«A la mesa le falta una pata». Por David Selser

El Frente de Todos diseñó una mesa de acción política que tuvo su primer encuentro en la sede central del PJ.  Ninguna representación, de las convocadas, estuvo ausente. Ni las que constituyen el puro enunciado partidario de las distintas corrientes de la coalición ni las que actúan en nombre de los trabajadores o de los movimientos sociales.

 


El ancho espectro del movimiento nacional y popular que sintetiza el peronismo empezó a mover la maquinaria con la que iniciará la campaña electoral 2023 y con la que gestionará (¡claro que sí!) el próximo mandato presidencial.

La mesa no debería ser otra cosa que un correlato, trazado a grandes pinceladas, de la comunidad organizada: noción medular del ideario justicialista.  Nada más identitario ni más realista y, por ello, nada más verosímil para el ciudadano interpelado en su calidad de votante. Porque, en tiempos de proselitismo, a esta altura de la madurez democrática y luego de la estafa electoral de Cambiemos en 2015, se trata de  predicar la verdad. Decir lo que se es, lo que se hizo y lo que se espera concretar: tres dimensiones en las que el FdT saca indescontable ventaja a su principal oponente.

 

Sin embargo, analizada de ese modo la mesa estaría insuficientemente integrada.  Falta una pata en esa figuración de comunidad organizada que idealmente debería exhibir la mesa política del Frente de Todos.

 

Hablamos del capital productivo; del empresario, en especial el de escala Pyme.  El socio-colega estratégico del trabajador en la creación, la multiplicación y la distribución de la riqueza nacional, bajo la articulación del estado.

 

Nunca, salvo en períodos relativamente breves de gobiernos populares, el empresariado Pyme intervino en la agenda política con una representación con la potencia suficiente como para estar allí con voz, con voto y, sobre todo, haciéndose cargo de la pertenencia y el compromiso que aquello implica.

 

Imaginemos cuánto más fuerte, densa y abarcadora sería una mesa en la que participasen, con perspectiva política, representantes legítimos del capital nacional, asumiendo roles de estadistas más que de patrones. Y que lo hicieran sujetos al inequívoco destino que los liga, necesariamente, a los encuadres político-partidarios que estimulan y protegen la industria, el agregado de valor en origen, el fomento de la ciencia, la manufactura sostenible de las materias primas con creciente sofisticación, el apoyo a la radicación de empresas con sentido federal y alcance regional con el objetivo de procesar en origen y proveer en cercanías.

 

Nada más contradictorio que un Pyme votando a los campeones de la aniquilación de fábricas; los extractivistas; los primarizantes; los neoliberales; los fanáticos del aperturismo importador; los que aplastan el consumo interno; los popes del endeudamiento, la fuga y la consabida restricción externa; los que desprecian a la educación pública; los enamorados de la precariedad laboral; los propagandistas del monopolio y la concentración. 

 

El documento emitido luego de la deliberación de la mesa del FdT, fechado el 16 de febrero, dice textualmente: “… Queremos representar a los millones de argentinos y argentinas que quieren una Nación donde se promueva y proteja a quien produce y a quien trabaja; donde se creen empleos con derechos plenos que permitan el progreso individual y de cada comunidad; donde el sistema científico tecnológico y las universidades nacionales sean un orgullo para todas las personas; donde la igualdad entre varones y mujeres y el pleno respeto a las diversidades sean una realidad cotidiana; donde el federalismo sea un principio y una práctica de reducción de brechas de desigualdad, para contar con un país cada vez más justo e integrado.”.

 

Ese “queremos representar” se leería como un enfático “¡representamos!” si hubiera sido escrito también por una delegación del capital nacional sentada a esa mesa.

 

La estructura política del peronismo y sus aliados se debe a sí misma un esquema de representación permanente (una rama) que apunte a constituir un activismo unificado del sector Pyme. Esta unidad no quiere decir uniformidad, cosa que tampoco se le exige a los trabajadores, a los movimientos sociales ni, por cierto, al factor político.

 

La mayoría de las y los dirigentes Pyme que militan en las entidades gremiales empresarias confluye en un andarivel: el de su extendida vocación productivista, industrialista y federalista. En ese rasgo hallaremos la unidad de concepción que conduce a la unidad de acción.  

 

La ausencia Pyme en el escenario público es consecuente con la ideología de la actual derecha local, que no es industrialista ni es federalista. Pero, en la otra cara de la moneda, sigue siendo una hoja en blanco en el manual de realización política del espacio nacional y popular.

 

El capital nacional no ha tenido la capacidad de mostrarse unido ni de activar unido. Intentar encontrar la solución a ese déficit puertas adentro del sector Pyme es una quimera.  Sólo la autoridad y la decisión de la conducción política del peronismo es la que tiene la llave para que la referida unidad de concepción se materialice en unidad de representación y de acción.  

 

En las próximas reuniones de la mesa del FdT el factor político tiene la chance de invitar a la pata Pyme que falta y, con ello, conformar, validar y sumar un aliado necesario e insustituible para el ejercicio peronista del poder.

DAVID SELSER

INGENIERO AGRONOMO Y ABOGADO
SECRETARIO DE LA CONFEDERACION GENERAL DE LA PRODUCCION DE LA REPUBLICA ARGENTINA (CGP)
INTEGRANTE DE LA CGE METROPOLITANA
EX DIRECTIVO DE LA CONFEDERACION GENERAL ECONOMICA (CGE)