Miles de personas se movilizaron ayer al predio de la ex ESMA para expresar su rechazo al cierre del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, una medida anunciada por el gobierno de Javier Milei bajo el argumento de una «reestructuración estatal». La decisión incluye el despido masivo de trabajadores y el vaciamiento de espacios de memoria fundamentales para la construcción de la democracia en Argentina.
Un festival de resistencia
Bajo la consigna “Una memoria que arde”, el festival organizado por los trabajadores despedidos del Conti se convirtió en una jornada de denuncia y reivindicación. Desde su creación en 2008, el Centro Cultural ha sido un epicentro de expresión artística y educativa, ubicado en un sitio de memoria donde funcionó uno de los principales centros de detención y exterminio de la dictadura militar.
Alertados por mensajes de WhatsApp el 31 de diciembre sobre el cierre inmediato del espacio y la ubicación en «guardia pasiva» del personal, los trabajadores reaccionaron organizando esta manifestación. Durante el evento, las actividades culturales chocaron de manera simbólica con la historia de horror del lugar, con stands de comidas, música en vivo y artesanías que convivían con carteles de desaparecidos y el modelo del avión Skyvan utilizado en los vuelos de la muerte.
La memoria en disputa
El impacto de la medida fue sintetizado por Verónica Castelli, una de las trabajadoras despedidas de la Secretaría de Derechos Humanos: “El ataque es contra la memoria y el Estado. Lo que buscan es destruir las instituciones que garantizan el Nunca Más”. Castelli detalló una cronología de vaciamiento que comenzó en marzo con la desvinculación de contratados y avanzó hasta los despidos masivos por WhatsApp.
A lo largo de los últimos meses, organismos de derechos humanos y espacios de memoria como el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado también han sufrido recortes, afectando su capacidad operativa. Según estimaciones de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), se han registrado cerca de 600 despidos en la Secretaría de Derechos Humanos, dejando sin personal clave a lugares emblemáticos como el Archivo Nacional de la Memoria.
Voces de la resistencia
Entre los asistentes, la indignación era palpable. “No es solo un ataque contra los derechos humanos, es contra todo el pueblo”, afirmó Hernán, un padre de familia que remarcó la importancia de mantener vivos los espacios de memoria. A unos metros, una mujer mayor resumía el sentir colectivo: “Están eliminando 50 años de cultura. ¿Para qué?”.
Taty Almeida, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, también estuvo presente y fue recibida como una figura de resistencia. Desde el escenario, colectivos sociales y artísticos expresaron su solidaridad. Entre ellos, el bachillerato trans Mocha Celis recordó: “En tiempos oscuros hay que mirar a las Abuelas que, ante la adversidad, supieron encontrar el camino”.
Una memoria que persiste
A pesar del contexto adverso, el festival fue un recordatorio de la vitalidad de una sociedad que no está dispuesta a olvidar. Como afirmó Claudia, una de las asistentes: “El horror no es solo pasado; está presente. Por eso es crucial que las nuevas generaciones tomen la posta”.
Mientras los despidos y el cierre del Conti representan un ataque directo contra el derecho a la memoria, la masiva convocatoria deja un mensaje claro: la memoria no se negocia, y su defensa es una causa colectiva que atraviesa generaciones y banderas.