Marcando el camino

Todo pareciera indicar que a un año vista de las elecciones del 2023, el actual gobierno argentino podría enfrentarse a una derrota. Según todas las encuestas el Frente de Todos va directo a una derrota electoral frente a la oposición de Juntos por el Cambio, algo impensable hace tres años cuando el peronismo  unido y renovado se imponía ante el expresidente Mauricio Macri luego de su pésima gestión gubernamental.

La situación actual del gobierno parece amesetada, luego de un largo periodo de declinación persistente, casi desde el comienzo mismo de su gestión. La sumatoria de una herencia muy pesada, gruesos errores propios, más una situación internacional muy compleja, guerras, pandemia, crisis económica, ambiental, migratoria, un fuerte avance de las ultraderechas en los países centrales, etc, fueron construyendo un escenario dificil. En síntesis tuvo que enfrentar un mundo en crisis, con problemas nuevos y otros estructurales que no supo, no pudo o no quiso resolver,.

Enfrento una situación heredada del gobierno anterior muy compleja, una inflación galopante, recesión y una negociación de la deuda externa impagable, que no solo condiciona hoy la economía sino sobre todo la soberanía sobre las políticas internas del país. No hay que olvidar nunca que la deuda externa es un mecanismo de dominación imperial para dominar, controlar y saquear las riquezas de los países.

Así la gestión de Alberto Fernández  se vio jaqueada por restricciones externas pero también por una oposición muy dura,  tanto en lo político y lo económico. Detrás de la inflación persistente hay un establishment empresario que está apropiándose de la riqueza de los argentinos, acaparando el excedente generado y fugando las divisas.

A partir de políticas correctas durante la pandemia logro altos índices de imagen positiva, pero que fue perdiendo en la medida que no pudo dar respuestas a la crisis ni a las demandas de la población, sobre todo en medio de una larga cuarentena que acentuó la crisis económica, pero que también generó tensiones sociales e intra familiares de difícil medición. También hay demandas insatisfechas como la seguridad, donde tanto el gobierno nacional como el de provincia de Buenos Aires muestran un fracaso evidente.

Puede mostrar logros como el aumento del empleo registrado, baja en los índices de desocupación, crecimiento de las industrias y del uso de la capacidad instalada, pero que estas mejoras no se ve reflejada en la situación ni en las expectativas personales y económicas de la mayor parte de la población.

El gobierno de Alberto Fernández languidece, nunca se atrevió  a traspasar los límites muy marcados por los grandes medios,  voceros de la derecha. La oposición y los medios vienen corriendo al gobierno con una agenda “republicana” y una “ética de gobierno”  que esa derecha  violó  históricamente.  Así atacan y descalifican sus políticas económicas, por más pro mercado y claudicante ante el poder real, en nombre de un programa ultraliberal, que siempre fue un fracaso en la Argentina y sus voceros son los eternos mercaderes del ajuste permanente.

En este contexto el Poder Judicial funciona como brazo armado del poder real,  insiste en su trabajo de demolición, atacando, cuestionando las acciones de gobierno, poniendo límites a la gestión, judicializando la política, siempre en beneficio del poder hegemónico. Además este aparato judicial actúa como gendarme y verdugo,  persiguiendo o amenazando con juicios a dirigentes populares por actos de corrupción reales o supuestos de la etapa anterior. Blandiendo además su espada de Damocles sobre la cabeza de muchos funcionarios actuales, que sienten el temor de su suerte cuando este gobierno termine y se vean desfilando por Comodoro PY

Y ahora Massa.

Hoy el FDT está atado a la suerte de la gestión del superministro Sergio Massa, quien se puso al hombro la gestión en medio de una crisis y casi un golpe de mercado, llevado adelante por los sectores empresarios que bregan por la devaluación.  La buena relación de Massa con el establishment local y los contactos fluidos con la dirigencia empresaria y política de EEUU facilitaron los primeros tiempos. Por ahora viene mostrando buenos resultados.

Atado a las políticas económicas fijadas por el FMI, ha lanzado en estos días su carta más compleja, el acuerdo de precios con los grandes grupos económicos, tratando de morigerar la tasa inflacionaria a niveles de cierta normalidad.  El “ajuste” que nadie nombra es muy fuerte y se ve claramente en el presupuesto recientemente aprobado. Además, esto tampoco nadie lo dice por su nombre, el plan “cierra”, favoreciendo las actividades de exportación, sobre todo commoditys, para atraer dólares, y salarios muy bajos. Salvo en algunos rubros donde existen sindicatos fuertes que puedan negociar las paritarias, el resto corre detrás de la inflación. Donde más se siente está perdida constante del poder adquisitivo es en los sectores informales y el sector estatal, provincial y municipal sobre todo, donde los salarios, como se ve en estos días en los trabajadores de la salud,  son irrisorios.

Por supuesto que esta política económica genera tensiones hacia dentro de la coalición de gobierno. Si bien Massa tiene mayor respaldo político y peso propio que su antecesor Martin Guzmán, y son pocos por ahora quienes cuestionan la gestión del superministro, los ruidos internos continúan. La salida del FdT de varios movimientos sociales acaudillados por Grabois, se postergó, luego del intento de asesinato de la vice presidenta, pero tiene fecha próxima de ruptura. Sectores duros del kirchnerismo también vienen planteando la salida del gobierno y habían puesto fecha de salida en diciembre.

El intento  terrorista de asesinato de la vice presidenta Cristina Fernández, marcó un quiebre en la situación política del país. La centralidad de CFK, tanto hacia dentro del espacio como hacia afuera es innegable. Sus palabras o sus silencios marcan la agenda política, no solo del FdT sino también de toda la oposición.

El operativo clamor “Cristina Presidenta”, llevado adelante por los sectores kirchnerista, tiene como objetivo instalar su candidatura en el 2023 y sumar detrás de su figura a todo el campo nacional y popular. Como medida táctica es buena, porque permite retomar cierta iniciativa política de cara al 2023. También los gestos y las palabras de Cristina generan una fuerte expectativa, sobre su futuro político. Si es candidata o no, pasa hoy por una decisión propia.

Pero mientras tanto pasan cosas. El lawfare sigue en pie y más belicoso que nunca contra ella. Han reflotado causas que ya habían sido desestimadas y al mismo tiempo anuncian los periodistas una dura condena en el caso vialidad. Pocas veces nuestro país vivió situaciones de tanto bochorno en manos del aparato mediático judicial.

El trato judicial dado al intento de asesinato de CFK es un ejemplo de esto. Un acto de terrorismo evidente, de una gravedad que no vivíamos desde la dictadura militar de 1976,  que mostró  claramente el contubernio de la Justicia Federal con los grupos económicos macristas. La jueza Capuchetti se negó reiteramente a seguir la pista política porque llevaba directamente al grupo de Patricia Bulrich,   tampoco quiso seguir la pista del dinero, cuando está casi comprobado provino del grupo Caputo, íntimos de Macri y grandes beneficiarios de los negocios espurios del gobierno de Mauricio.

Nadie investiga el comportamiento de la policía metropolitana, que dejó  tierra liberada en muchas ocasiones cuando actuaban estos grupos de choque como Revolución Federal, tanto contra la vice presidenta como a dirigentes políticos oficialista, ni el comportamiento de esta esta policía el día de la vallas, donde, después se conoció, hubo un primer intento de asesinato frustrado. Nunca se quiso investigar la acción de agentes de la AFI en los días previos al atentado y en los numerosos escraches frente a la casa de gobierno o el Instituto Patria, o la Policías Federal y la misma custodia el día del atentado. No es intención acusar a nadie desde esta líneas, pero es claro que un intento de magnicidio de esta magnitud no es un hecho aislado, producto de un grupo de loquitos. Una investigación seria va por todos los indicios, sin preconceptos previos.

El gobierno del FdT nunca fue seriamente contra el aparato del lawfare. Creyó  y lo dijo ingenuamente que la justicia debía depurarse a si misma, no se quiso reponer la ley de medios, cuando se podría haber hecho por decreto, no se quiso remover al Procurador General o reponer a la anterior Alejandra Gils Carbo, injustamente obligada a renunciar y no se fue contra la Corte Suprema, que se convirtió en un ariete opositor al servicio del macrismo.

Podríamos seguir con el listado de acciones y medidas que hubieran cambiado la situación política, solo y a título de ejemplos tres casos extremos, donde queda claro la mediocridad y cobardía imperante, Caso Vicentín, una estafa colosal al erario público y a los trabajadores y productores agropecuarios, todavía impunes y protegidos por la Justicia Federal de Santa Fe. El otro caso trágico y doloroso, es la prisión y la persecución arbitraria de Milagro Salas, en manos del gobierno de Jujuy y la de muchos presos o procesados políticos, víctimas de una campaña sistemática por parte del aparato político, judicial y mediático, donde Clarín y la Nación son arietes sistemáticos del rencor y la revancha de los grupos de poder.

Los casos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel asesinados por los grupos de tareas de la prefectura y la gendarmería, liderados por Patricia Bulrich, nunca investigados en tres años de gobierno. La persecución del pueblo mapuche, por el solo hecho de pedir un pedazo tierra para continuar con sus tradiciones, mientras por el otro lado se permite la apropiación de miles de hectáreas en el sur argentino por empresas extranjeras. Siendo el caso Lewis el más escandaloso, generando en territorio argentino un feudo propio, con sus propias leyes y su fuerza de seguridad.

La lista es larga, podríamos nombrar tambien, las medidas pusilánimes en el tema de la vías navegables Paraguay – Paraná, puertos en manos privadas donde no existe el control del estado, donde además del contrabando de granos es una entrada y salida de la droga hacia los países europeos, en ese marcó las idas y vueltas con el dragado del canal magdalena, que rompería la dependencia argentina del puerto de Montevideo y a su vez permitiría el desarrollo de los puertos de aguas profundad, tanto la Plata, Quequén y Bahía Blanca.

No se quiso avanzar en políticas democratizadoras, ampliar la participación y la organización popular es básica en cualquier gobierno que se precie de peronista. Se discutió hasta estos días la supresión de las PASO, si bien tienen cosas para corregir y mejorar, fue y es una herramienta que abre la participación popular y permite escuchar más y mejor la opinión del electorado. Los problemas de la democracia se arreglan con más democracia.

Siempre se vio con temor la presencia de la gente en la calle y cuando hubo manifestaciones callejeras, rápidamente se las desestimo, cuando la movilización popular es una herramienta fundamental de un gobierno popular.

Un gigante con pies de barro.

Con la constitución del FdT, bajo la conducción estratégica de CFK, permitió generar una coalición política muy fuerte, que puso término a la pésima experiencia macrista. Sin embargo ocurrió lo que muchos temíamos, una coalición pensada para ganar una elección no necesariamente garantizaba un buen gobierno.

En la heterogeneidad del Frente primaron las fuerzas “progresistas”, una especie de frepasismo tardío, que se puso como centro una agenda porteño céntrico, de “izquierda progre” en lo cultural pero muy cercana a la derecha en el pensamiento económico. Se perdió de vista el país federal, los amagues de Alberto de construir poder alrededor de los gobernadores, quedó  en eso, en intenciones.

Agravada esta situación, por un factor que se viene manifestando desde 2008, poco a poco el kirchenrismo se fue convirtiendo en un partido del conurbano. Primero se perdieron las grandes ciudades del interior, Bahía Blanca, Mar del Plata, La Plata y luego la mayor parte de las pequeñas ciudades del interior bonaerense, se perdieron  provincias importantes, como Mendoza o Córdoba. Al principio era una franja amarilla que dividía en dos el mapa del país. Era la pampa sojera, sin embargo esa mancha amarilla se fue extendiendo, marcado claramente el alejamiento de los sectores medios del interior hacia la alianza cambiemos.

Tal fue así, que en 2015 no solo se perdió la elección nacional, sino que también se perdió  la provincia de Buenos Aires y la mayoría de los municipios del interior.

Hoy de cara a las elecciones del 2023, volvemos a ver la misma situación, o muy parecida al 2015. Los sectores de gobernadores e intendentes se cierran sobre su territorio, tratando de alambrarlo para que la ola amarilla pase de largo. Un sálvese quien pueda que es suicida. Las políticas defensivas solo no van a condenar a otra derrota, sino todavía a una más catastrófica. Se van a perder municipios del conurbano y se va a perder la provincia, salvo que se pueda compensar loa votos pedidos en el conurbano con una mayor cantidad de votos en las grandes ciudades del interior bonaerense. Algo improbable al día de hoy.

Para ver la gravedad de la crisis estructural del movimiento popular, las últimas encuestas muestran un avance importante de los votantes de Milei en los sectores juveniles del conurbano, otrora fortaleza del kirchnerismo. El mismo fenómeno se ve en Córdoba, donde Milei se está convirtiendo en una segunda o tercer fuerza, captando votos que antes apoyaban a los candidatos K.

El aparato político del peronismo bonaerense, otrora imbatible, hoy muestran fisuras y limitaciones serias. Totalmente en retroceso, buscó  la alianza con La Campora para fortalecer y alambrar el distrito. Sin embargo este proceso de vaciamiento político, de nulo debate y participación está alejando a la militancia silvestre y a la militancia orgánica ante el sentimiento de fracaso e impotencia. La política bonaerense se convirtió nada más que en una lucha por la caja y la lapicera.

Y la oposición de mal en peor.

Por otro lado la alianza cambiemos navega en una interna feroz, unida por el temor a las represalias a los que rompan el armado y además nadie se baja por si mismo de un carro ganador. Sin embargo la derecha argentina, bruta e ignorante, tensa la cuerda hasta los límites planteando ideas de gobierno inviables por el retroceso político y social que significaría. Una aplicación lisa y llana de las ideas para su futuro gobierno que expresa Macri en el libelo “Para Que”, significara un escenario muy violento, con movilizaciones populares y una represión gubernamental con palos y balas y con muertos en las calles, según prometen Mauricio y Bulrich.

Los grandes grupos internacionalizados agro exportadores sueñan con una fuerte reseteo de toda la sociedad, refundar “la República” oligárquica conservadora  y terminar de una vez por todas con el “peronismo”. Detrás de ese sueño está el apoderamiento de la renta generada por los argentinos, acumular y concentrar toda la riqueza en las mil familias dominantes, para ello deben llevar adelante un ajuste brutal, sobre todo sobre salarios y jubilaciones, anular las leyes y beneficios laborales y previsionales.

Las agresiones materiales y simbólicas contra los intereses populares parecen marcar una nueva agenda de  gestión para un futuro gobierno de Juntos por el Cambio. De mas esta decir que estamos a ante un escenario de conflicto social agudo.

Una partido opositor que solo siembra odio y resentimiento desde el llano y solo promete violencia  para el que piense diferente cuando sea gobierno, un escenario de caos  asusta a los sectores medios “independientes” y a los grandes grupos económicos. La violencia en la calles no es buena para los negocios.

 

Cristina, siempre Cristina, marcando el camino.

En el día de la militancia se realizó el gran acto de reaparición de CFK en la ciudad de La Plata ante más de sesenta mil militantes y ella como única oradora.
Mostró  una vez más que sigue siendo la gran líder argentina, el mayor punto de acumulación del proyecto nacional y popular.

Fue un discurso emotivo pero con propuestas para el futuro. Hablo del pasado pero sobre todo lanzado hacía el futuro, convocó  al debate de modelos y a una síntesis a través de grandes acuerdos políticos para afianzar la democracia. Convocó  a la unidad, a construir una democracia sin violencia política y a una nueva mayoría.

Ante tanto desanimo, ante tanta frustración, ante tanto mensaje de odio y resentimiento CFK convocó  a la esperanza.

Argentina vive en los límites de un laberinto, donde no se puede ver la salida. Parece condenada a repetir una y otra vez la misma historia de fracasos y frustraciones. En ese marasmo CFK marcó   una  agenda de cara al futuro, para el gobierno de Alberto Fernández, pero sobre todo para todos los argentinos.

Antonio Muñiz

Noviembre 2022