Lo que viene… Por Alberto Lettieri

 

Guste o disguste, los cambios que venían siendo un secreto a voces en los últimos días terminaron por concretarse. Como sucede desde hace un tiempo en nuestro país, el mercado los anticipó y un día antes los dólares alternativos comenzaron a bajar rápidamente y las acciones y bonos soberanos argentinos en dólares pegaron en salto, tanto aquí como en la bolsa de Wall Street.

La política, una vez más, fue a la rastra de la decisión corporativa. La designación de Sergio Massa como “superministro” significó un nuevo traspié para un Alberto Fernández al que el alineamiento de los planetas lo llevó a la Presidencia.
Marcela Losardo, Matías Kulfas y Martín Guzmán (entre muchos otros) podrían dar cuenta de la lógica con que se maneja el presidente. Ahora les tocó a Daniel Scioli, Silvina Batakis y Julián Domínguez. También a Gustavo Béliz, pero este jugaba en otra liga.
La duda que persiste es si Sergio Massa también será limado, como les tocó desde un principio al tucumano y al motonauta. Pero el caso del nuevo “Superministro”parece ser muy diferente, ya que no sólo cuenta con la bendición de los mercados, el sindicalismo, buena parte de los gobernadores peronistas y radicales, sino también con la entrañable amistad de su “amigo Horacio Rodríguez Larreta”. Por no mencionar la satisfacción del Departamento de Estado de los Estados Unidos con su designación.
Ahora sí, Alberto parece haber recibido un golpe mortal, aunque intentará a toda costa evitar ser un presidente testimonial. De los funcionarios “albertistas” sólo quedan Claudio Moroni, Miguel Ángel Pesce y Santiago Cafiero, quien convenientemente se apresuró a celebrar la llegada de Sergio Massa.
Cristina Fernández de Kirchner, por su parte, sumó a Carlos Castagneto en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Para Alberto sólo quedó un lugar acotado dentro de la estructura del poder real.
Pero la llegada de Massa al Gobierno implica un cambio mucho más drástico que el incremento de la incidencia corporativa y norteamericana en la economía argentina.

El ahora superministro nunca negó su admiración por Carlos Menem. Y esto podría dar un indicio de profundos cambios en el sistema de alianzas políticas y sociales.
Hasta ahora, Alberto Fernández era el que ejecutaba y se contradecía y Cristina pretendía auditar informal pero explícitamente esas decisiones. ¿Se animará a hacer lo mismo con Sergio Massa, sabiendo que no se trata de un monigote sin territorio, que vivió toda su vida de prestado?
El problema que se plantea es ¿Qué hacemos con Alberto Fernández? ¿Aceptará convertirse en una especie de fantasma, limitado a firmar las determinaciones ajenas?
La renuncia o una temporada en Ascochinga no son opciones evaluables, ya que ambas implicaría que Cristina se hiciera cargo del Ejecutivo, lo que no sería aceptado por el mercado ni por la Justicia. Mucho menos estaría dispuesta a cederle todo el poder a Massa.
Su pensamiento y su estrecha vinculación con el poder económico y la Embajada invitan a pensar en cambios drásticos. El equilibrio de fuerzas al interior del frente de todos parece desmentir –o condicionar- esta alternativa. Pero queda claro que el nuevo superministro hará todo lo que haya que hacer para conseguir los dólares que ya no están en las arcas del Banco Central de la República Argentina (BCRA).
Y estas decisiones, además de ganarle el favor de los radicales y de las “Palomas” de Propuesta Republicana (PRO), le sumarán al peronismo anticristinista o neomenemista. En la práctica, las dos coaliciones mayoritarias podrían volar por los aires rápidamente.

En caso de que Massa consiga consolidarse, ¿Cuál sería el futuro de Cristina y de Mauricio Macri? Y, de suceder lo contrario, ¿Cuál sería el futuro de Cristina y de Mauricio Macri?.
En este nuevo escenario de reformas y ajustes, se plantean dos preguntas clave. ¿Hasta cuándo mantendrá su silencio Cristina, en caso de que Massa avance en las reformas que dicta la ortodoxia, y cómo reaccionan las deshilachadas bases peronistas y los movimientos sociales? ¿Se implementará una política de contención hacia los segundos, y un acuerdo similar al de Carlos Menem con la burocracia sindical?
Al día de hoy, todo queda en suposiciones. El nuevo superministro prometió presentar las primeras medidas el próximo miércoles, dos días después de confirmar a sus colaboradores. A diferencia de la era de Alberto, claramente tiene un plan.
Massa sabe que es su última oportunidad de llegar a la presidencia. Con un éxito relativo podría revertir el 70 por ciento de imagen negativa. Señal de que el mercado va por un lado y la sociedad por otro, el “salvador” es el más favorecido por la opinión del establishment dentro del Frente de Todos (FdT), pero a la vez quien cuenta con la peor imagen negativa.
En su confrontación con el presidencialismo, la poliarquía viene ganando por goleada.

Alberto Lettieri