UNA BANDERA, MUCHOS MÁSTILES: LA SUCESIÓN DE LÓPEZ OBRADOR

En el ajedrez, la partida se termina cuando, el Rey acorralado y sin apoyos, cae sobre el tablero. La estrategia del adversario siempre pasa por ir debilitando su figura. Hasta hacerle jaque mate. El juego es ir golpeando a su ejército y llevar al líder a un callejón sin salida.


Para ello, hacer caer una torre con estruendo de fin del mundo, atacar al caballo con picas envenenadas, frenar el paso al alfil sacrificando anónimos peones, intentar acabar con la dama con maneras de verdugo. En realidad, siempre están intentando acercarse al objetivo final: matar a la pieza principal, acabar con el Rey.

En la actual fase democrática, la presencia de grandes liderazgos es condición indispensable para ganar las elecciones. Los grandes liderazgos generan identidades muy fuertes y por eso son el objetivo del acoso de las oligarquías. Su sustitución también es un desafío enorme.

En el momento actual de crisis del modelo neoliberal, la derecha sigue su tarea de acoso y derribo implacable a los gobiernos de cambio. O a su simple posibilidad. Lo hemos visto en Europa, donde la derecha española sigue insistiendo en la ilegitimidad del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos. Aún guardamos en la memoria el asalto al Capitolio en EEUU y la aceptación por parte del Partido Republicano de ese acto ajeno a la democracia. La estrategia se repite. En Brasil con Bolsonaro y el asalto en Brasilia, en Bolivia con el golpe de Jeanine Añez auspiciado por la OEA, en Perú con la destitución de Pedro Castillo, en Colombia con el intento de asesinato de la vicepresidenta Francia Márquez…

En México, por su tamaño, su frontera con EEUU y por el gobierno durante setenta años del PRI, el primer gobierno de la izquierda ha generado una reacción de las élites tradicionales. Es ahí donde se entiende el intento de usar el poder electoral para construir una opción política en un momento de decadencia del PRI y del PAN. En México, hay que recordar, el iliberalismo empezó muy pronto, robando las elecciones de 1988 a Cuauhtémoc Cárdenas (en ese movimiento alternativo al PRI ya estaba López Obrador), intentando sacar de la jugada a López Obrador en 2003, robando las elecciones en 2006, haciendo trampas en 2012…

La derecha usa, cuando así le basta, las reglas de juego. Pero cada vez de manera más evidente está pateando el tablero democrático. Con el abuso de la mentira y la presión permanente en los medios de comunicación, anunciando cada mañana el apocalipsis; con la reinvención de las reglas a través de jueces e instituciones venales y corruptas (siempre apoyados por los medios); con el uso de fichas públicas como si fueran propias en una lógica de corrupción permanente; con el hurto de las herramientas nacionales a través del inmoral entramado financiero internacional… Todos estos abusos son palos en las ruedas que ponen en peligro las reglas de la democracia liberal. Curiosamente, pese a que la derecha es la gran beneficiada del modelo, es la izquierda quien está defendiendo la división de poderes, la Constitución, el juego limpio y el respeto a las reglas.

Después del fracaso de los últimos levantamientos armados tras la caída de la URSS, la izquierda aprendió que el único acceso al gobierno es a través de las elecciones. La garantía de alcanzar mayorías pasa por que existan liderazgos capaces de concitar el apoyo de millones de personas. Una tarea sencilla en la derecha, con la propiedad de los medios de comunicación y el acceso casi ilimitado al dinero, y que, sin embargo, se torna muy complicada en la izquierda. Los Bolívar, decía Neruda, nacen cada cien años.

Hay que añadir que cada vez que surge un liderazgo potente en la izquierda, todas las baterías mediáticas, políticas, electorales y judiciales se dirigen contra esa persona para impedir su avance. Recordemos otra vez el desafuero con el que Vicente Fox intentó frenar a Andrés Manuel López Obrador en 2004. Recordemos los fraudes electorales, la utilización cada vez de nuevas estratagemas, el abuso de las instituciones electorales. Las presiones actuales en organismos como el INE son un espejo de ese comportamiento. Una ojeada cualquier día a los mensajes de los medios muestran ese panorama.

Uno de los problemas de la izquierda mal resueltos en casi todos los países es el de la sustitución de los liderazgos que reúnen un gran apoyo popular, de manera que los procesos de cambio no sufran retrocesos. A veces se ha solventado con atajos -como forzar la reelección- que por lo general, y aunque hay excepciones, no han resultado como se esperaba.

Las sustituciones presidenciales o de liderazgos son además momentos que utiliza la derecha para intentar desestabilizar a gobiernos que suelen catalogar de ilegítimo, de manera que a las dificultades propias de la sucesión se añaden los problemas añadidos de los que quieren aprovechar ese momento de debilidad para lanzar un órdago.

México, a diferencia de prácticamente todos los países donde gobierna la izquierda, se ha adelantado a este desafío. No solamente no hay un vacío respecto de quién será la persona que sustituirá como candidata de Morena a Andrés Manuel López Obrador, sino que ya existen varias personas (en la jerga mexicana se les conoce como corcholatas, la tapa de un refresco destapada frente a los tapados de la sucesión presidencial del PRI), todas con grandes credenciales para desempeñar esa tarea. Credenciales que se multiplican si se comparan con personajes ridículos o corruptos como Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto.

Mientras que la alianza frankestein de la derecha sigue huérfana acerca de quién podría representar en 2024 a esa alianza espuria del PRI, el PAN y el PRD, Morena ya ha dado a conocer a algunas de las llamadas corcholatas, personas con trayectorias consolidadas que quieren ocupar esa responsabilidad presidencial. En Red Transformación traemos el perfil de cuatro de las personas que las encuestas presentan como más avanzadas. Hay más personas en la carrera de las primarias, pero las encuestas parecen haber zanjado que la elección estará en uno de estos miembros destacados de Morena que han demostrado su compromiso de país y su capacidad de gestión: Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal. La lista sigue creciendo (ahí está Fernández Noroña) y, como ha dicho el presidente López Obrador, es bueno que otros hombres y mujeres se decidan a participar en la encuesta.

El presidente López Obrador, que puso como horizonte terminar con el conocido dedazo priísta, ha insistido en que en esta carrera de las primarias debe funcionar el piso parejo, esto es, que todos los candidatos deben competir en similares condiciones. Solo así la persona elegida realmente podrá recibir luego el apoyo popular. Y sólo así todos y todas aceptarán el resultado porque sabrán que han competido en buena lid.

Es importante que queden fuera los excesos propagandistas, que ocultan más que enseñan y que no siempre aciertan en señalar a la persona que necesita y quiere el pueblo. Igualmente, es esencial que la persona que gane entienda que necesita, para continuar la tarea de la 4T en el momento de debilidad de la sustitución de Obrador, del apoyo del resto de los contendientes. Una de las ventajas indirectas de la encuesta es construir y reforzar los liderazgos de Morena. Y sería incomprensible que quien ganara lo ganara todo y que quienes perdieran lo perdieran todo. Si no se comete este error, las primarias, que a menudo son un factor de división interna, servirán para todo lo contrario.

La continuidad de la 4T tendrá mucho que ver, en un país con un sistema presidencialista y con un Estado lleno de inercias, con la gestión que desarrolle la persona que sustituya al Presidente López Obrador. Por eso es tan relevante escoger a la persona que mejor pueda encarnar precisamente tanto la continuación como el ensanchamiento de un proceso democrático que lleva esperando desde el siglo pasado.

Y será también esencial el apoyo que brinde Morena a la persona que ejerza la presidencia, no como correa de transmisión del Gobierno, sino como faro ideológico y la conexión con la calle y la ciudadanía. Los partidos son en nuestras democracias un factor de continuidad ideológica y de compromiso programático. Le corresponde a Morena, como partido-movimiento, ser la guía de esa continuidad. No solo México sino toda América Latina, ahora que el país ha regresado al continente e impulsa la CELAC, sigue de cerca esta discusión. No en vano, Morena es ahora mismo el partido político más importante del continente latinoamericano. Y debe tener claro el objetivo: apoyar con total convicción y sin fisuras a la persona que gane la encuesta.

Un sexenio nunca es tiempo suficiente para cambiar un país. Ni siquiera dos. De ahí que la continuidad de la 4T sea un requisito para que no vuelva a naufragar la democracia. La encuesta debe ser una herramienta de unión y fortaleza. Desde las páginas de Red Transformación hemos querido aportar nuestro grano de arena.

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Por Juan Carlos Monedero*- Red Transformación

*Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. Artículo divulgado por Público.es