A medida que disminuye el respaldo de la población, Milei se apoya más en la violencia contra las protestas populares y en la acción psicológica sobre la opinión pública. El plan para destruir otra vez a Aerolíneas empezó con una canallesca campaña de hostigamiento judicial y difamación propagandística.
Miguel Croceri
Otorgándole al concepto de “política” una significación muy empobrecida, en los ambientes -paradójicamente- de la política y afines, incluido el periodismo político y las creencias que desde el sistema comunicacional se expanden hacia la población en general, muchas veces se ha señalado que Javier Milei carece de condiciones para “hacer política”. (Dicho todo esto con pedido de disculpas por utilizar una misma palabra varias veces en una sola oración).
Más aún, se suele afirmar que el actual presidente representa la “anti-política”. Esto último quizás debiera ser tomado como válido en el sentido de que no es un dirigente político tradicional, ni tenía experiencia en cargos públicos hasta que fue elegido diputado en 2021, ni había desempeñado funciones en gobierno alguno hasta que llegó al más alto cargo del Estado.
Cualquiera de tales apreciaciones dejan de lado que “política” significa esencialmente ejercicio y/o disputa por espacios y dispositivos de poder. De cualquier tipo de poder. Pero sobre todo de los que están expresados en las instituciones del Estado, porque según las convenciones sociales y estructuras jurídicas forjadas a lo largo de varios siglos, allí está representada la autoridad pública, o sea aquella que legítimamente se puede ejercer sobre otras personas o grupos sociales, e incluso sobre el conjunto de la sociedad.
A esta altura de los hechos, las percepciones empobrecidas y/o mezquinas de lo que implica el ejercicio de la “política”, tendrían que abrirle paso a concepciones más rigurosas, serias, amplias y abarcadoras, para intentar comprender los alcances y profundidad de lo que tal actividad representa.
Impunidad, no talento
Sea cuando fuere que lo haya aprendido, y dando por supuesto que gran parte de sus conocimientos al respecto -conocimientos siniestros y devastadores- fueron adquiridos en su breve experiencia como diputado y en estos nueve meses y medio como presidente de la Nación, Milei desempeña su cargo con determinación y eficacia.
Eso no está basado en ningún tipo de talento ni capacidad intelectual ni virtud ética o cívica. Al menos como causa principal, está basado en la impunidad que le otorga el respaldo de los más gigantescos poderes de facto -de hecho- tanto locales como extranjeros, los cuales encontraron en ese dirigente a un sujeto completamente servil a sus intereses pero además con aptitud para capturar la adhesión de una mayoría de votantes en una circunstancia histórica específica.
Como argumento para el análisis podría decirse que en la mencionada aptitud existe cierto talento, pero ese razonamiento queda desarmado ante la evidencia de que es muy fácil convertirse en un líder político cuando hay viento a favor o (para decir lo mismo con otra metáfora) cuando se rema a favor de la corriente. Lo difícil es hacer lo contrario.
Milei no es ningún genio ni tiene un talento particular de ninguna naturaleza para ejercer el poder de la manera cruel y violenta con que lo hace, sino que es el dirigente con la impunidad y violencia necesarias para ejecutar los planes de las clases dominantes locales y del capitalismo trasnacional con epicentro en Estados Unidos.
El objetivo de la estrategia consiste, una vez más, en aumentar la rentabilidad económica de una élite empresarial, consolidar y expandir su poderío social y político, y saquear los recursos naturales y toda la riqueza productiva argentina para beneficio de minorías privilegiadas y en función del control geopolítico del país.
La ofensiva contra el bienestar de las personas y los intereses de la Nación es encabezada por el dirigente que hoy detenta la presidencia de la República, pero ese sujeto individual es el emergente de un sistema de poderes que lo abarcan y lo exceden.
Entre el gobierno mileísta y las corporaciones económicas, judiciales, mediáticas, policial/militares, etcétera, articulados con sus aliados del exterior -empezando por Estados Unidos (incluida su estructura judicial), grupos empresariales y sectores políticos de Europa Occidental, gobierno de Israel, el Fondo Monetario Internacional, los fondos buitre y en general los conglomerados y mafias financieras que dominan los “mercados” mundiales, entre muchos otros- conforman un bloque de poderes que se traduce en un régimen político de ultraderecha.
Violencia represiva habitual
Hasta el momento la estructura gobernante posee una fortaleza suficiente como para llevar adelante sus propósitos. La ofensiva se sostiene fuertemente en la legitimidad electoral conseguida por Milei el año pasado. Pero a medida que ese factor tiende a disminuir, el régimen se apoya cada vez más en la represión de las protestas populares y en la propaganda ideológica a través de sus aparatos comunicacionales.
En las últimas semanas el mileísmo ha instaurado como práctica violenta habitual, bajo la conducción operacional de la ministra Patricia Bullrich, el ataque físico contra las/los jubiladas/os, militantes y otras/os ciudadanas/os que han empezado a manifestarse regularmente frente al edificio del Congreso Nacional.
Los métodos represivos, como se sabe, han llegado al punto de tirarle “gas pimienta” en los ojos a una nena de 10 años que participaba junto a su madre en una manifestación el miércoles 18 de este mes. A la ferocidad del oficialismo se sumó después el operativo de comunicación para ocultar los delitos del gobierno y su policía, mediante un montaje de videos inventados y mentiras difundidas por periodistas adictos al régimen gobernante.
El relato infame fue desbaratado por la evidencia de otras imágenes que demostraron la agresión. La cadena de medios de la ultraderecha y sus aliados debió retrotraer su narrativa falsificadora y reconocer, mínimamente, la verdad del ataque contra la niña. (Hasta el diario La Nación, emblema histórico del periodismo oligárquico y reaccionario, tuvo que difundir un artículo con un video que registró el hecho más cercanamente. Nota del 13/09/24).
Un dato político trascendente, aunque inadvertido en la vorágine de la devastación nacional, las penurias que sufre el pueblo y la mediocridad de la conversación pública, fue la declaración de Bullrich que pretende abolir de facto algunas libertades esenciales reconocidas por la Constitución y las leyes: “Llevar a los chicos a las marchas está prohibido”, manifestó a través de la red X (antes llamada Twitter) y con letras mayúsculas para que quede resaltada su amenaza.
Fracasos y después
Desde mediados de septiembre el mandatario nacional y su sector tuvieron varios fracasos. Fue particularmente fatídica para el oficialismo la madrugada del viernes 13 en el Senado.
En esas horas, una amplia mayoría de aprobó una ley de Financiamiento Universitario que permitiría aumentar el presupuesto para salarios de docentes y nodocentes, entre otros alcances. El presidente dispuso vetar la ley pero esa decisión le acarrea una fuerte oposición social y medidas de fuerza que están en pleno desarrollo. Además, la Cámara rechazó el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que aumentaba en 100.000 millones de pesos (cien mil millones) el presupuesto para el aparato de actividades clandestinas del mileísmo que funciona en el ámbito de la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE).
Posteriormente, el domingo 15 las audiencias televisivas dejaron en ridículo la farsa montada por Milei con su discurso desde el Congreso trasmitido por cadena nacional en las últimas horas del fin de semana: el rating se derrumbó mientras hablaba.
Luego tuvo lugar el insultante asado de celebración el miércoles 17 en la quinta de Olivos, donde el mandatario nacional festejó con la mayoría de los/las diputados/as que avalaron el veto presidencial contra la ley que mejoraba -aunque de manera ínfima- los haberes jubilatorios que paga el Estado nacional a través de la Anses (Administración Nacional de la Seguridad Social).
Sin embargo, después de la seguidilla de reveses parlamentarios y de rechazos en la percepción social, y teniendo en cuenta aquello de que Milei ejerce el poder con determinación e impunidad, el gobierno y sus aliados arremetieron para destrozar Aerolíneas Argentinas mediante alguna forma de privatización que todavía se desconoce, y/o mediante negocios y negociados a favor de empresas privadas.
Este jueves (19/09), el vocero presidencial Manuel Adorni realizó el anuncio oficial al respecto, y de inmediato Mauricio Macri apoyó la maniobra y vomitó su odio hacia la empresa nacional de aviación. (Puede verse una reseña del tema en Página 12, nota del 19/09/24). Así quedó explicitada nuevamente la alianza U + D (ultraderecha más derecha).
En 1990 la línea aérea de bandera fue entregada a propietarios privados y a precio vil. Y sin pasivo, es decir que las deudas las absorbió el Estado. A principios del nuevo siglo se comprobó que la compañía había sido fundida y vaciada por capitalistas españoles. Fue rescatada en 2008 por decisión de la entonces presidenta Cristina Kirchner. (En noviembre pasado, a 15 años de su recuperación, la Televisión Pública realizó un informe audiovisual de 6 minutos. Posteo del 15/11/2023).
La embestida actual para destruir nuevamente a la empresa incluye una canallesca campaña de hostigamiento judicial y difamación contra las/los trabajadoras/es aeronáuticas/os, y en particular contra el representante sindical Pablo Biró, líder de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA). En un primer momento, la CGT reaccionó en contra de la privatización y se solidarizó con el dirigente atacado. (Información del sitio elDiarioAr, nota del 19/09/24).
Hacia el final de la semana recién transcurrida, Milei viajó a Nueva York para participar de la Asamblea General de Naciones Unidas. La política exterior ratifica el sometimiento ante Estados Unidos e Israel, y vuelve a despreciar los acuerdos con China, las alianzas con otras potencias y la cooperación pacífica con todas las naciones del mundo.
El régimen de extrema derecha, que incluye la complicidad de derechas que se autodenominan como “moderadas”, “racionales”, “republicanas”, etc., lleva a cabo una embestida completa contra los intereses de la Nación y de las personas y familias que la habitan/habitamos.
Aunque la ofensiva vaya perdiendo una parte del apoyo obtenido electoralmente en las bases sociales, hasta ahora se reafirma con recursos tales como la impunidad que le otorgan los poderes dominantes, la represión de las protestas que al menos parcialmente atenúa la resistencia popular, y una afinada estrategia de propaganda y acción psicológica sobre la opinión pública.