El escalofrío que recorre Europa los lleva al rearme para tratar de desconectarse a Trump
Trump mueve el avispero europeo, un continente con gastos dispares en defensa, sin acuerdos sobre cómo financiarlo y divididos en la estrategia militar. No es que no tenga fe en Europa, es que es difícil interpretar, el alcance de una cumbre informal en el palacete londinense de Lancaster House.
Una quincena de líderes europeos más el canadiense, “debatiendo cómo debatir” la estrategia del rearme europeo. Una iniciativa del primer ministro británico, Keir Starmer, que no forma parte de la UE. Parecía más una terapia colectiva, para arroparse, del escalofrío que recorre Europa ante la arremetida de Trump.
La presencia de Zelenski, tras el demoledor desencuentro en la Casa Blanca con Trump, elevó la expectación en torno a la cita, que sirvió para que los europeos arropasen al líder de Ucrania. Pero me temo que Europa, aunque siga “cabalgando sobre un caballo muerto” en la guerra de Ucrania, ya está pensando en cómo sacar adelante el “plan de rearme” ante el plantón de Trump. La bofetada de realidad, debe hacer reaccionar a la UE, de que estamos inmerso en un cambio del orden mundial. Está la UE de los 27 en condiciones para aceptar el cambio o necesita más tiempo, para limar las aspereza entre sus filas. Porque no es sólo el caso de la disidencia de Orbán en Hungría, fiel partidario de Trump, sino el silencio cómplice de la ultraderechista italiana, Giorgia Meloni y la tromba de dirigentes de la internacional reaccionaria, que aspiran en un futuro, no muy lejano, influir en las decisiones de la UE.
A la UE le falta tiempo, ese tiempo que no tiene, porque mientras apelan a la unidad, después de 75 años del duro bregar de la Unión, el mundo está cambiando de una manera vertiginosa: nuevas alianzas como los BRICS, el auge imparable y silencioso del Gigante Asiático, el proteccionismo salvaje norteamericano, que puede arrasar todos los consensos. Y mientras tanto, el Viejo Continente, todavía debatiendo como regenerarse ante un cambio, que no va esperar por ellos. Porque para entonces el desafío será triple: superar el auto aislamiento, convivir con la amistad peligrosa de EEUU y decidir en la nueva encrucijada de la historia, si apuestan por un occidente en declive o un oriente en ascenso.
En el conclave londinense el mensaje que se escuchó más claro fue “Evitar el riesgo de que Occidente se divida”. Esa posibilidad esta latente, porque no depende de los europeos. “Tanto años a la sombra de Estados Unidos, de repente un exceso de libertad, puede provocar una insolación, con efectos devastadores”. Meloni, en su papel de Mata Hari, propuso “más de lo mismo” una “cumbre inmediata entre Estados Unidos, los Estados europeos y los aliados”. Un auténtico baño de agua fría a los intentos de Starmer y Macron de liderar una respuesta europea al desafío de Trump.
Heriberto Hernández González
Profesor e investigador en Latin American Social Project
La presencia de Zelenski, tras el demoledor desencuentro en la Casa Blanca con Trump, elevó la expectación en torno a la cita, que sirvió para que los europeos arropasen al líder de Ucrania. Pero me temo que Europa, aunque siga “cabalgando sobre un caballo muerto” en la guerra de Ucrania, ya está pensando en cómo sacar adelante el “plan de rearme” ante el plantón de Trump. La bofetada de realidad, debe hacer reaccionar a la UE, de que estamos inmerso en un cambio del orden mundial. Está la UE de los 27 en condiciones para aceptar el cambio o necesita más tiempo, para limar las aspereza entre sus filas. Porque no es sólo el caso de la disidencia de Orbán en Hungría, fiel partidario de Trump, sino el silencio cómplice de la ultraderechista italiana, Giorgia Meloni y la tromba de dirigentes de la internacional reaccionaria, que aspiran en un futuro, no muy lejano, influir en las decisiones de la UE.
A la UE le falta tiempo, ese tiempo que no tiene, porque mientras apelan a la unidad, después de 75 años del duro bregar de la Unión, el mundo está cambiando de una manera vertiginosa: nuevas alianzas como los BRICS, el auge imparable y silencioso del Gigante Asiático, el proteccionismo salvaje norteamericano, que puede arrasar todos los consensos. Y mientras tanto, el Viejo Continente, todavía debatiendo como regenerarse ante un cambio, que no va esperar por ellos. Porque para entonces el desafío será triple: superar el auto aislamiento, convivir con la amistad peligrosa de EEUU y decidir en la nueva encrucijada de la historia, si apuestan por un occidente en declive o un oriente en ascenso.
En el conclave londinense el mensaje que se escuchó más claro fue “Evitar el riesgo de que Occidente se divida”. Esa posibilidad esta latente, porque no depende de los europeos. “Tanto años a la sombra de Estados Unidos, de repente un exceso de libertad, puede provocar una insolación, con efectos devastadores”. Meloni, en su papel de Mata Hari, propuso “más de lo mismo” una “cumbre inmediata entre Estados Unidos, los Estados europeos y los aliados”. Un auténtico baño de agua fría a los intentos de Starmer y Macron de liderar una respuesta europea al desafío de Trump.