Los cuerpos en alquiler: entre el deseo el mercado y las tensiones de la autonomía que ese territorio que ha sido campo de batalla simbólica desde tiempos inmemoriales, vuelve a ser escenario de disputas cuando hablamos de gestación subrogada.
(Por María Florencia Tous* para InfoGEI)
En un mundo donde la frontera entre lo privado y lo comercial se diluye cada vez más, la gestación para otros no solo implica traer al mundo una nueva vida, sino que también genera un nudo de interrogantes éticos, económicos y sociales que parecen no tener fácil resolución.
El lema «Mi cuerpo, mi decisión» late con fuerza desde las trincheras feministas.
El lema «Mi cuerpo, mi decisión» late con fuerza desde las trincheras feministas, una afirmación poderosa que reivindica la soberanía sobre los propios cuerpos. Pero ¿qué sucede cuando esa decisión se realiza bajo la sombra de la necesidad económica, o dentro de un sistema que, desde su misma estructura, convierte a los cuerpos en mercancía? La pregunta no es menor. Detrás de cada contrato de gestación subrogada, hay historias de mujeres que, mayoritariamente, provienen de contextos de vulnerabilidad.
Mi cuerpo, ¿mi decisión?, la consigna se deshilacha en este terreno. ¿Es realmente libre una elección cuando el sistema económico la condiciona? Hay decisiones que parecen personales, pero están inevitablemente moldeadas por fuerzas estructurales que escapan a la voluntad individual. Las feministas han denunciado durante décadas la explotación del cuerpo femenino bajo el capitalismo. Ahora, esa crítica se enfrenta a un nuevo desafío: la mercantilización de la capacidad reproductiva.
Aquí, el cuerpo de la mujer se convierte en algo más que un espacio de autonomía. Se vuelve un bien, una mercancía en un mercado global que lo valora en función de su capacidad de gestar. El vientre, ese espacio íntimo por excelencia, es reconfigurado como un recurso explotable. Y lo que parecía ser una decisión autónoma se revela, en muchos casos, como una transacción forzada por las lógicas del capital.
Desigualdades globales y de género
La imagen de la mujer que elige libremente gestar para otros se tambalea cuando uno mira las estadísticas: la mayoría de las gestantes provienen de países con economías más débiles, mientras que quienes recurren a la subrogación son mayoritariamente personas de clases altas o provenientes de países del norte global. Aquí, el hilo que une cuerpo y decisión se tensa hasta casi romperse. Y, sin embargo, el mercado sigue funcionando, vendiendo la ilusión de libertad, de autonomía.
Al final, lo que se teje en esta trama es mucho más que un contrato entre individuos. Es la reproducción, literal y simbólica, de las desigualdades globales y de género. Es la historia de cuerpos que, en un mundo gobernado por la lógica del capital, siguen siendo apropiados y utilizados para el beneficio de unos pocos.