En un mundo donde la globalización ha sido, por décadas, el paradigma dominante en la economía y las relaciones internacionales, figuras como el filósofo y politólogo ruso Aleksandr Dugin han emergido como voces disidentes, proponiendo un modelo alternativo basado en el desacoplamiento de las naciones y el resurgimiento de un orden multipolar.
Dugin, conocido por su influencia sobre ciertos sectores del Kremlin y su pensamiento geopolítico radical, se ha convertido en un crítico feroz del liberalismo occidental y su corolario: la globalización.
La globalización, entendida como la interconexión y dependencia entre las economías, culturas y sistemas políticos del mundo, ha sido promovida principalmente por Estados Unidos y sus aliados desde el final de la Guerra Fría. Bajo este modelo, las fronteras nacionales parecían diluirse en favor de un sistema internacional basado en el libre comercio, la integración financiera y la difusión de valores liberales. Sin embargo, para Dugin, este proceso es la principal herramienta del imperialismo occidental, un sistema que no solo erosiona las soberanías nacionales, sino que impone una hegemonía cultural y política bajo el disfraz del progreso y la modernización.
La crítica duginiana: El choque de civilizaciones y el desacoplamiento
Desde la perspectiva de Dugin, el mundo no puede ni debe estar regido por un único modelo cultural, político o económico. En su obra más conocida, La Cuarta Teoría Política, argumenta que la globalización es solo la extensión del liberalismo, una ideología que promueve la universalización de los valores occidentales y la eliminación de la diversidad de civilizaciones. Para Dugin, esto representa una amenaza existencial para las identidades culturales, especialmente para Rusia y otras potencias no occidentales, como China e Irán.
El desacoplamiento, en este sentido, no es solo una respuesta económica, sino una postura filosófica y política. Dugin defiende la idea de que cada civilización debe tener el derecho a desarrollarse según sus propios valores y tradiciones, en oposición a la homogeneización que la globalización impone. Aquí es donde su pensamiento toma un matiz que algunos han catalogado como «eurasianismo», un modelo en el que Eurasia se erige como un bloque civilizacional autónomo, opuesto a Occidente, y en el que Rusia juega un rol central como líder de la resistencia.
Para Dugin, el desacoplamiento de Occidente no es solo una estrategia política, sino una cuestión de supervivencia cultural. En esta visión, países como Rusia deben cortar los lazos con los sistemas financieros y políticos dominados por Occidente y construir alternativas independientes. Esto implica, por ejemplo, crear redes comerciales, financieras y de defensa que excluyan al dólar estadounidense, la OTAN y las instituciones globales bajo la influencia de Washington, como el FMI o el Banco Mundial.
El auge de la multipolaridad
El concepto de multipolaridad es clave en la obra de Dugin. Mientras que la globalización se ha movido hacia un mundo unipolar, donde Estados Unidos actúa como la potencia hegemónica, el desacoplamiento propone un sistema internacional basado en la coexistencia de múltiples polos de poder. En este orden, grandes civilizaciones —como la euroasiática, la china, la islámica y la latinoamericana— interactúan como entidades soberanas, cada una desarrollando sus propios modelos de gobernanza y desarrollo.
Aquí es donde las ideas de Dugin resuenan con otros actores del escenario global que han comenzado a desafiar el dominio estadounidense. China, con su proyecto de la Franja y la Ruta, y el impulso por el yuan digital, está claramente en la senda de crear su propia esfera de influencia económica. Irán, por otro lado, ha resistido la hegemonía occidental a través de la creación de alianzas en el mundo islámico y en otras regiones marginalizadas. Incluso en América Latina, figuras de la izquierda crítica al modelo neoliberal, como el expresidente boliviano Evo Morales, han encontrado en el discurso multipolar un argumento para cuestionar la dependencia de sus países de las grandes potencias occidentales.
Desafíos y contradicciones
Si bien las ideas de Dugin tienen cada vez más eco en un mundo donde las tensiones entre las grandes potencias se han intensificado, no están exentas de desafíos. En primer lugar, el desacoplamiento no es una tarea sencilla. Las economías del mundo están profundamente integradas, y romper los lazos con las cadenas de valor globales puede generar costos económicos significativos, especialmente para naciones que dependen de la exportación de materias primas o de tecnologías extranjeras.
Además, el modelo multipolar que propone Dugin enfrenta el reto de cómo construir un nuevo sistema internacional sin caer en la mera confrontación. Si bien su teoría se basa en la idea de coexistencia entre civilizaciones, en la práctica, las tensiones geopolíticas han llevado a situaciones de conflicto, como se ha visto en la guerra en Ucrania, donde las aspiraciones de Rusia por retomar su influencia regional chocaron frontalmente con los intereses de Occidente.
Aleksandr Dugin ha propuesto un modelo audaz y radical para enfrentar la globalización y sus efectos. En un contexto global donde las certezas sobre el orden internacional están en crisis, su discurso resuena con aquellos que buscan alternativas a la hegemonía liberal y el dominio occidental. Sin embargo, el camino hacia un mundo multipolar, donde cada civilización puede florecer sin la influencia de potencias extranjeras, sigue siendo incierto. Lo que está claro es que el debate entre globalización y desacoplamiento se ha convertido en una de las principales batallas ideológicas de nuestro tiempo. Y en esta arena, las ideas de Dugin juegan un rol crucial en la redefinición de las relaciones internacionales del siglo XXI.
AM