Se requiere de una amplia coalición política popular que asegure perspectiva emancipadora.


Si la base material histórica de la producción local estuvo asentada en el agro, la carne y los granos, eso mutó en las últimas décadas a las oleaginosas, consolidando un poder del capital concentrado, local y extranjero.

Ahora se agregan los hidrocarburos no convencionales y el litio, potenciando el poder de las transnacionales y los grupos y capitales locales concentrados.

Salvo un periodo de industrialización sustitutiva, la historia del capitalismo en la Argentina confirma un modelo primario exportador, de articulación agrario industrial y financiero, que condena a bajos ingresos a una mayoría social empobrecida.

El complejo sojero transgénico, de producción y exportación, lideró la atracción de inversiones y divisas para la modernización y la creciente productividad y competitividad agroindustrial de las últimas décadas. Con esa base material pudo sustentar la dominación económica y política en el capitalismo local.

La tradición oligárquico terrateniente asociada a la transnacionalización agroindustrial en marco de elevado endeudamiento define el bloque de clases dominantes en el capitalismo local.

Bajo esas condiciones no resulta extraña la apetencia de dólares que induce un recurrente reclamo por devaluaciones e incluso la aspiración por la dolarización de la economía local.

Era el programa de 1976 y del 2001, obturado por la rebelión popular y reconstruido desde el 2008 en su disputa contra las retenciones a las exportaciones.

Grandes productores y exportadores quieren más divisas para la reproducción de su poder. Mayores divisas para sustentar las mejoras de productividad sectorial y para alimentar la fuga de capitales y acumulación en el exterior, que incluye pagos de deuda, remesas de utilidades al extranjero y constitución de activos externos, entre ellos los dólares u otras monedas en cajas de seguridad o en el colchón.

La fuga de capitales resulta esencial para explicar el destino del excedente producido en el país. Una plusvalía que debe ser disputada para resolver derechos y reivindicaciones democráticas expresadas en los programas de luchas del movimiento popular.

El oficialismo y la oposición con posibilidad de ser gobierno coinciden con este modelo productivo.

Los matices están en cuantos paliativos están dispuestos a conceder a sectores sociales afectados por la inflación, la pobreza o baja de los ingresos populares: salarios, jubilaciones, planes sociales.

Otro modelo productivo es necesario y requiere una amplia unidad de base para un proyecto político alternativo

Lo primero que debe hacerse es anular el acuerdo con el FMI y suspender los pagos de la deuda en su conjunto, instalando una auditoria con participación popular que pueda discriminar la deuda odiosa, ilegal e ilegítima de aquella con fundamentos genuinos.

Hay que ser conscientes que una medida de este tipo genera respuesta en el poder local y global, tal como se aprecia en las sanciones unilaterales que promueve EEUU en una coyuntura, que incluye, por cierto, el “jaque al dólar”. Una situación que genera nuevos agrupamientos políticos y económicos en el sistema mundial, construyendo nueva institucionalidad, incluso monetaria, alternativa a la surgida en Bretton Woods.

Claro que no alcanza con suspender los pagos y se requiere establecer frenos integrales a la fuga de capitales y redefinir el modelo de acumulación local, lo que supone discutir objetivos a cumplir.

Esos objetivos deben partir por la solución al problema de la alimentación y satisfacción de derechos esenciales de la población empobrecida, salud, educación, vivienda, energía, entre muchos, reestructurando el modelo productivo y de desarrollo.

Debe privilegiarse la articulación productiva orientada a resolver problemas estructurales de la economía y la sociedad, como la pobreza, el desempleo y los bajos ingresos populares, lo que puede concentrarse en tierra y trabajo para los sectores empobrecidos.

Todo ello en el marco de un plan integral que acerque asistencia técnica, profesional, científica y financiera para un proyecto integral de transformación con participación popular en la toma de decisiones.

No se trata solo de mejorar el consumo popular, como ocurrió con políticas de distribución del ingreso, sino de orientar una inversión productiva que asegure la reproducción de una lógica para satisfacer necesidades mayoritarias y una capacidad de vinculo internacional de mutuo beneficio con otros pueblos del mundo.

Para hacer realidad esta perspectiva se requiere consenso político mayoritario, lo que supone un esfuerzo político por integrar una gran coalición política que incluye a quienes critican el rumbo de ajuste y subordinación al pago de la deuda entre los oficialistas y a un amplio espectro de la izquierda social y política.

Una parte de la izquierda y algunos descontentos del oficialismo participan en la disputa electoral. Otras expresiones de la izquierda, sin participación en listas electorales, animan la lucha de clases cotidiana desde reivindicaciones democráticas o intervenciones artísticas, culturales e intelectuales.

Estas expresiones de izquierda oscilan entre el voto a unas u otras variantes críticas al oficialismo, por fuera del oficialismo o a la izquierda trotskista, pero también protagonizan el voto blanco, nulo o la abstención. Es un proceso que alimenta la fragmentación política de un espacio que necesita articularse para una perspectiva de transformación.

Construir ese frente político constituye un desafío más allá del resultado electoral del proceso de renovación presidencial en curso hasta noviembre próximo.

En definitiva, lo que ponemos en discusión es el sujeto político del cambio en un tiempo de falta de expectativas sociales por un cambio profundo, en la Argentina y en el mundo.

La política no entusiasma, se dice, y con eso se explican importantes abstenciones, primera fuerza social en muchas elecciones anticipadas en provincias.

Recrear el entusiasmo popular en la política supone construir un proyecto político suficientemente amplio, con capacidad de articular la experiencia y práctica socio política desplegada en el territorio nacional por comunidades originarias, organizaciones sociales y sindicales de prácticas democráticas, clasistas y combativas, junto a emprendimientos económicos de reproducción de la vida cotidiana, diversos en sus modos y formas de auto organización, autogestionarios, comunitarios, cooperativos, mutuarios.

La crisis política evidenciada en una parte del pueblo argentino demanda audacia para reorganizar al movimiento sindical, territorial y popular, al tiempo que construye identidad política popular para la emancipación social.

Julio Gambina