Filósofo y teólogo comprometido, su obra fue más allá de la especulación académica para convertirse en una herramienta de resistencia contra las estructuras de opresión que han marcado la historia del continente. A través de su Filosofía de la Liberación, Dussel propuso un pensamiento profundamente ético, crítico y emancipador, arraigado en las realidades culturales e históricas de América Latina.
Filosofía como Praxis Transformadora
Para Dussel, la filosofía no era un ejercicio teórico aislado, sino una praxis orientada a la justicia social y la liberación de los oprimidos. Su militancia en movimientos estudiantiles en Argentina y su posterior exilio en México tras la persecución política que sufrió, reforzaron su convicción de que el pensamiento debía estar al servicio de los que padecen las injusticias del sistema.
Este compromiso dio origen a la Filosofía de la Liberación, una corriente que desmantela las estructuras coloniales y eurocéntricas que perpetúan la desigualdad en América Latina. Inspirado por Emmanuel Lévinas, Dussel desarrolló una Ética de la Liberación que coloca al «Otro» —en este caso, los pueblos latinoamericanos— en el centro de la reflexión filosófica, no como objeto de análisis, sino como sujeto de dignidad y transformación.
Crítica y Superación de la Modernidad
Uno de los aportes más radicales de Dussel fue su crítica al concepto hegemónico de modernidad. Según él, la modernidad no comenzó con el «cogito» cartesiano, sino con la conquista de América, un proceso que instauró un sistema de opresión global basado en el colonialismo y la explotación. Esta «cara oculta de la modernidad», como la llamó, debe ser superada mediante un nuevo paradigma: la transmodernidad.
La transmodernidad reivindica las identidades culturales, los saberes y las cosmovisiones del Sur Global como la base para construir una realidad más justa. En este marco, Dussel desarrolló el método analéctico, que rompe con la dialéctica tradicional europea al colocar la relación con el «Otro» como núcleo del pensamiento crítico. Este enfoque no solo cuestiona las categorías impuestas por el eurocentrismo, sino que propone construir un horizonte de emancipación basado en las experiencias y necesidades históricas de América Latina.
Teología y Hermenéutica de la Liberación
Como precursor de la Teología de la Liberación, Dussel ofreció una nueva interpretación del cristianismo desde una perspectiva histórica y política. Para él, la fe no debía ser una práctica espiritual desvinculada de la realidad social, sino una herramienta para la justicia social. Interpretó el mensaje cristiano como un llamado a la emancipación de los pobres y oprimidos, situándolos como agentes de cambio en la construcción de un nuevo orden social.
Su Hermenéutica de la Liberación integró elementos del giro lingüístico europeo, reinterpretándolos desde América Latina. Este enfoque se basó en tres principios fundamentales: el reconocimiento del «Otro» como víctima, la construcción de un consenso crítico contrahegemónico y la praxis transformadora que permite a las víctimas convertirse en creadoras de nuevas realidades.
Un Legado para el Futuro
Dussel entendió que el futuro de América Latina debía construirse desde su diversidad cultural y su rica herencia histórica. La interculturalidad, en su visión, no era solo la coexistencia de distintas culturas, sino un proyecto político y ético en el que se reconocieran y valoraran las múltiples identidades del continente. Lejos de ser una utopía, este enfoque ofrece una vía para imaginar un mundo más justo, en el que la pluralidad sea la base de una nueva convivencia.
Hoy, el pensamiento de Enrique Dussel sigue siendo una fuente de inspiración para quienes luchan contra las estructuras de dominación y buscan construir una sociedad basada en la justicia, la dignidad y la libertad. Su obra, más que un corpus teórico, es un llamado urgente a la acción, desde nuestras raíces, reivindicando la riqueza cultural y espiritual de América Latina como un acto de resistencia frente a la homogeneización global.
Enrique Dussel no solo nos dejó un pensamiento profundo y original, sino también una invitación a soñar con un mundo diferente. Su legado encarna la esperanza de una América Latina que, al reconocerse en su diferencia, sea capaz de emanciparse y contribuir a la creación de un horizonte verdaderamente humano.
AM