura de precios de una economía frágil y recesiva. La expectativa de una inflación contenida por el desplome del consumo puede durar poco si el ajuste tarifario y la corrección cambiaria se combinan con una reapertura brusca de importaciones y presión fiscal.
Por ahora, el mercado “flota” en un delicado equilibrio: precios que suben sin referencia, consumidores que no convalidan, y empresarios que hacen cuentas con una mano en la calculadora y otra en la heladera vacía.