La industria pesquera argentina atraviesa una de sus peores crisis en décadas. Con la flota congeladora completamente detenida y pérdidas millonarias en exportaciones, empresarios advierten que sin respuestas inmediatas del Gobierno, el sector podría encaminarse hacia la desaparición.
Graves pérdidas económicas y barcos amarrados: la pesca, en estado crítico
La pesca argentina, uno de los pilares históricos de la economía exportadora, enfrenta un colapso que combina múltiples factores negativos: una presión impositiva calificada como «asfixiante», un tipo de cambio que castiga la competitividad y una abrupta caída en los precios internacionales. La consecuencia más visible y alarmante es que la flota tangonera congeladora —dedicada principalmente a la captura de langostino— se encuentra completamente paralizada.
De acuerdo con datos del sector, Argentina ha dejado de exportar productos pesqueros por un valor estimado en 100 millones de dólares solo en las últimas semanas. Aunque la temporada de pesca del langostino comenzó oficialmente el 17 de marzo, ningún barco ha salido a navegar desde entonces. La razón es clara: operar en las condiciones actuales genera pérdidas económicas que tornan inviable la actividad.
En total, unas 100 embarcaciones permanecen amarradas en los principales puertos pesqueros del país, como Mar del Plata, Puerto Madryn y Puerto Deseado. El impacto no se limita a las empresas armadoras: plantas de procesamiento, proveedores, trabajadores portuarios y toda la cadena logística vinculada al sector están siendo directamente afectados.
Una cadena productiva en peligro
La advertencia llegó con fuerza en un comunicado conjunto de nueve cámaras empresariales del sector, que alertaron que la situación “no resiste más tiempo sin respuestas”. “Todos los días se detiene un nuevo barco, se cierra una planta de procesamiento o se ofrecen retiros voluntarios a los empleados”, señalaron.
El panorama es igual de desolador en la pesca fresquera, con base principal en Mar del Plata, que arrastra una crisis estructural desde fines de 2023. Aunque esta rama aún no ha frenado completamente su actividad, los empresarios aseguran que cada zarpada genera una pérdida del 21 % del ingreso bruto, lo que está llevando a una desaceleración progresiva de la actividad.
Un modelo económico que estrangula al sector
Los empresarios pesqueros apuntan directamente a la política económica del Gobierno nacional. Denuncian una presión tributaria desmedida, un tipo de cambio oficial poco favorable para exportar, un esquema laboral considerado “obsoleto” y la falta de incentivos concretos para sostener la actividad en un contexto internacional adverso.
La apreciación del peso argentino en los últimos meses, sumado a la baja sostenida de la demanda global —especialmente en mercados clave como España y China—, ha deteriorado aún más los márgenes de rentabilidad. En el caso del langostino, principal producto exportado, el retroceso en el precio internacional ha golpeado de lleno a un segmento que representa 600 millones de dólares en ventas anuales.
El riesgo de perder un sector estratégico
La industria pesquera ocupa un rol clave en la estructura exportadora argentina. Es el quinto complejo exportador del país, generando 46.000 empleos directos y más de 100.000 indirectos. En 2024, sus exportaciones alcanzaron los 1.981 millones de dólares, y sin embargo, hoy se encuentra al borde de la inactividad total.
La situación exige respuestas urgentes. Desde el sector reclaman al Gobierno de Javier Milei una reducción de la carga impositiva, medidas que mejoren la competitividad cambiaria y una actualización del marco legal laboral para adaptarlo a las necesidades reales de la actividad pesquera.
El mensaje es claro: si no se actúa con rapidez, la pesca argentina podría pasar de una crisis transitoria a una desaparición estructural.