El país se encuentra ante una oportunidad única para aprovechar la creciente demanda de este mineral y frente a la alternativa de tomar distintos caminos, prorizando una estrategia extractivista o una industrialista. La experiencia de otros países y la tensiones geopolíticas que están detrás.
¿Quién no fantasea con encontrar El Dorado? Descubrir una fuente nueva de recursos naturales puede catapultar a un país a la riqueza, pero nada garantiza que la explotación de ese recurso se convierta en bienestar social. En Argentina, hace una década, Vaca Muerta, un depósito de gas shale en el norte de la Patagonia, se perfilaba como la salvación económica frente al declive del boom de las commodities, una expectativa que no se concretó. Hoy, el litio, también llamado “oro blanco”, se presenta como la nueva gran oportunidad que tiene el país de acrecentar sus arcas nacionales.
Pancartas en las calles y temor por el agua: el litio pone en tensión la convivencia en Jujuy
Estimaciones recientes sugieren que en el “triángulo del litio”–norte de Argentina y Chile, y sur de Bolivia– se encuentran más de la mitad de las reservas conocidas mundiales de este mineral, utilizado en la fabricación de baterías eléctricas. Para dar una idea de la relevancia que tendrá el mercado de baterías eléctricas, la agenda climática del presidente Joe Biden propone que al menos 50% de los vehículos ligeros en venta globalmente sean eléctricos en 2030. Esto significa una venta de 8 millones de vehículos eléctricos anualmente sólo en Estados Unidos, lo que implica un aumento exponencial en la demanda de baterías en la próxima década.
¿Con qué ventajas y desventajas cuenta la Argentina para explotar este mineral clave en la transición energética? Argentina es el tercer país con mayores reservas conocidas de litio luego de Chile y Australia y el cuarto productor de esta materia prima. Según estimaciones del Banco Mundial, la inversión extranjera en nuestro país podría representar un crecimiento de hasta el 10% del PBI en las provincias productoras. Inversiones que podrían aliviar la crónica falta de divisas de la economía argentina.
Además, el marco regulatorio argentino se encuentra entre los menos estrictos de la región. En Bolivia, donde las reservas de litio están estatizadas, el gobierno no ha podido desarrollar su explotación y hoy el país está rezagado respecto a sus vecinos en cantidad de litio exportado. En Chile, un esquema de explotación público-privado ha colocado al país entre los primeros exportadores. Pero los planes de Gabriel Boric para nacionalizar el mineral han sido recibidos con escepticismo, dado que podría desincentivar la inversión. En contraste, en la Argentina, la regulación no cae bajo control nacional, sino bajo las provincias. En el marco nacional, solo existe una regulación que pone un tope de 3% a las regalías de la actividad minera y otorga a las empresas seguridad fiscal por 30 años. El nivel bajo de regalías podría dar un margen de maniobra para modificar el régimen sin afectar la atracción de inversiones.
Según un informe de la CEPAL de 2020, existen hoy en Argentina dos estrategias de explotación diferenciadas. Por un lado, la estrategia extractivista implementada en Salta y Catamarca, cuyo objetivo es aumentar el volumen de inversiones en las actividades de exploración, extracción y procesamiento del litio y donde los beneficios solo se perciben por la recaudación de impuestos y la creación de empleo. Por otro lado, la estrategia industrialista implementada por Jujuy plantea una “visión más integral en el desarrollo de la cadena de valor en torno al litio”. A través de una empresa estatal, el gobierno de esta provincia participa de los proyectos privados de extracción del mineral y se asegura así un mayor control sobre la producción.
La estrategia jujeña se alinea más con la experiencia de países que han sacado los máximos provechos de la explotación de sus recursos naturales. Pero el informe de la CEPAL señala que las ambiciones de desarrollar la cadena de valor del litio (produciendo, por ejemplo, baterías), enfrentarían varios obstáculos, principalmente en relación al desarrollo de tecnología y capacidades de investigación en el área, gestión empresarial y gobernanza. Existen costos altos de “catch up” para fabricar baterías competitivas en el mercado mundial. Por eso, un grado de inversión extranjera que permita la transmisión de tecnología y conocimiento parece ser indispensable.
Otro obstáculo importante es el impacto ambiental. El litio en Argentina se extrae mediante un proceso de evaporación que utiliza grandes cantidades de agua. Organizaciones ambientales y comunidades locales advirtieron sobre posibles riesgos para los ecosistemas y para la provisión de agua dulce, de por sí escasa en la región. Pero existen técnicas de extracción directa que reducen significativamente el uso de agua y que ya se utilizan en algunos proyectos en Argentina y Chile. Una regulación conducente a generalizar este tipo de extracción podría mitigar estos efectos ambientales.
Perspectivas globales
Pese a estos desafíos, Argentina ha dado algunos pasos hacia la industrialización del litio. Una primera fábrica de baterías abrirá en septiembre y una segunda está en construcción. También ha firmado un memorándum de entendimiento con la Unión Europea en el marco de la cumbre CELAC-UE para promover incentivos a la agregación de valor en la cadena de producción de litio y otros metales estratégicos.
Pero el potencial de esta industria está en relación directa con las tensiones geopolíticas. Europa está buscando diversificar sus mercados, luego de que la pandemia del Covid y la guerra de Ucrania evidenciaron los riesgos de la dependencia de ciertos países en la importación de insumos clave. Intenta por ello desacoplarse de China, que es el segundo exportador de litio y el primer productor de baterías eléctricas.
Los Estados Unidos también juegan un rol fundamental, pues no sólo quieren desacoplarse comercialmente de China, sino que están en una franca batalla política contra el gigante asiático. Con Biden a la cabeza, el país está adoptando políticas industrialistas de corte proteccionista. Por ejemplo, el Inflation Reduction Act, un paquete de medidas desarrollistas, pone obstáculos a las importaciones de productos manufacturados. Estipula que para 2027 el 80% del valor comercial de los “minerales críticos” para fabricar baterías eléctricas sea extraído o procesado en Estados Unidos o en países con quienes se mantienen tratados de libre comercio.
Así, por un lado, el impulso estadounidense por achicar el comercio con China podría hacer a Argentina un atractivo socio comercial. Sin embargo, para entrar al mercado estadounidense Argentina se enfrenta a una barrera proteccionista, que la pone en una desventaja competitiva con países como Chile y México, que cuentan con tratados de libre comercio con Estados Unidos.
La Argentina se encuentra así ante una oportunidad única para aprovechar la creciente demanda del litio. Además, su aparente neutralidad frente al conflicto Estados Unidos-China la hace atractiva como socio comercial a los ojos de los países occidentales, mientras que la necesidad de diversificar e industrializar sus economía es cada vez más grande. La región ha crecido por debajo del promedio mundial en la última década, luego del boom de las exportaciones en los 2000, por lo que se encuentra ante una gran oportunidad para retomar el camino del crecimiento. Pero está claro que el camino del litio no está libre de obstáculos. A contramano de los discursos que proponen soluciones unidimensionales, el debate en torno a este recurso estratégico tiene que incorporar muchas aristas, desde la estrategia geopolítica, a la cuestión industrialista, pasando por los incentivos al tan necesario desarrollo de tecnología y conocimiento en el sector.
Sofía Mercader
La autora es investigadora postdoctoral en la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y doctora en estudios latinoamericanos por la Universidad de Warwick (Reino Unido).