Mientras Javier Milei impulsa un acuerdo contra el kirchnerismo, Karina Milei y Santiago Caputo mantienen distancia del PRO, postergando negociaciones hasta el cierre de listas.
La política argentina enfrenta un nuevo capítulo de incertidumbre en el intento de construir alianzas estratégicas de cara a los próximos comicios. Aunque el presidente Javier Milei propuso públicamente un acuerdo entre La Libertad Avanza (LLA) y el PRO para consolidar una fuerza opositora al kirchnerismo, el llamado parece haber encontrado resistencia en el seno de su propio entorno más cercano. Karina Milei y Santiago Caputo, piezas clave del círculo de confianza presidencial, rechazan sentarse a la mesa con Mauricio Macri, al menos por ahora.
Un acuerdo en suspenso
Javier Milei, desde la Casa Rosada, había manifestado su intención de construir «un reordenamiento ideológico» que agrupara a las fuerzas libertarias y al PRO bajo una misma bandera. Sin embargo, Karina Milei y Santiago Caputo, piezas fundamentales del «triángulo de hierro» libertario, descartaron cualquier acercamiento inmediato. «No tenemos nada que discutir por ahora en ninguna mesa política», expresó una fuente cercana a la Presidencia.
El rechazo refleja una estrategia clara: evitar negociaciones que podrían comprometer el control interno de LLA o su narrativa política. A pesar de la reticencia, operadores de Balcarce 50 han dejado abierta la puerta a un diálogo limitado para definir listas legislativas en el futuro.
El factor Macri
En el PRO, la oferta de Mauricio Macri para conformar una mesa de diálogo no surgió de un impulso improvisado. Según fuentes macristas, la decisión fue calculada como respuesta a los recientes ataques desde LLA, que lo acusaron de beneficiar a empresarios kirchneristas durante su gestión. «Necesitábamos dar una señal pública tras las declaraciones de Milei», comentó un colaborador cercano al exmandatario.
Sin embargo, en Balcarce 50 no ven la iniciativa con buenos ojos. Desde los despachos más cercanos al Presidente, interpretaron el gesto de Macri como «un grito de desesperación» ante el declive de su electorado, a quien las encuestas muestran con un escaso 5% de apoyo sin una alianza con LLA.
El temor al doble juego
En los círculos libertarios, persiste la sospecha de que el PRO busca aprovechar cualquier acuerdo para reposicionarse políticamente. «Macri quiere que parezca que todo es idea suya. Si no hay mesa, dirá que somos intransigentes; y si se forma, se atribuirá el mérito», señaló una fuente del entorno presidencial.
La cautela no es gratuita. A diferencia del PRO, que ya designó a Cristian Ritondo y Soledad Martínez como representantes para las conversaciones, LLA ha optado por mantener la negociación en un plano informal y sin nombres específicos. El equipo de Karina Milei y los Menem (Martín y Lule) lidera el esquema libertario, marcando distancia de cualquier compromiso apresurado.
El trasfondo electoral
La tensión entre ambas fuerzas ocurre en un contexto de inminentes definiciones electorales. Aunque aún no se ha confirmado si se eliminarán las PASO, las negociaciones entre LLA y el PRO podrían postergarse hasta el cierre de listas, previsto para mediados de año. Mientras tanto, ambas partes intentan consolidar sus respectivas estrategias.
Desde la Casa Rosada, Javier Milei insiste en la necesidad de unificar las fuerzas libertarias para «arrasar con el kirchnerismo». Sin embargo, en el entorno de Macri condicionan cualquier pacto a la aceptación de sus propuestas de gestión y a un compromiso de no atacar su figura públicamente.
El escenario político argentino se encuentra atrapado en un juego de intereses cruzados y estrategias a largo plazo. Mientras Milei busca proyectar unidad para consolidar su liderazgo, Macri intenta recuperar protagonismo en una oposición fragmentada. Sin embargo, el rechazo inicial del triángulo libertario a las negociaciones revela una grieta que podría poner en jaque cualquier alianza futura.
La política de alianzas en Argentina parece depender más de las desconfianzas internas que de los discursos públicos de unidad. La gran incógnita sigue siendo si estas fuerzas podrán dejar de lado sus diferencias y construir un frente común antes de que el reloj electoral llegue a su fin.