La recesión es actualmente el ancla más importante del programa económico del gobierno de Milei. ¿Cuál es el costo que estamos dispuestos a pagar por una menor inflación?
Por Andrés Lambertini
Todo apunta a que la agenda de noticias económicas de la semana que viene se disputará entre una importante caída de la tasa de inflación mensual, que se ubicaría por debajo del 10%, y la fuerte recesión en la que se encuentra la economía argentina.
La recesión es actualmente el ancla más importante del programa económico del gobierno de Milei. Además de la influencia directa que el ajuste tiene sobre la economía, las medidas implementadas reducen el nivel general de ingresos de la población. Si caen los ingresos, cae el consumo y, en consecuencia, dado que es el principal componente de la actividad, la economía entra en recesión. Esto, a su vez, tiene impacto sobre el nivel de empleo. La manera de reducir la inflación es reducir el tamaño de toda la economía.
Esta situación se manifiesta en casi todas las estadísticas relevantes. Considerando los ingresos, si se tiene en cuenta la evolución de las jubilaciones, a pesar de las subas de los últimos dos meses, el haber jubilatorio mínimo (con bonos) se ubicó en abril en un 7,4% por debajo del nivel de noviembre de 2023 y un 15,5% del promedio de 2023, en términos reales.
Por su parte, el salario real se contrajo en un 17% en términos reales entre diciembre y marzo según el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables, que monitorea la evolución de los ingresos en el empleo registrado). Esta caída es menor si se consideran otros indicadores, como SIPA o el Índice de Salarios del INDEC, pero aún así es muy significativa.
La caída en los ingresos se traslada a la actividad: el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de INDEC muestra una caída de actividad entre diciembre y febrero del 3,7%, más del doble que la caída en todo 2023 (explicada por la sequía), incluso a pesar del fuerte repunte del sector agropecuario.
Para sectores intensivos en mano de obra como construcción, industria y comercio, se observan caídas acumuladas desde el cambio de gobierno del 33% en el primer caso y del 16% para el segundo hasta marzo, y del 10% para el último hasta febrero, llevando a los sectores a niveles comparables con la pandemia, y, sin tenerla en cuenta, a más de 10 años atrás.
Evolución de la actividad y otros indicadores relevantes. Noviembre 2023 = 100.
Ante este panorama, se abre la pregunta de si es posible una recuperación rápida de la economía. Desde nuestro punto de vista, no hay elementos para que esto suceda, ni tampoco es lo que el gobierno busca.
Si bien algunos indicadores adelantados de abril (ventas minoristas, índice “construya”, producción de autos y recaudación de IVA DGI) muestran leves mejoras respecto de marzo, las caídas interanuales siguen siendo muy relevantes. Como ya dijimos, el PBI argentino es traccionado por la demanda. Sin el empuje del gasto público, sin anuncios de inversiones significativas y sin un boom de exportaciones a la vista, es difícil imaginar cómo podría recuperarse la actividad si no es por la vía de los ingresos y el consumo.
Hay pocas razones para esperar que el poder adquisitivo crezca significativamente en estos meses. De hecho, el gobierno busca ponerle un techo a las paritarias: no homologará acuerdos que se ubiquen muy por encima de la inflación del mes anterior. Esto es una forma de admitir que no se promoverá que los salarios recuperen lo perdido y vuelvan a los niveles del año pasado, sino que apenas podrán crecer marginalmente.
El gobierno necesita que la recesión se mantenga para continuar con la mejora de los números de la inflación. Ante el aumento de los precios, la caída del nivel de ingresos es tal que simplemente no permite convalidarlos: se frena la carrera entre ingresos y precios; se rompe la inercia inflacionaria.
Además de la influencia directa que tiene sobre la dinámica de precios, el gobierno no tiene ningún interés en fomentar una recuperación del salario, y por lo tanto de la actividad y del empleo, por el impacto que esto a su vez tiene en importaciones y, en consecuencia, en el dólar.
Esto, en conjunción con la administración del cepo, y el incentivo a los exportadores a liquidar divisas generado por la devaluación y el dólar blend (lo que a su vez reduce fuertemente la presión sobre los tipos de cambio paralelos), fortalece el proceso de acumulación de reservas.
La recesión permite sostener la apreciación del tipo de cambio, lo cual funciona como otro ancla para el proceso de desinflación. La recuperación de los ingresos y la actividad entraría en conflicto con la estabilidad del sector externo. El dólar barato de hoy solo se sostiene si “no hay plata”. Dicho de otra manera, si se controla la evolución del dólar, se controla la evolución de todos los precios (o al menos los más relevantes) de la economía.
En definitiva, la inflación puede seguir bajando, en la medida en que la apreciación cambiaria se mantenga y la recesión logre quebrar la inercia inflacionaria. Entonces, la baja de la inflación es un logro importante, pero cuestionable si es alcanzado gracias al continuo y duradero empobrecimiento de amplios sectores de la población.
¿Cuál es el costo que estamos dispuestos a pagar por una menor inflación?