–Tras su paso por la función pública sigue activo en los Informes de Coyuntura que elabora con su equipo de economistas. ¿Qué aporte les interesa realizar al debate económico?

–Queremos hacer un aporte al seguimiento de la actualidad tratando de identificar movimientos estructurales. En los próximos cinco años Argentina va a sufrir grandes transformaciones. La energía va a ser un vector de competitividad con impactos políticos y económicos; y el escenario internacional hace que nada sea igual después de la pandemia y de la guerra. El multilateralismo está roto, los bloques se cristalizan y lo militar llegó para quedarse. Se van a sostener los aumentos de los alimentos durante un tiempo largo y habrá tensiones, sobre todo en un país productor de alimentos.

–¿Hasta qué punto las empresas argentinas pueden justificar sus aumentos de precios con el contexto internacional?

–El impacto existe. Pero hay un componente de inflación monopólica en un escenario global del capitalismo en el que la tónica parecería ser producir menos y ganar más. Eso se da en la Argentina en la producción de alimentos. Las empresas plantean el problema de los costos de insumos, pero son reticentes a darte los números. Hay una lógica que es que el precio de venta no lo determina el costo sino la voluntad de maximizar la rentabilidad y eso impacta en la góndola. Pero es cierto el impacto de la guerra sobre los insumos básicos, por eso soy partidario de
las retenciones. Para los dos componentes hay regulaciones.

–¿Puede describir al lector de Tiempo cómo es el proceso de negociar con las empresas de consumo masivo?

–Es duro. Te sentás en los salones de la secretaría, que son imponentes porque están construidos para demostrar el poder del Estado, y te tenés que plantar con el objetivo de regulación bien claro, porque si no empiezan discusiones generales y se pierde el norte. Como funcionario, tiene que estar claro lo que pretendés de la negociación. Por ejemplo, de abastecimiento y precio. Ellos tienen todo el tiempo y todo el equipo. Hay que ir con propuestas claras y contundentes y no apartarse ni un milímetro del objetivo.

–¿Qué estrategias se deben poner en juego desde la administración pública?

–Por ejemplo, con la política de canastas, teníamos una canasta libre y una regulada. Las empresas siempre querían sacar de la canasta regulada el producto estrella, entonces, por ejemplo, Coca Cola retiraba la botella de 1,5 litros. Vos tenés que tener muy clara cuál es tu canasta y ponerla sobre la mesa. En cuanto al desabastecimiento, como ellos sabían que los comercios de proximidad eran más difíciles de regular, hacían pasar una parte de su producción por ese canal y restringían la provisión a hipermercados. Ellos son muy duros pero el Estado es el que regula. Se necesita mucha cohesión de Estado.

–Ese es justamente un problema que tiene este gobierno.

–Ahora no. Yo lo veo a Massa tomando las decisiones. Yo era secretario de Estado pero él es el ministro, tiene su equipo cohesionado. Puede tener éxito y espero que lo tenga.

–¿Qué análisis hace de Precios Justos?

–Que retoma buena parte de las herramientas que nosotros aplicamos. Esperemos que la cohesión política del gobierno le permita avanzar en esa dirección. El mensaje es que las regulaciones sirven y todo instrumento regulatorio frente a los monopolios y a un frente internacional adverso es útil.

–¿El comercio negocia con la misma dureza que las fábricas?

–Es diferente al caso de las fábricas, porque el comercio tiene claro que buena parte de su prestigio se juega en la regulación. Sobre ellos cae el control de los verificadores y del ciudadano. Parte del comercio de proximidad es un autoempleo, entonces los márgenes de rentabilidad pretendidos son muy altos. Es el caso de los almacenes. Pero la verdad, en toda esta discusión el problema más grande eran las alimenticias monopólicas, tanto las multinacionales como las locales. Eso es lo que nosotros vivimos y sentimos.

–¿Cómo evalúa hoy a los fideicomisos para la harina y el trigo que lanzó su gestión?

–Fue una alternativa a las retenciones en el contexto de la guerra. Es importante porque permite al Estado intervenir en el mercado interno, pero no sustituyen a las retenciones. Hay una resistencia muy grande a la intervención en el mercado del trigo porque obliga a transparentar la trazabilidad de la bolsa de harina. El instrumento obliga a blanquear los movimientos del mercado. Como herramienta es buena, controlable y transparente.

–Del otro lado de la mesa, las retenciones parecen una institución innegociable.

–Ese es un error y es un problema para el peronismo. No podés tener renta extraordinaria en el agro, la energía y la minería y a la vez un montón de gente en la indigencia. Con retenciones o con la expropiación de Vicentin hay que transferir esa renta. Del otro lado será un bastión, pero de este lado es parte de la discusión estructural.

–En su Informe de Coyuntura de septiembre interpretó el atentado a Cristina Fernández como la continuación de la política por otros medios y argumentó que a las empresas se les presenta la oportunidad histórica de consolidar estructuralmente la ventaja que tienen hoy debido a los precios internacionales.Usted, que se sentó a dialogar con las grandes corporaciones cara a cara, ¿cree que esos grupos de poder económico están detrás del intento de asesinato de la vicepresidenta?

–Sí. Están detrás y buscando un modelo político. Se ve en sectores empresariales, no en los primarios, pero sí en los que tienen algún grado de valor agregado, como pueden ser las aceiteras, la industria molinera o algunos frigoríficos. Los que tienen manufacturas de origen agropecuario están pensando que tienen precios internacionales altos y dos vectores de competitividad, mano de obra barata en dólares y energía que va a ser abundante y barata, entonces dicen “hay que consolidar este esquema”.

–El tema es muy serio, ¿Cómo se hace para seguir negociando con esas empresas?

–El peronismo ha sabido negociar y confrontar en procura de una justicia distributiva. La coyuntura es una oportunidad para la Argentina, el problema es quién se apropia de la oportunidad. Lo que hay que lograr es que la renta extraordinaria sea apropiada en un modelo armónico en lo social. Eso es un deber del peronismo y no es lo que está pasando. Al intento de magnicidio contra Cristina hay que enmarcarlo en esta disputa estructural porque el proceso de la investigación da cuenta de una conspiración. Siempre que hay un proceso de cambio estructural se producen estas tensiones. «

TIEMPO ARGENTINO