Transformaciones económicas globales: Industrialización, Globalización y Desigualdad

La evolución económica mundial se vio influida por una interacción compleja de varios factores entre ellos, la industrialización. La Revolución Industrial es un proceso complejo de cambio económico, social y tecnológico que dio forma al mundo moderno y sentó las bases para la industrialización a nivel global, que tuvo lugar principalmente en Gran Bretaña durante los siglos XVIII y XIX.

Es un proceso multifacético que abarca cambios significativos en la producción, la tecnología, las relaciones laborales y la organización social. La Revolución Industrial se caracteriza por la transición de una economía predominantemente agraria y artesanal a una economía industrializada y capitalista. Este cambio estuvo marcado por la introducción de maquinaria y tecnologías innovadoras en la producción, como la máquina de vapor y la hiladora mecánica, que permitieron aumentar la productividad y la eficiencia en la manufactura. Es importante destacar que no solo transformó los métodos de producción, sino también las estructuras sociales y las relaciones laborales. El surgimiento de fábricas y la concentración de trabajadores en entornos urbanos generaron nuevas dinámicas sociales y conflictos entre capital y trabajo. Este proceso fue testigo de la aparición de una clase obrera industrial, así como las condiciones precarias de trabajo y vida que enfrentaron muchos trabajadores durante este período. Además transformó la producción, generando un rápido crecimiento económico en algunas regiones y creando una disparidad económica significativa entre países industrializados y no industrializados.

Por otra parte, la reducción de barreras comerciales y financieras facilitó el flujo más fluido de bienes, servicios, capital y mano de obra a nivel internacional. Este fenómeno que llamamos globalización, ofreció oportunidades de crecimiento, pero a la vez exacerbó la desigualdad dentro de los países. Las economías más abiertas enfrentan presiones competitivas que afectan a los trabajadores menos calificados y aumentan la brecha entre los más ricos y los más pobres.

La globalización, fue impulsada en gran medida por el avance tecnológico, esto permitió una comunicación más veloz, así como una producción más ágil y diversificada. Sin embargo, esta interconexión global también multiplicó la desigualdad dentro de los países. La tecnología, al aumentar la productividad, generó una mayor demanda de habilidades especializadas, lo que se tradujo en el aumento exponencial de la brecha de ingresos entre aquellos con habilidades avanzadas y aquellos con habilidades menos calificadas.

Esto en parte se debe a que las innovaciones tecnológicas aumentaron la productividad, permitiendo la producción de más bienes y servicios con menos recursos, sin embargo, contribuyeron a la polarización del mercado laboral, con una creciente demanda de habilidades especializadas y una disminución de la demanda de mano de obra no calificada, esta brecha puede ampliarse aún más si no se abordan adecuadamente mediante políticas públicas de educación y capacitación que permitan a los sectores trabajadores adaptarse a las nuevas demandas del mercado laboral.

Las políticas económicas, tanto a nivel nacional como internacional, también juegan un papel importante en la distribución de la riqueza. Las políticas fiscales, de comercio, laborales y de bienestar social pueden influir en la magnitud y la dirección de la desigualdad económica. Por ejemplo, políticas fiscales progresivas y programas de redistribución pueden ayudar a mitigar la desigualdad, mientras que políticas económicas orientadas al mercado pueden aumentarla. A nivel internacional, las políticas comerciales y financieras pueden tener efectos tanto positivos como negativos en la desigualdad entre países.

A pesar del aumento de la desigualdad a nivel nacional, se ha observado una tendencia al descenso de la desigualdad entre países a escala mundial. Este fenómeno puede atribuirse en gran medida al rápido crecimiento económico experimentado por países en desarrollo, particularmente en Asia, lo que contribuyó a una mayor convergencia económica entre estas naciones y los países desarrollados. La globalización, junto con el avance tecnológico, facilitó este proceso al permitir un acceso más amplio a los mercados globales y a las tecnologías de vanguardia. Estas fuerzas impulsaron el desarrollo económico en regiones que históricamente quedaban rezagadas. Como resultado, aunque persisten muchísimos objetivos pendientes en la reducción de la desigualdad a nivel nacional, la disminución de la brecha entre países representa un paso importante hacia una distribución más equitativa de la riqueza a escala mundial.

El crecimiento económico en Asia fue notable en términos cuantitativos. Por ejemplo, China experimentó un crecimiento promedio del PBI del 9.6% anual durante las últimas cuatro décadas, lo que llevó a un aumento relevante en su participación en la economía global. India, por su parte, mantuvo una tasa de crecimiento promedio del PBI del 7% anual en el mismo período, convirtiéndose en una de las economías de más rápido crecimiento del mundo. Corea del Sur y Singapur también lograron avances económicos impresionantes, con tasas de crecimiento del PIB que superaron consistentemente el promedio mundial. Este crecimiento económico fue impulsado por inversiones masivas en infraestructura. Por ejemplo, China invirtió más del 8% de su PBI en infraestructura cada año durante las últimas décadas, lo que permitió el desarrollo de infraestructura vial, ferrocarriles, puertos y aeropuertos modernos y eficientes. Las exportaciones representan una parte significativa del PIB en muchos países asiáticos, con China y otros países de la región desempeñando un papel crítico en la cadena de suministro global.

A pesar de este crecimiento económico,la reducción de la pobreza y la desigualdad de ingresos sigue siendo un problema sin horizonte de solución en la región. Por ejemplo, en China, el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, aumentó de manera constante en las últimas décadas, alcanzando niveles comparables a los de países occidentales. Además, el rápido desarrollo industrial dió lugar a problemas ambientales graves, como la contaminación del aire y del agua, la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Estos desafíos hacen foco en la necesidad de políticas que promuevan un crecimiento económico inclusivo y sostenible en Asia, equilibrando las demandas del desarrollo económico con la protección del medio ambiente y la equidad social.

En conclusión, el análisis de la evolución económica mundial revela la interacción compleja y dinámica entre diversos factores, como la industrialización, la globalización, el avance tecnológico y las políticas económicas. En última instancia, la búsqueda de un desarrollo económico que beneficie a todos los sectores de la sociedad y garantice el bienestar a largo plazo requiere un enfoque integral y colaborativo a nivel nacional e internacional.

Maria Eugenia Zamarreño
María Eugenia Zamarreño
Experta en Gestión Pública y Diseño de Procesos | Profesora Universitaria | Investigadora en Políticas Públicas y Evaluación de Programas