El año que vivimos en peligro.

El 2023 ha comenzado con un ambiente político totalmente recargado.

A las ya largas discusiones y enfrentamiento que se vienen arrastrando desde hace varios años con denuncias, agravios, zancadillas y muchas veces acciones de violencia,  como el atentado a la vice presidenta o escraches en la vía pública a dirigentes políticos de un lado y del otro de la famosa grieta.

A esa situación de conflicto permanente, donde es imposible el diálogo  y el más mínimo consenso, se han desatado las internas en cada uno de los frentes de cara a las elecciones de fin de año.

A nadie  y escapa que el FdT viene con una fuerte interna entre los sectores que acompañan a Alberto Fernández y los sectores más  duros del Kirchnerismo que apoyan a CFK y una eventual candidatura presidencial para ella. Esta interna desgastó mucho a todo el gobierno, pero sobre todo a la figura presidencial, llevándose puestos a varios ministros y agudizando la crisis económica heredada, con guerra y pandemia incluida.

Lo novedoso, o no tanto, es la guerra no declarada dentro de las filas de JxC. En las últimas semanas hemos visto una catarata de mensajes, captados de los celulares de sus principales figuras. En esos chat surgen con claridad el entramado de corrupción y complicidad entre la dirigencia política del Pro, jueces y fiscales federales, hasta miembros de la Corte suprema, más empresarios de medios como Magneto de Clarín o  Saguier  de La Nación.

No tiene sentido, como en la peleas de chicos, quien fue primero, lo está claro que detrás está la guerra entre Bulrich y Larreta por la candidatura presidencial y como siempre Mauricio Macri, quien aun en decadencia y sin ningún prestigio social ni político se empeña en conducir los destinos del PRo.

Fue Macri y su entorno más cercano quienes generaron esta forma perversa del control político, la investigación y el espionaje sobre la vida privada de los dirigentes, aun y con más ahínco pareciera de los más cercanos.

El carpetazo o su amenaza es la herramienta preferida de Mauricio para premiar o castigar a sus aliados y enemigos.

Pero como siempre el nivel de corrupción es tan grande que supura por toda la herida, ya el olor a podrido es tan fuerte que no se puede tapar con algunas tapas de Clarín o alguna operación de lawfare moviendo las piezas principales, como fue el dictamen de la Corte a favor de Larreta en su pelea con el gobierno nacional.

Esta movida, que sumada a otra anteriores, como la sentencia a CFK, su proscripción y antes un intento de asesinato, pergeñado y financiado según todas las sospechas  por dirigentes muy cercanos a Macri y Bulrich, tenían como objetivo acorralar al gobierno nacional y generar un caos social que hiciera posible un golpe institucional.
Paranoia? Exageración de este cronista? Puede ser, pero mirémonos en el espejo de los demás países latinoamericanos y no estamos tan distantes de esa realidad.

AF reaccionó  rápido y con firmeza.   A pesar de un momento dubitativo, encaró  el juicio a la Corte, a pesar de las flaquezas y traiciones de varios gobernadores. Además de profundizar con denuncias fuertes las acciones de lawfare, que el viaje a Lago Escondido mostró en toda su impudicia, la corrupción y el “cabaretismo” del bloque de diputados del Pro, encarnado en el operador de Bulrich,  Gerardo Milman o los negocios de Marcelo D’Alessandro  que llegan hasta el alcalde porteño.

Como siempre, fue CFK quien con anticipación marcó  el camino con más claridad, hoy la lucha es “democracia o mafias”.

Por ahora la mayoría del FdT está alineado en esta lucha. Veremos si no terminan diluidos en sus propias internas y olvidándose del  enemigo principal. La diferencia a ocasiones anteriores es que hay conciencia que una vuelta de la derecha al poder podría ser catastrófico para el país y también para ellos. La mayoría de los dirigentes, tienen claro que esta vez también van por ellos.

La confrontación permanente entre estas dos coaliciones que suman más del 80 % del electorado, más los conflictos hacia dentro de las mismas ha generado una situación de parálisis del Estado y de sus instituciones. La oposición empeñada en no dar quorum en las sesiones del Diputados, ha paralizado la sanción de leyes, algunas trascendentes para la vida cotidiana, como las económicas, moratoria jubilatoria, alquileres, etc.

JxC  hasta hace unos meses se paseaba triunfal en un  camino sin obstáculos hacia el gobierno en 2023, hoy esta golpeado y a la defensiva. El Juicio político a la  Corte le pegó al Pro y sus aliados mediáticos en la línea de flotación. Por eso su desesperación, porque más allá del resultado final, la Corte saldrá muy golpeada y con ella todo el andamiaje mafioso montado por Macri y sus secuaces de la mesa judicial. Era este armado el que les garantizaba impunidad total para los “amigos y sus negocios”.

Hoy no tiene  discurso, solo un antikirchnerismo feroz y un republicanismo pueril, del que siempre descreyeron,  pero ese relato solo llega a su núcleo más duro. Carecen de proyecto político y económico, ya que las propuestas de Macri o Bulrich son inviables y solo conducirían a un caos mayor; y el resto de la dirigencia, Larreta incluido, no pueden construir ni un balbuceo  y menos un proyecto que convoque más allá de los límites de un ultra antiperonismo.

 

Por otro lado el oficialismo transita estos meses con más tranquilidad. Habiendo tomado la iniciativa en materia económica a través de la gestión Massa, quien con costos altos y bastante pragmatismo ha podido tener bajo control las variables macro económicas, que solo hace unos meses parecían que iban a estallar.

Y como decíamos anteriormente Alberto Fernández de a poco retomó  la iniciativa política. Dejó de lado el consensualismo que nunca le funcionó  y alineó  sus cañones contra los enemigos reales de la democracia. Debe ahora realinear  su tropa, pues muchos de ellos no creen en esa lucha o no se animan a enfrentar el poder. Y debe ajustar la gestión, hay muchos funcionarios que no funcionan, otros están mirando una película y no animan a ser protagonistas. AF necesita reajustar su gestión y pensar en un armado de gabinete y un armado político electoral de cara al 23 con posibilidades ciertas de dar pelea.

Por otro lado la izquierda vernácula deambula en un diletantismo y una mediocridad que asombra. Una crisis global del sistema económico con claras repercusiones en lo interno seria, a priori, un caldo de cultivo para la construcción de un movimiento de masas anticapitalista. Sin embargo siguen con un discurso atrasado sin comprender los cambios profundos que están ocurriendo en el mundo y en la Argentina.

La que si está capitalizando algo el descontento social es la derecha libertaria, encarnada por Milei y fogoneada por Clarín y otros medios importantes. Más allá de la captación de sectores juveniles descreídos por la política, no pareciera ser un fenómeno que pueda modificar el escenario electoral. Si bien se puede ver a través de algunas encuestas la penetración en sectores juveniles, supuestamente más cercanos al peronismo. Si, esta derechización o el apoliticismo de la juventud es un fenómeno preocupante, del cual la dirigencia política debe hacerse cargo.

 

Las últimas encuestas están dando paradójicamente un cambio en las expectativas de la población. Ha ido desapareciendo esa sensación de incertidumbre y malestar, esa falta de futuro que se estaba instalando en la población. Es cierto que mucha de ella fue y es construcción de los medios hegemónicos empeñados en mostrar un país fracasado y sin salida. Y como toda construcción mediática tiene sus límites cuando choca con la realidad. La situación económica cotidiana ha ido mejorando, hay más empleo, hay mayor actividad económica, la industria está creciendo y volviendo a los niveles pre Macri, hay récord de exportaciones, etc.

También es cierto que hay nubarrones en el futuro cercano, los problemas siguen estando, la inflación, empleo precario, los bajos salarios, la pobreza y la indigencia de muchos sectores y la deuda, siempre la deuda, como  un restricción permanente; la que está en dólares contraída por el gobierno anterior y la deuda en pesos, funcionaran como bombas de tiempo sobre todos los argentinos en los próximos años.

Mientras tanto puede verse una sociedad aun golpeada y frustrada, pero movilizada detrás de objetivos parciales, pero que la afectan directamente: la lucha contra la minería, los agrotóxicos, la lucha por el salario o por el trabajo, o la subsistencia diaria, etc. Sin embargo toda esta movilización carece de conducción y objetivos comunes. Aisladas las demandas y los grupos que las lideran  van perdiendo potencia y protagonismo.

El legítimo orgullo y alegría  de millones de ciudadanos por el tan deseado y merecido campeonato  mundial, expuso el divorcio de la dirigencia con la sociedad. Mientras cinco millones de argentinos festejaban en la calles en forma pacífica el triunfo, la dirigencia solo operaba mezquinamente para sacar la mayor ventaja posible o impedir que el otro lo haga. El comportamiento del periodismo, los medios, los políticos y la dirigencia del futbol en un internismo voraz y mezquino mostro su cara más bochornosa, frustrando el encuentro deseado entre el pueblo y sus jugadores.

Esta contradicción entre una sociedad buscando un destino y una dirigencia política, social, empresaria, intelectual, alejada cada vez más de la realidad de un país, abre una puerta de preocupación hacia el futuro. Estamos en el fin de una etapa o en el final de una época?

Difícil predecirlo, pero pareciera que esta crisis, ya no es una crisis pasajera como muchas de las que hemos tenido, sino que esconde una fractura del régimen político que se proyecta hacia el futuro.

Mientras tanto la percepción de una dirigencia política alejada de las preocupaciones sociales, fracturada, enclaustrada en disputas de poder interno, que solo se preocupa por su subsistencia, alimenta el concepto de “casta” y la aparición de líderes o proyectos autoritarios, que ponen en peligro la misma democracia.

El macrismo expropió  el futuro de los argentinos con su desastrosa gestión, pero el FdT llegó  al poder prometiendo una esperanza, pero en su fracaso puede arrastrar hasta el sistema democrático.

Es casi evidente, oyendo los discursos de los principales dirigentes de ambas coaliciones, que no hay proyecto de futuro en ninguna de ambas fuerzas.

Sin una agenda de futuro, sin un relato que convoque a una nueva gesta, una nueva épica, a un proyecto de desarrollo viable que integre a los cuarenta y cinco millones de argentinos se hará  muy difícil o casi imposible cualquier construcción política.

La derecha vernácula no lo tiene ni lo va a tener, su proyecto es una restauración neo conservadora, que vuelva el tiempo atrás, a una “colonia prospera”, donde ellos sean los administradores y pongan, en el mejor de los casos, al virrey. Los tiempos han cambiado y solo podemos ser en este esquema una colonia empobrecida con un pueblo en la miseria y la indigencia.

Solo el campo popular, y  básicamente el peronismo, puede reconstruir un movimiento de liberación y justicia social, elaborar un programa y una agenda que movilice, organice y de sentido a la acción política, plantear una agenda de gobierno que tenga como objetivo el trabajo de los argentinos, una reindustrialización acelerada, terminar con la pobreza y la indigencia, ampliar los límites de la democracia hacia un régimen más abierto, participativo y directo, construir una nación integrada y solidaria, etc. Si se quiere una agenda mínima y racional para una situación normal.

Sin embargo el desafío parece mucho para la dirigencia actual, de la cual somos parte. Bastante mediocre por cierto, que solo se mira a sí misma y que solo habla del pasado y del paraíso perdido.

Paraíso que no volverá, porque el pasado nunca vuelve.