El segundo debate televisivo entre las y los candidatos presidenciales dejó en claro que quienes tienen mayor intención de voto son, quienes mejor posicionados quedaron en las dos jornadas transmitidas en vivo para todo el país.
El segundo debate televisivo entre las y los candidatos presidenciales dejó en claro que quienes tienen mayor intención de voto son (¿casualmente?) quienes mejor posicionados quedaron en las dos jornadas transmitidas en vivo para todo el país.
Es que tal como suele suceder en contextos de crisis como el que atravesamos, la cuestión tiende a polarizarse. Tanto en el caso de Myriam Bregman (con un buen desempeño en el plano de la oratoria pero incapaz de salirse del lugar denuncialista en el que han quedado las izquierdas identitarias en la Argentina contemporánea), como en el de Juan Schiaretti (que parece querer ir más por un tercer mandato en su Córdoba dorada que a la disputa por los destinos del conjunto del país), quedan reducidos al lugar del que , mal o bien, mejor o peor, no puede asomar la cabeza para debatir en un plano de igualdad con quienes de verdad saben que tienen chances de gobernar desde el 10 de diciembre.
De allí el lugar incómodo de Patricia Bullrich, la tercera en discordia, desplazada por Javier Milei del lugar de quien es capaz de enfrentar al peronismo encabezado por Sergio Tomás Massa y desplazada por “La Rusa” Bregman del sitio de mujer con capacidad de sostenerse en plano de igualdad en el debate con cualquier político varón.
Milei y Massa son quienes efectivamente encabezan la intención de voto y quienes a su vez dejan en claro el antagonismo de los modelos de país puestos en juego. Seguramente por eso son los rostros que van perfilando hacia un ballotage para noviembre.
Obviamente entre Milei y Bulrich quizás haya como diferencia sólo una cuestión de género y estilo (al punto que el ex presidente Mauricio Macri ya manifestó su alegría potencial por el triunfo de cualquiera de los dos) y entre el Massa que todos conocíamos al momento de hacerse cargo del ministerio de Economía del actual gobierno del Frente de Todos y cierta perspectiva de Juntos por el Cambio no parecía haber demasiadas diferencias.
Pero la cuestión es que entre ese momento y el que fue elegido para ser el candidato de UxP, Bullrich desplazó a Larreta y Massa no tuvo otra opción que abandonar la perspectiva de la amplia avenida del medio. Hoy por hoy, sin ser ese “hombre del kirchnerismo” al que la oposición lo quiere arrojar, ha dejado en claro que su vocación de poder y su audacia lo llevan a situarse en un lugar muy diferente al que tuvo Alberto Fernández al ser elegido por Cristina Fernández de Kirchner para ocupar el sillón de Rivadavia.
Mal o bien, Massa viene dejando en claro, en un mismo movimiento –arriesgado, por cierto– que está dispuesto a convocar a todo el mundo para conformar un “Gobierno de Unidad Nacional” si gana las elecciones, pero que tanto en su disputa electoral como en su propuesta de gestión futura no hay lugar para dejar afuera cuestiones elementales de la perspectiva de desarrollo con inclusión, de pisos de justicia social que permitan no profundizar la brecha –terrible, dolorosa– que se ha generado entre quienes más y menos tienen.