«La razón neoliberal solo ha engendrado monstruos»


El neoliberalismo, con su obsesión por la libre competencia y la desregulación, ha moldeado la economía global durante las últimas décadas. Sin embargo, detrás de las promesas de prosperidad y crecimiento, este modelo ha desencadenado una serie de crisis que afectan a sociedades de todos los continentes.


La pandemia, las guerras, las migraciones, la emergencia climática y la creciente desigualdad son solo algunos de los problemas profundos que emergen de un sistema económico que ha convertido al capitalismo en una maquinaria que no solo genera sino que además agrava las crisis.

La promesa rota del neoliberalismo

A finales del siglo XX, el neoliberalismo se impuso con la promesa de que mercados libres y un Estado reducido liberarían el potencial económico, impulsando sociedades más dinámicas y prósperas. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa promesa se desdibujó. La desregulación y la privatización de servicios públicos esenciales erosionaron las protecciones sociales y profundizaron la desigualdad. Mientras que el capital internacional y las grandes corporaciones han visto aumentar sus beneficios, las clases trabajadoras enfrentan salarios estancados, precarización y una pérdida sistemática de derechos laborales.

La pandemia de COVID-19 mostró las debilidades de este sistema. Con sistemas de salud debilitados por políticas neoliberales, millones de personas quedaron desprotegidas en países sin recursos suficientes. Mientras tanto, las grandes farmacéuticas, financiadas con fondos públicos y protegidas por patentes, se enriquecieron vendiendo vacunas distribuidas de manera desigual, poniendo en evidencia la lógica de un sistema que privilegia el beneficio privado sobre el bien común.

Crisis climática: la herencia más destructiva

La crisis climática es quizá la consecuencia más devastadora del neoliberalismo. Su lógica de crecimiento constante ha impulsado una economía global que privilegia el beneficio a corto plazo sobre la sostenibilidad. Las industrias contaminantes, desde la extracción de combustibles fósiles hasta la agricultura intensiva, han crecido sin restricciones, apoyadas por gobiernos que priorizan la inversión por encima del cuidado del medio ambiente.

Las consecuencias son claras: fenómenos climáticos extremos, desplazamientos de comunidades vulnerables y una crisis ambiental que afecta especialmente a las regiones más empobrecidas del mundo, como África y América Latina. El modelo neoliberal no ofrece respuestas ante estos desafíos, sino que los agudiza, relegando la sostenibilidad a un plano secundario y poniendo en riesgo la estabilidad futura del planeta.

La desigualdad: un monstruo alimentado por las crisis.

Uno de los legados más evidentes del neoliberalismo es la creciente concentración de riqueza. Las crisis recientes, como la pandemia y los conflictos internacionales, han acentuado aún más la brecha entre ricos y pobres. Mientras que una pequeña élite ha acumulado fortunas, millones de personas han caído en la pobreza extrema, sin acceso a servicios básicos.

Bajo la creencia de que el mercado puede resolverlo todo, los Estados han permitido que las grandes corporaciones controlen sectores fundamentales como la salud, la educación y la vivienda, generando una precariedad generalizada. Esto ha conducido a un aumento del endeudamiento personal para cubrir necesidades esenciales y a una constante incertidumbre económica.

Las crisis globales y la fragilidad del modelo neoliberal

La globalización, bajo el ala del neoliberalismo, ha fomentado la interdependencia económica, pero también ha expuesto la fragilidad de un sistema incapaz de hacer frente a crisis globales. Las guerras, muchas de ellas impulsadas por intereses geopolíticos y económicos, han dejado a su paso una estela de destrucción y desplazamiento, alimentando flujos migratorios masivos. La lógica del mercado ha fallado en resolver estos problemas, demostrando que la acumulación de capital en manos privadas no garantiza estabilidad ni bienestar para las mayorías.

La emergencia climática, los conflictos bélicos y las migraciones no son fenómenos aislados, sino parte de un sistema que los genera y los retroalimenta. El neoliberalismo, con su enfoque cortoplacista y su avidez por la rentabilidad, no ofrece soluciones duraderas. La dependencia de combustibles fósiles, la producción masiva de bienes desechables y la falta de regulaciones ambientales son ejemplos claros de un modelo que está agotando tanto los recursos naturales como la paciencia social.

¿Hay una salida al callejón neoliberal?

Las crisis que vivimos hoy muestran con claridad que el neoliberalismo no es la solución para los problemas globales, sino una causa central de ellos. Este sistema ha llevado a la precarización de la vida laboral, a la degradación ambiental y al deterioro de la salud pública. Sin embargo, la creciente conciencia social y la movilización de diversos sectores están cuestionando la lógica neoliberal, exigiendo alternativas que prioricen la vida y el bienestar.

El futuro exige una transformación radical hacia modelos económicos que promuevan la equidad y la sostenibilidad, donde los recursos se distribuyan de manera justa y donde las necesidades colectivas prevalezcan sobre los intereses privados. La humanidad enfrenta desafíos cruciales, desde la crisis climática hasta la creciente tensión social, que solo podrán ser abordados con políticas que pongan el bienestar de las personas en el centro.

El tiempo para cambiar el rumbo es limitado. Mientras sigamos alimentando los monstruos generados por el neoliberalismo, la estabilidad mundial estará en juego. La pregunta es si estamos preparados, como sociedad global, para enfrentar estos desafíos y construir un futuro diferente antes de que sea demasiado tarde.

AM