Estado de alerta: recortes presupuestarios en la universidad pública. Los riesgos de desfinanciamiento. Entrevista a Jorge Calzoni, rector de la UNDAV, por Carlos Benítez Gibbons.
Con una movilización masiva que recorrió todo el país, los trabajadores de la educación y la comunidad universitaria están en estado de alerta. En este marco, Zoom dialogó con Jorge Calzoni, rector de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), quien se mostró preocupado no solo por la situación financiera de las universidades, sino también por su impacto en el tejido social argentino.
El rector enfatizó sobre los riesgos de desfinanciar el sistema universitario y desmonta algunos de los argumentos de quienes pretenden desacreditar la gravedad de la situación. Además, advierte sobre las consecuencias a largo plazo en las regiones más alejadas al AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires), que dependen de la universidad pública para garantizar el desarrollo local.
-¿Qué evaluación hacés de la movilización del miércoles?
-Quienes tenemos una pasión auténtica por la construcción colectiva, tendemos a ser reacios a sacarle fotografías a los momentos en que la sociedad se expresa en las calles para hacerse oír. Digo esto no para esquivar esta pregunta, sino para comprender la multitudinaria, federal y muy comprometida movilización del 2 de octubre en un contexto más general, en el que, con el extraordinario punto de inflexión que fue la movilización del 23 de abril, la sociedad de conjunto comprendió la necesidad de expresarse en relación con una de las instituciones más respetadas, como es la universidad pública argentina. Creo que hay una actitud mezquina e interesada en aplicar una cierta taxonomía, una aritmética de la suma y la resta, cuyo objetivo no es otro que quitarle legitimidad al reclamo. Creo que quienes hacen eso se equivocan, porque pierden de vista lo más auténtico de la expresión popular.
-El veto estaba cantado, ¿había otra opción? O, mejor dicho, ¿ustedes tenían esperanza de que fuera distinto?
-Las opciones eran varias, pero ninguna más concreta ni más justa, ni más atinada que promulgar la ley. Estamos frente a una situación muy delicada, en la que uno de los poderes del Estado (subrayo, uno) le impone a otro, en el que también hay representantes del pueblo, el peso de su autoridad, mientras lo degrada, tanto desde el punto de vista de la palabra pública, como desde la actitud institucional. Quienes nos reconocemos en los principios democráticos nunca abandonamos la esperanza de que sean los mecanismos de convivencia y de mutuo respeto los que prevalezcan. Sin embargo, vemos una concepción que reniega de esto tan valioso que laboriosamente hemos construido en las últimas cuatro décadas. También allí se cualifica el abrazo popular a la universidad pública: nuestras Casas de Estudio son una expresión cabal de convivencia democrática.
-¿La totalidad de los sectores universitarios se involucraron o creen que es una disputa entre gobierno y oposición?
-La que se expresó de conjunto, de manera categórica e inapelable fue la sociedad. Y lo hizo a lo largo y a lo ancho del país. Gracias a que el sistema universitario argentino ha crecido de una manera tal que cualquier muchacho/a tiene una universidad a una distancia razonable de donde vive, todos conocemos a alguien que está atravesando críticamente este momento: un docente, un estudiante, un nodocente. Cualquier persona sabe que tenemos al grueso de nuestra planta de trabajadores/as con sueldos por debajo de la línea de pobreza, que, además, creció 20 puntos entre los universitarios en lo que va del año. Pongo el ejemplo del buffet: el pibe que comía el menú del día, hoy se come un sándwich; el que comía un sándwich, se come un turrón; y el que comía un turrón… hoy no come. Pues bien, esto es lo que la sociedad sabe. Por eso se expresa. Reducirlo a un enfrentamiento entre sectores es querer tapar el sol con un dedo.
-¿Cómo estás viendo los números para la votación en el Congreso?
-Es un aspecto sobre el que no puedo ofrecerles una respuesta fundamentada y sólida, puesto que mi responsabilidad institucional y de gestión me impide tener un seguimiento preciso de la vida parlamentaria, al menos, no mucho más que la que tiene la gente de a pie. Ahora bien, confiamos en que los y las representantes del pueblo oigan la demanda que la sociedad, de manera masiva, extendida y federal ha expresado en estos meses y actúe en consecuencia. El pueblo, no tengo dudas, se lo sabrá reconocer.
-¿Cuáles son los pasos a seguir si el oficialismo logra blindar el veto ganando en diputados la votación? ¿Y si la oposición logra torcerle el brazo al oficialismo?
-Al principio de esta conversación decía que nuestra vocación, nuestra pasión irrenunciable es construir, colectivamente, una universidad pública y de calidad de la que no solo quienes somos protagonistas de la comunidad universitaria, sino (y quizá, sobre todo) la sociedad en la que estamos insertos, de la que somos parte inseparable y a la que dedicamos todo nuestro esfuerzo, se sienta realmente orgullosa: esos han sido, son ahora mismo, y seguirán siendo nuestros pasos a seguir. Ojalá eso ocurra en una perspectiva en la que podamos contar con un presupuesto acorde a esa exigencia. Pensar en un escenario diferente sería pensar en un gobierno que pretende darles la espalda a las demandas populares más sentidas, condenar a la formación y a la producción de conocimiento a una situación terminal, vaciar al país de ciencia, técnica y de los hombres y mujeres que la hacen. Sería abandonar el sueño legítimo y posible de ser el país por el que siempre hemos bregado.
-La batalla cultural sobre la educación pública ¿está ganada o en plena disputa?
-Suelo tomar distancia de la expresión “batalla cultural”, puesto que sugiere que la cultura es algo así como algo uniforme y sin conflicto. En todo caso, para tomar como referencia al sociólogo y profesor universitario Eduardo Grüner, prefiero pensar que no hay tal “batalla cultural”, sino que la cultura es, por definición, un campo de batalla permanente. La anomalía, en todo caso, son los momentos de (aparente) calma, en los que se pretende mostrar que estamos todos de acuerdo. También allí apreciamos el valor incalculable de nuestro sistema universitario.
Aquí conviven todas las ideas, todas las posiciones políticas, sociales y culturales, porque es el ámbito por excelencia de construcción del pensamiento crítico y eso jamás ha significado una guerra ni muchísimo menos. Es una virtuosa conversación para ser mejores profesionales, mejores científicos, mejores investigadores, mejores profesores: en suma, mejores ciudadanos.