«ESA MUJER»

A propósito de la serie Santa Evita, basada en la novela homónima de  Tomas Eloy Martínez, donde se narra, mitad verdad, mitad ficción, la persecución aberrante que el odio antiperonista descargó  sobre el cuerpo de Eva Perón. Mas allá de los errores históricos y algunas incongruencias la serie pone una vez mas la figura de Eva Perón en el centro del debate político argentino. 

Setenta años después ese odio profundo del antiperonismo sigue vigente en ciertos sectores sociales y se expresa con vehemencia en muchos medios de prensa y grupos políticos, sin embargo como cuenta Walsh en Operación masacre » sin embargo ese odio y la persecución que sufrió finalmente el peronismo, junto a toda esa perversión represiva, terminó por resaltar el recuerdo de Perón y de Evita».

Anterior a la novela de Tomas Eloy Martínez  existe un cuento,  escrito por Rodolfo Walsh, «Esa Mujer», tal  vez uno de los mejores cuentos de la literatura argentina

 


Se trata de un coronel que tiene el cadáver de una mujer embalsamado, y lo entrevista un interesado en saber. Uno ya sabe antes de leerlo que el cuerpo es el de Evita. El coronel se cuenta que tuvo el cadáver de Evita y lo mostraba a sus conocidos, tenía por lo visto incluso cierta parafilia sexual con el cuerpo, como se relata en un diálogo que lo hacía el gallego que lo embalsamó.

 

 

El cuento está escrito en primera persona, abunda en diálogos y descripciones, y en pocas frases enunciativas. Sin conocer el contexto histórico en el que fue escrito es difícil comprenderlo o se perdería prácticamente todo su sentido.

En el prólogo del libro se indica que la conversación realmente existió…

Se trata de un coronel que tiene el cadáver de una mujer embalsamado, y lo entrevista un interesado en saber donde está ése cadáver, y en medio de una charla donde se toma whisky, con descripciones de un departamento, el entrevistador intenta tener ese dato, en las últimas líneas hasta le ofrece plata, abundante plata, para que el coronel le dé ese dato.

El militar no le dice nada, termina diciendo que ese cadáver es suyo…

Si por ejemplo en un país con poca memoria o nula en unos cuantos, con muchos interesados en que no se tenga memoria, un país donde se dice que “pocos resisten un archivo”; si un adolescente lee este cuento o un adulto sin demasiada idea de la historia que inspira este cuento, podría sacar solo estos datos.

Uno ya sabe antes de leerlo que el cuerpo es el del Eva Perón—o Evita para los muchos que la recuerdan con afecto–

El coronel es un tal Eugenio Moori Koenig que—según un suplemento que editó el diario Clarín de Buenos Aires, el domingo 15 de abril del 2007—significa “”rey de la ciénaga””—tiene por lo visto un apellido acorde a sus hechos…

En ningún momento del escrito se cuenta que ese cuerpo es el de Evita.

Sólo se nombra lo del título: Esa mujer.

Como se la mencionaba después del derrocamiento de Perón, y como tampoco se podía decir el nombre de Perón.

Se lo llamaba “el tirano prófugo” o el “dictador depuesto”.

Por lo tanto si no se conoce el real nombre de “esa mujer”, quien era en realidad, la  historia que rodea el escrito,  se pierde todo.

Se cuenta que el cuerpo de Evita—de esa mujer— despareció en 1955 durante el golpe de estado llamado Revolución Libertadora, que llegó a bombardear la Playa de Mayo para disolver una manifestación, y a fusilar civiles sin juicio previo y sólo por capricho de un policía militar.

Este último hecho como se sabe dio origen a otro de los grandes libros de Walsh: Operación masacre.

El coronel se cuenta que tuvo el cadáver de Evita y lo mostraba a sus conocidos, tenía por lo visto incluso cierta parafilia sexual con el cuerpo, como  se relata en un diálogo que lo hacía el gallego que lo embalsamó.

El cuento relata estas palabras del coronel, oculta que él era igual:        “—se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver, la tocaba, la manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire—el coronel se mira los nudillos–, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no respetan ni la muerte.”

Se cuenta además de ciertos accidentes que tuvieron otros que tuvieron el cuerpo.

Uno de estos militares llegó a matar a su mujer embarazada.

Se perseguía con que la resistencia peronista lo seguía, y confundió a su mujer en la oscuridad.

Otro tuvo un accidente.

El coronel cuenta que le tiraron una bomba, que su hija quedó mal…

La resistencia peronista dejaba flores donde creía que estaba el cuerpo de Evita desparecido.

Desde 1955 hasta comienzos de los años de 1970, 1971 no se supo nada del cuerpo de Evita.

Esto presagia el poco respeto que han tenido luego por los cuerpos de los asesinados en la dictadura del 1976 a 1983.

Evita durante bastante tiempo fue  una desparecida.

Por lo que se sabe el coronel en el cuento miente.

Dice tener el cuerpo, saber donde está, pero no es cierto.

Se lo habían sacado, y lo depositaron en el exterior con un nombre falso.

Pero el coronel toma whisky en el relato, se emborracha y dice tener el cuerpo.

Se leen varias menciones en el cuento sobre la forma de beber del coronel:         “El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo,  con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente”.

Más  adelante se lee:      “El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método”.

Más adelante sigue:        “El coronel está de pie y bebe con coraje,  con exasperación…”

Y otra vez:       “El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.”

Y de nuevo:      “El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método”.

Toda una forma de destacar un rasgo de un militar que terminó alcohólico.

A todo esto se leen descripciones del departamento.

Cuenta que se ve el río, que hay un cartel de una publicidad de coca cola.

Los ruidos, los olores.

Se encuentran otras frases patéticas sobre lo que querían hacer con el cadáver, y una conclusión del coronel.       –“¿Qué querían hacer?”—pregunta el que lo entrevista, posiblemente el mismo Walsh, más allá de si el diálogo realmente existió, tiene su verosimilitud.

El coronel responde:       –“Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta basura tiene que oír uno!”

Y luego llega su casi tan vigente conclusión sobre buena parte de la historia argentina, desde el pasado hasta el presente:       “Este país  está cubierto de basura, uno no sabe de donde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote”.

El odio profundo del antiperonismo—cuenta Walsh en Operación masacre—desde un golpe de estado que compartía  para derrocar  a un gobierno peronista que violaba libertades individuales y la libertad de expresión, sin embargo ese odio y la persecución que sufrió finalmente el peronismo, junto a toda esa perversión represiva, opina Walsh, terminó por resaltar el recuerdo de Perón y de Evita.

Luego el cuento tiene una serie de descripciones sobre el cuerpo de Evita, como estaba, como la vieron.

El coronel cuenta:       “—Esa mujer—le oigo murmurar—. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla  mojada.”

Más adelante:       “–…ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe?.. Con todo, con todo…”

Y más abajo:       –“Para mí no es nada—dice el coronel—Yo estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dése cuenta.”.

Luego después  cuenta que le cortaron un dedo para identificar las huellas digitales, se lee:      “—La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo. Más tarde se lo pegamos.      

–¿Y?     

–Era ella. Esa mujer era ella.     

–¿Muy cambiada?     

–No, usted no me entiende. Igualita. Parecía que iba a hablar…”

El coronel espera quedar limpio, dice haber leído a Hegel, tener perspectiva histórica, haber estudiado filosofía y letras, estar interesado por el arte.

Según los escritos posteriores, se sabe que el cuerpo de Evita fue devuelto a Perón en el 71, por el general Lanusse.

Luego en la dictadura del 1976, algún almirante genocida conocido pensó en tirarlo al mar, como tiraron a tantos. Fiablemente lo devolvieron a su familia.

Evita está en la Recoleta, cementerio lujoso que no encaja demasiado con su historia…

RW/

Los oficios terrestres  

Ediciones De la Flor.