Asi EEUU se beneficia de la guerra de la Otan – Rusia en Ucrania.

Estados Unidos y sus aliados occidentales bloquearon los esfuerzos de mediación israelí para llegar a una paz entre Rusia y Ucrania en marzo el año pasado, según ha revelado el exprimer ministro israelí, Naftali Bennett. Israel había conseguido que Moscú renunciara al desarme de Ucrania y su «desnazificación» (o sea, la eliminación de Volodímir Zelenski), y Kiev, por su parte, aparcaría la idea de integrarse en la OTAN, la casus belli de la invasión rusa.

Por Nazanín Armanian*


Joe Biden, que es uno de los líderes más belicistas del Partido Demócrata, y fue el favorito de los halcones de la OTAN para sustituir a Donald Trump, por negarse a lanzar guerras imperialistas, respaldó con entusiasmo, en 2004, la inclusión en la Alianza Atlántica de Bulgaria, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia y Lituania. Y ahora promete «apoyar a Ucrania durante el tiempo que sea necesario»: ¿De vuelta al chollo de las «guerras eternas»? En su nueve versión, el combate cósmico entre el Bien (EEUU) y el Mal (Rusia), tiene un nuevo Hombre del Saco, el villano Vladimir Putin, un nuevo héroe Volodímir Zelenski, y el anuncio del apocalipsis. ¿En serio que el destino de la humanidad depende de Dombás o Crimea? De los 830 millones de personas que sufren hambre en el mundo, 345 millones en 45 países (cifra duplicada desde 2019), viven en una situación crítica y 50 millones están al borde de la inanición: en Afganistán «liberado» por la OTAN, por ejemplo.

El segundo mantra, afirmando que la guerra la inició la persona de Vladimir Putin y terminará sólo cuando él decida retirar sus tropas de Ucrania, es contar la película a partir del minuto 45, censurando que iban a apuntar a esta nación con armas de destrucción masiva de todo tipo. La «guerra preventiva» de Rusia contra Ucrania ha sido un gravísimo error, pero ha sido EEUU quien ha ofrecido a Ucrania y Georgia, vecinos de Rusia y países que deberían permanecer como amortiguadores, unirse a la OTAN. ¿Se imaginan que México o Canadá fueran miembros de un Pacto de Varsovia? Incluso en la era soviética, y con el fin de desestabilizar la URSS, Washington patrocinó en 1978, a los yihadistas sunnitas en Afganistán, a un Jomeini de  extrema derecha anticomunista chiita en Irán, y a su homólogo católico, Lech Walesa, en Polonia. ¿Fue una coincidencia, que el mismo año y por primera vez en la historia del Vaticano, un cardenal polaco profundamente antisoviético, y enemigo de la Teología Cristiana de Liberación, llamado Karol Wojtyla, se convirtiera en el Papa?

La verdad siempre es la primera víctima de la guerra, y también en Ucrania, y, al igual que el asunto de las «armas de destrucción masiva de Sadam Husein» fue solo una de las 7 mentiras de la guerra contra Irak para conseguir unos 10 objetivos, los bulos abundan. Entre los últimos bulos para atizar el fuego del conflicto:

–  «La voluntad de China para enviar armas chinas a Rusia». ¿Qué quiere decir la «Voluntad»? Hasta el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, se ha reído: «Creo que si China le ayuda no será armamento. Será algo parecido a la ropa lo que le envíe».

– «El ataque ruso con misiles a Polonia», el bulo del 16 de noviembre, que le sirvió a la OTAN para enseñar más dientes en la «defensa de su territorio». Luego resultó que el misil tierra-aire S300 había sido disparado por Ucrania que no por Rusia.

La estrategia de Prometeizm, de debilitar a Rusia en el tablero euroasiático, diseñada hace un siglo, se ha intensificado. Tras la destrucción de la URSS, Washington planeó desmantelar la Federación Rusa capitalista al ver que le era imposible domarla, dominarla. El león no deja de ser león aun muerto, reza un dicho persa.

En esta zona de guerra, devastada por la estupidez humana, hundida en un inmenso dolor de quienes desde, al menos 2014, pagan con su vida la nueva configuración del mapa del mundo, el conflicto armado, al igual que todos, se ha gestado durante años, y en unos contextos históricos, políticos, sociales, y económicos, que no por la decisión del mandatario de una de las partes. Estaría bien que se formase un tribunal internacional para juzgar los crímenes de guerra cometidos por Rusia y Ucrania, pero también por EEUU en Vietnam, Yugoslavia, Irak, Afganistán, Yemen, o Libia.

La guerra de Ucrania, que es la primera que sucede, tras la Segunda Guerra Mundial, entre los estados industrializados, es una guerra proxy (indirecta, delegada) de EEUU contra Rusia, gestada en 2014, y plasmada en la foto del criminal de guerra en serie estadounidense John McCain en la plaza Maidan («Plaza», en árabe y en persa) de Kiev prestando apoyo a las fuerzas fascistas locales. Y eso sucedió cuando Kiev rechazó las demandas del Fondo Monetario Internacional de la venta de compañías públicas, desmantelar los programas de seguridad social, aumentar la edad de jubilación, eliminar el salario mínimo y los convenios colectivos, entre otras medidas de protección de la sociedad frente a un capitalismo buitre e insaciable.

Hoy, Ucrania, el país caído en desgracia, es el nuevo campo de pruebas para nuevas armas y nuevas operaciones psicológicas del control de las masas, donde los principales sectores de la economía estadounidenses -militar, energético, financiero y digital-, se han involucrado de lleno.

Los objetivos y la utilidad de esta guerra para EEUU

– Conseguir el control sobre la Eurasia (Heartland, Corazón de la Tierra), y así mantener la supremacía global.  «Tenemos interés no solo en las tierras al oeste del río Oder, sino también en el destino de los 200 millones de personas que viven en las naciones entre los mares Báltico y Negro», reconoció la secretaria de Estado Madeleine Albright en 1997.  Desde 2017, la OTAN ha instalado grupos de batalla en Bulgaria, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania y Eslovaquia, y ha aumentado el número de tropas, barcos y aviones en el flanco oriental de la Alianza, desde el Mar Báltico en el norte hasta el Mar Negro en el sur, rodeando Rusia. ¿Se imaginan estas mismas operaciones, por parte de Rusia y China, alrededor de EEUU?

– Frustrar cualquier iniciativa rusa en la región, para recuperar su poder antaño.

– Incrementar la presencia de la OTAN en su flanco oriental, destruyendo el poderío militar ruso, -que ha sufrido masivas pérdidas en soldados y armas-, de cara a futuros conflictos (y ¡lo ha hecho sin sufrir una sola baja!). Los ucranianos son simples carne de cañón.

– Correr una cortina de humo sobre el «abandono a los afganos». Ya nadie se acuerda de ellos y sobre todo de ellas.

– Imponer un cambio de régimen en Moscú. ¿Es posible? Si consiguieron cambiar el sistema socialista para restaurar el capitalismo, no será difícil patrocinar el ascenso de otro Yeltsin al poder.

– Romper la alianza entre China y Rusia, aunque ha sucedido lo contrario. Es más, gigantes como India o Brasil se han colocado del lado de Rusia y China con los que están unidos en el Tratado de cooperación BRIC. Justamente, una de las señales de la perdida de la hegemonía mundial por EEUU es que sus aliados más próximos, como Israel y Arabia Saudí, se han negado a participar en las sanciones contra Rusia.

– Acabar con la asociación económica germano-rusa. A estas alturas, da igual quien haya volado el gaseoducto Nord Stream. El valor de las empresas estadounidenses de perforación en alta mar ha subido un espectacular 42% en el mercado.

– Debilitar a los países «contestones» de Europa, Francia y Alemania. Una guerra en sus puertas ha sido la fórmula más eficaz para obligarles a  gastar el 2% de su PIB en armas.

– Aumentar aún más el presupuesto militar de EEUU. 1,7 billones de dólares es la partida asignada para la guerra por el gobierno de Biden, que ya ha enviado a Kiev un paquete de 40.000 millones de dólares, y otros miles de millones por sus socios para que Ucrania recupere sus territorios ocupados por Rusia. ¿Por qué no han tomado las mismas medidas (incluida el envío de armas) a los palestinos cuyas tierras también han sido ocupados por Israel desde hace siete décadas? Incluso, con parte de esta astronómica cantidad, podría paliar la pobreza de los 45 millones de estadounidenses y mejorar la infraestructura del país que cae a trozos.

– Dar protagonismo al sector militar.  Aunque las empresas militares occidentales necesitan unos años para ganar con la guerra de Ucrania, por el momento, la alemana Rheinmetall, que fabrica tanques Leopard, y el fabricante de municiones noruego-finlandés NAMMO, se han resucitado.

Animar el mercado de armas en lo siguiente:

– Probar nuevas armas: el dron suicida Switchblade 300 o los lanzacohetes múltiples M142 funcionan bien, concluyen, pero el misil diseñado para apuntar a los sistemas de radar enemigos no tanto.

– Copiar las armas fabricadas por el enemigo. Los drones kamikazes usados por Rusia han llevado a EEUU a diseñar un nuevo vehículo blindado, y fabricar unos drones desechables y baratos.

– Examinar nuevas tecnologías: el sistema Starlink de Elon Musk, uno de ellos.

– Asignar nuevas tareas para las compañías militares privadas (PMC). Aunque, la prensa sólo habla de Wagner, mercenarios al servicio de Rusia, numerosas PMC, como el Grupo Mozart, operan en Ucrania como «asesores» «entrenadores» «guardaespaldas», incluso para evacuar a las familias pudientes de las zonas de guerra.

– Acabar con el absurdo sueño de la élite rusa de restaurar una Rusia Grande: ¿para qué quiere más territorios, si tenía un suelo 23,8% veces más grande que el actual y lo perdió sin que nadie le disparase un solo misil?

– Tener control sobre Ucrania, y por ende, sobre un punto de distribución energética y sobre la seguridad alimentaria mundial.

– Aumentar los beneficios de las compañías energéticas estadounidenses, con las sanciones impuestas a Rusia. El presidente Emanuel Macron denuncia que EEUU vende su gas a los europeos a un precio cuatro veces superior al que ofrece a su mercado interno, aunque carece de valentía de oponerse a dichas sanciones. Los altos precios del petróleo no solo beneficiaron a Rusia, Noruega y Arabia saudí (que tuvo una ganancia de 42,4 mil millones de dólares sólo en el tercer trimestre de 2022),  sino también a las compañías estadounidenses ExxonMobil, que en 2022 ganó 56.000 millones de dólares, superando el récord del año anterior de 45,2 mil millones.

– Consolidar su liderazgo sobre la OTAN, justo cunando la UE hablaba de «crear un ejército europeo». Europa coincide con la demanda de Rusia y China (y el Sur global) en oponerse a la imposición de la agenda mundial de EEUU.

– Mostrar a sus socios los beneficios de aliarse con la superpotencia, y dando a la OTAN, que experimenta su mayor ampliación de la alianza militar, un propósito renovado. ¿Habrían solicitado Suecia y Finlandia ingresarse en la OTAN sin esta guerra?

– Que países como Francia rechazaran abiertamente disminuir sus relaciones comerciales con China llevó a Washington a utilizar esta guerra para forzarlos a someterse a los mandatos de la Casa Blanca.

– Militarizar aún más las relaciones internacionales, donde el poderío de EEUU sigue siendo superior una China que es la principal potencia industrial y comercial del mundo con el idioma más hablado y el ejército más grande del planeta y una diáspora que pueden poner en jaque a los líderes de los países de acogida.

La guerra es inherente a la economía de mercado y al capitalismo. Uno de los motivos de que los movimientos antimilitaristas no avancen es justamente apuntar a este nexo.

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*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario español on-line Público. Fuente:  http://www.nazanin.es/- Público.es