Como dos caras de una misma moneda, confluyen ideológicamente el tecno liberalismo renacido en los ’90 en el Silicón Valley y las derechas latinoamericanas.
Por: Verónica Sforzin
En el mundo de servicios corporativo digital en el que transitan parte de su vida las nuevas generaciones de latinoamericanos, las cuales incluso construyeron sus subjetividades a partir de mediaciones digitales, la política es mala palabra y el Estado no es nombrado, no tiene significancia.
Para estas generaciones, atravesadas por inestabilidades económicas y sociales (provocadas principalmente por la injerencia sostenida de Estados Unidos en los asuntos regionales), lo digital les otorga un falso bienestar, a costa de la perder soberanía cognitiva.
Esta relación directa, que se establece entre los ciudadanos y las corporaciones del mundo digital (una relación de obscena desigualdad), se ha naturalizado. Mientras consumimos cotidianamente a Meta o Alphabet se produce el extractivismo de nuestros datos y las poblaciones se encuentran vulnerables a la manipulación social. En ese mundo digital se instalan ideas fuerza, siendo una de las más estructurales el desprestigio a la política y al Estado.
En nombre de esta “idea del mundo – imperio corporativo” y para frenar el inevitable avance del mundo multipolar liderado por China, se están produciendo las nuevas cruzadas del capital occidental, en donde se intentan desaparecer los derechos sociales y humanos. En este ideal de mundo privado y corporativo se entrecruzan el tecnoliberalismo de Elon Musk con el libertarismo que pregona Javier Milei en Argentina o Corina Machado en Venezuela, quien se enorgullece del libertarismo como filosofía política, y las derechas latinoamericanas; ideología funcional al despliegue de una nueva etapa del colonialismo anglosajón.
La desregulación de la vida, para imponer el imperio corporativo, es una de las grandes ideas fuerza que se intenta instalar cotidianamente en las redes sociales que los latinoamericanos consumimos. En este terreno los grupos de poder avanzaron logrando no solo ganar la batalla cultural e ideológica, sino que avanzan en la guerra cognitiva, enmarcado en una guerra hibrida.
Elon Musk y la batalla por los datos y recursos de los latinoamericanos
El tecnolibertario Elon Musk, uno de los hombres más rico del mundo, parte del Deep State (Estado Profundo) de los grupos de poder anglosajones, es uno de los grandes referentes ideológicos de la derecha libertaria. De manera descarada vocifera por las redes sociales su derecho a realizar golpes de estados y apropiarse de nuestros recursos naturales.
Elon Musk está enfrascado en la pelea por conducir la cadena de valor de la tecnología, pero, sobre todo, por no tener flancos débiles que le impidan seguir el proceso de innovación y de desarrollo estratégico (un paso en falso implicaría salir rápidamente de la primera línea tecnológica en la que solo unos pocos logran mantenerse).
Para Tesla, la principal corporación de Musk, la cadena de valor comienza con el litio y las baterías recargables, así como para los desarrollos que impulsa en Inteligencia Artificial a través de Neuralink. Lograr sostener múltiples acuerdos y diversificar las entradas de este material es tan estratégico, como lograr que otros actores no controlen su extracción y el desarrollo de baterías. El litio es considerado uno de los minerales críticos por los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá.
En este marco podemos comprender el famoso twitt de Elon Musk “Le daremos un golpe a quien queramos” en relación a las acusaciones que le hizo un seguidor de la antigua Twitter acerca de su instigación al Golpe de Estado en Bolivia en el año 2020.
Sus preocupaciones son el aumento del precio del litio (en el año 2022 subió un 80% su precio) y la agresividad de nuevos competidores, principalmente las corporaciones chinas que amplían su presencia en Sudamérica, no solo en extracción, sino en la importación del mineral.
La estrategia de Tesla desde siempre fue la diversificación y tratar directamente con las mineras, sin intermediarios. Actualmente mantiene contratos con proveedores chinos, australianos, uno canadiense, uno de la República Democrática del Congo, otro de Canadá y dos más de Nueva Caledonia y Argentina.
Bolivia cuenta con la mayor cantidad disponible de litio del mundo, junto con la Argentina y Chile forman el Triángulo del Litio, reuniendo el 60% de este mineral disponible en el planeta. Así podemos contextualizar el interés de Elon en controlar políticamente la región y en influir ideológicamente mediante su red social.
Dentro de EE.UU. tiene serios problemas ya que no controla el flujo del mineral. La empresa Albemarle Corporation es la dueña de la mina de litio estadounidense y tiene porcentajes de explotación en Chile y Argentina (también en Australia). Esta empresa es controlada por fondos financieros de inversión como The Vanguard, State Street y Black Rock. A su vez, si bien Estados Unidos figura entre los cinco primeros países de la lista con más reservas, no es uno de los mayores productores, prefiere comprarlo a otros países como Argentina y Chile.
Frente a la situación de no controlar el flujo del litio dentro del país donde Elon tiene la fábrica más grande de autos eléctricos, hay jugadas nuevas de diversificación: por un lado, a fines del 2023 se anunció la posibilidad de que Tesla Chile SpA comercialice y produzca partes de los autos eléctricos. Sería la primera plaza en Sudamérica con estas características. Es decir, sería una forma de asentarse para realizar por sí mismo la extracción, algo que no realiza, así como la posibilidad de hacer acuerdos de largo plazo con las empresas que extraen y producen componentes. A su vez hay que marcar que esta jugada se produce justo después de la entrada de empresas chinas a Chile.
No controlar el flujo del litio en Estados Unidos y el avance de China en la extracción en Sudamérica: dos situaciones geopolíticas complicadas para Tesla.
Venezuela, país que cuenta con las más grandes reservas de petróleo y una de las más importantes de gas, pero que además posee minerales como el cobre, hierro, bauxita, coltán, casiterita, níquel, rodio y titanio, se convierte en una pieza clave. En primer lugar, para neutralizar el posible avance de corporaciones chinas o rusas y en segundo lugar para controlar una fuente de minerales claves para la cadena de valor de la tecnología.
Su intromisión en las últimas elecciones venezolanas fue explicita y evidente, donde se le quito al presidente en funciones la tilde de verificación de color gris de su cuenta en “X” y su red social fue la plataforma por excelencia desde donde se instalaron las ideas fuerzas de la oposición.
Elon en el cielo con diamantes
La empresa de Elon Musk para controlar el espacio es Space X, y aquí tiene una ventaja con las demás corporaciones anglosajonas. Esta corporación desarrollo una nueva constelación de satélites, de órbita baja (a unos 550km de la tierra) llamada Starlink, cuyo objetivo es proveer acceso a internet de banda ancha de forma global. Su servicio de internet ya se encuentra activo en muchos países y tiene una red operativa de 2400 satélites.
A su vez, así como fue un peligro para Elon Musk que Bolivia no solo nacionalizara el litio, sino que se animara a la construcción de baterías e incluso autos eléctricos, también es un peligro ARSAT, la empresa estatal Argentina, la cual tiene por misión: “(…) generar condiciones de igualdad en el acceso al servicio de las telecomunicaciones en todo el país, conectando a los argentinos con infraestructura terrestre y satelital. Nuestra visión es transformar el mercado de las telecomunicaciones generando valor para la nación y bienestar de los argentinos.” (Fuente: www.arsat.com.ar ). Los acuerdos con Milei en donde se avanza en el desguace del sistema científico tecnológico y la posible privatización de ARSAT le permitirían a Musk ser prácticamente hegemónico en la región en términos servicios satelitales.
El niño bobo de la Inteligencia Artificial
El gran déficit de Elon Musk es el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) generativa, lejos de poseer la cadena de valor de esta tecnología apenas va iniciando, en comparación con Alphabet o Meta.
Su postura, también bastante burda, fue la de gritar a cuatro vientos la necesidad de regular la IA, vaticinando los peligros de la misma, cuan niño que pide tiempo en medio del juego. Luego de profetizar que la IA era la “destrucción de la civilización” y de que se uniera a otros líderes tecnológicos para pedir una pausa en una carrera de IA “fuera de control”, lanzo xAI, su propio desarrollo de IA.
La corporación xIA ya contrato trabajadores de DeepMind (Alphabet) y otras empresas más avanzadas y trabaja con datos de Tesla (de los usuarios y de rutas de los coches inteligentes) y de la Red Social X (los datos y meta datos que dejan sus usuarios). A lo que a simple vista parece muy poco. Hay quizás una alianza con Nvidia para usar sus chips, empresa controlada por los Fondos Financieros Black Rock y The Vanguard, State Street, sí, los mismos dueños de la corporación que extrae el litio de EE.UU. Pero por ahora todo está en veremos ya que Musk necesita nada menos que 1.000 millones de dólares para lanzar realmente esta empresa. El modelo de lenguaje al estilo Chap GPT, se llamaría Grok.
Otras empresas del megamillonario son Neuralink, la cual es una empresa de neurotecnología estadounidense especializada en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora, implantables, también conocidos como Brain-Computer Interfaces y la red social X (ex Twitter).
Manipulación social y globalismo
La tecnología globalista angloamericana es la realización material, la estructura económica, que sostiene una nueva situación de colonización. En este sentido la forma que adquiere la guerra de manera permanente es a través de la conducción del proceso de innovación y tecnología, para la anglosfera esta se pone al servicio de la manipulación social, a través de condicionar las conductas. Sin mediaciones, ya no necesitan de las viejas estructuras de la modernidad como el Estado o los Partidos Políticos, estructuras que se achican al mínimo de sus funciones y son fácilmente reemplazables. Por eso tampoco alcanza con la defensa de la democracia en un marco de guerra hibrida y de guerra psicológica y cognitiva que se produce en nuestras tierras.
Avanzar sostenidamente en el despliegue de la soberanía tecnológica y comunicacional, construir una conciencia social y critica respecto de las tecnologías y retomar el sendero de la UNASUR y las articulaciones regionales parecen ser algunas de las claves para enfrentar estas nuevas herramientas tecnológicas subordinadas a los intereses anglosajones.
[i] Verónica Sforzin. Dra. en Comunicación y Licenciada en Sociología por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Docente Titular e investigadora de la misma universidad. Investigadora del CIEPE – CLACSO. Autora del libro: “Geopolítica de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Un análisis desde América Latina y el Caribe” y “Ética, Poder y Tecnologías. Redes sociales e inteligencia artificial desde el sur global” libro ganador del premio Ensayo Pensar Nuestra América con Categorías Propias (de la Editorial CICCUS).