La historia argentina está profundamente atravesada por una tensión persistente entre el pueblo y las élites, un conflicto que trasciende las dimensiones políticas y económicas para desplegarse en el ámbito simbólico y cultural.
En el centro de esta disputa se encuentra la memoria del peronismo, un movimiento que no solo marcó un hito en la política nacional, sino que también consolidó una identidad colectiva esencial para vastos sectores de la sociedad. La lucha por esta memoria no se limita a un debate sobre el pasado: es una contienda cultural que define qué significa ser argentino y quién tiene la legitimidad para construir esa identidad.
El Peronismo como Desafío a la Hegemonía Oligárquica
El surgimiento del peronismo en 1945 y su consolidación con la presidencia de Juan Domingo Perón en 1946 significaron un cambio radical. Este movimiento integró a las clases trabajadoras al proceso político, extendió derechos sociales y estableció un Estado de bienestar, quebrando la hegemonía oligárquica que había dominado hasta entonces.
Para las élites tradicionales, este cambio no solo representó una amenaza económica y política, sino también un desafío cultural que socavaba los valores e instituciones que sustentaban su poder.
La respuesta fue inmediata y violenta. El golpe militar de 1955 no solo derrocó a Perón, sino que emprendió una campaña sistemática de «desperonización» para eliminar cualquier vestigio del movimiento. Mediante la censura, la proscripción y la persecución, se buscó borrar una memoria colectiva que las élites percibían como una amenaza al statu quo.
La Resistencia Popular y la Supervivencia de la Memoria
En este contexto, la memoria peronista se refugió en las clases populares. A través de la transmisión oral, la vida cotidiana y formas simbólicas de resistencia, el peronismo sobrevivió en la clandestinidad y se convirtió en un componente fundamental de la identidad de los sectores más vulnerables.
Aunque reprimida, esta memoria latente continuó desafiando los intentos de las élites por imponer una narrativa histórica unívoca. Con el retorno de la democracia en 1983, la estrategia de las élites evolucionó hacia la cooptación simbólica. Se incorporó al peronismo a la historia oficial, pero bajo una versión edulcorada y despojada de su capacidad transformadora. Perón pasó a ser representado como un líder contradictorio, neutralizando su potencial disruptivo y político.
El Neoliberalismo y la Fragmentación de la Identidad Peronista
En los años noventa, con Carlos Menem en la presidencia, el peronismo experimentó una redefinición que intensificó la disputa por su memoria. Las políticas neoliberales adoptadas bajo un gobierno que se autodenominaba peronista distorsionaron la imagen del movimiento y debilitaron su conexión con las bases populares.
Para muchos, el menemismo simbolizó una traición a los principios fundacionales del peronismo; para otros, evidenció la capacidad pragmática del movimiento para adaptarse a los desafíos globales. En este escenario, las élites lograron consolidar un relato que presentaba al peronismo como contradictorio y obsoleto, erosionando su influencia en la construcción del imaginario colectivo.
Educación, Medios y la Nueva Batalla Cultural
Actualmente, la lucha por la memoria del peronismo se disputa en la educación, los medios de comunicación y la cultura. Las élites económicas y políticas, en alianza con sectores de la nueva derecha, han intensificado su esfuerzo por redefinir la narrativa histórica del movimiento, asociándolo con prácticas autoritarias y clientelistas.
La revisión de contenidos escolares y la propagación de discursos mediáticos hostiles buscan deslegitimar el legado peronista de justicia social y derechos laborales. Este avance ideológico encuentra su máxima expresión en figuras como Javier Milei, cuyo discurso neoliberal y provocador representa una ofensiva que no solo busca combatir al peronismo como proyecto político, sino también desmontarlo como símbolo cultural.
La Persecución Contemporánea y los Riesgos del Olvido
Hoy en día, la ofensiva contra el peronismo se focaliza especialmente en la memoria de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Este ataque se materializa en la persecución política, mediática y judicial de Cristina Fernández de Kirchner, con intentos de proscribirla y neutralizar su liderazgo político. Cabe recordar que, incluso, sectores de derecha llegaron al extremo de un intento de asesinato en su contra, un acto que evidencia la profundidad del conflicto y la búsqueda de destruir cualquier resistencia disruptiva al statu quo.
El Futuro de la Memoria Popular
A pesar de los embates, la memoria del peronismo resiste. Aunque su influencia se ha debilitado en ciertos sectores, sigue siendo una identidad profundamente arraigada en el pueblo. Sin embargo, enfrenta graves riesgos debido al control que las élites ejercen sobre los discursos dominantes y los medios de comunicación.
El desafío de preservar esta memoria recae en las nuevas generaciones, cuya comprensión crítica de la historia será fundamental para resistir las narrativas impuestas. Mantener vivo el legado peronista no es solo un acto de reivindicación histórica, sino una apuesta por un proyecto de país inclusivo y transformador.
Memoria y Poder en Disputa
La lucha por la memoria del peronismo trasciende la revisión del pasado para erigirse como un campo de batalla en torno a la identidad nacional y el futuro de la Argentina. Esta memoria, aunque vulnerable, permanece como un espacio de resistencia frente a los embates de las élites, reflejando la histórica tensión entre pueblo y oligarquía que ha marcado al país.
El peronismo es más que un movimiento político: es un símbolo de lucha, una identidad colectiva y un horizonte de posibilidades para quienes buscan una nación más justa e inclusiva. Su memoria, por lo tanto, no pertenece solo al pasado, sino al presente y al porvenir de la Argentina.
AM