Una recorrida por stands colectivos y la gran oferta editorial argentina.


Editoriales que comparten distribuidoraotras que se juntan para solventar gastos y garantizar su presencia en la Feria del Libro y algunas que ya tienen un lugar establecido en forma conjunta, como Los siete logos o Todo libro es político, aportan espacios colectivos a esta gran cita cultural anual, diversificando las propuestas y alcances de los catálogos y visibilizando el gran abanico de producción que contempla el sector editorial argentino.

Compartir tareas de producción, distribución y difusión y formar red son aspectos que caracterizan a los hacedores de sellos independientes nacionales y en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires eso se puede advertir en los stands compartidos que año tras año se suman a la agenda editorial.

foto Raul Ferrari

/foto Raul Ferrari

La Sensación, por ejemplo, reúne libros de Mansalva, Blatt & Ríos y Caballo Negro y está ubicado justo enfrente de Blatt & Ríos distribuidora, que concentra textos de estos sellos pero también de Rosa Iceberg o de Marciana y que este año debuta en La Rural con espacio propio.

El poeta, editor e impulsor del sello y distribuidora Mariano Blatt, junto a Damián Ríos, cuenta a Télam que las editoriales del espacio tienen un público parecido y eso hace que quienes se acercan vayan en busca de títulos que ya tienen identificados o no concentren su compra en una editorial sino que sea variada.

«Las ventas son mejores a las de 2019, los fines de semana nos sorprenden porque estábamos más acostumbrados a un público que se concentraba en los días de semana, pero este año, y sobre todo el segundo sábado, hubo mucha gente», destaca Ríos entre consultas por las novedades del sello y advierte que si bien están exhibidos todos los catálogos, los pedidos se concentran en novedades como «La despoblación», novela de Marina Closs, y argumenta que esto se debe a que tienen «lectores muy intensivos que suelen estar atentos a lo último que se publica».

foto Raul Ferrari

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En otro de los pasillos del predio de La Rural se enfrentan La Coop, una distribuidora que concentra las propuestas de Alto Pogo, Añosluz, Audisea, Conejos, Espacio Hudson, Mágicas Naranjas, Santos Locos, Sorojchi, Clubcinco, Nudista, Fera, Llantén, Bajo la luna, El cuervo, Crack up y Hwarang. Justamente Nicolás Braessas, editor de este sello, que se dedica a la literatura peruana y nació en 2019, cuenta que «hay una retroalimentación de las temáticas, porque muchos de los que vienen por sus libros se cruzan con los de Bajo la luna, por ejemplo, sobre literatura peruana. Hay ventas cruzadas, compartidas».

Fedra Spinelli es poeta, lleva trabajadas muchas Ferias del Libro y ésta es la primera en la que encara su tarea desde el espacio de La Coop. Entre interrupciones por ventas y preguntas de los visitantes, relata que las editoriales que integran esta cooperativa, que también tiene librería en el barrio porteño de Almagro, se nutren de «complicidad y compañerismo, que implica también discusiones pero siempre buscando potenciar el trabajo colectivo».

En ese stand 625 del pabellón amarillo, después de las 18 editoras y editores de estos sellos se turnan para brindar con autoras y autores y para generar conversaciones con lectores que se acercan a buscar sus libros. «Acá le ponen el cuerpo a la Feria, cada sello tiene eso como prioridad».

Sus vecinos del espacio de Carbono tienen libros de los sellos que distribuyen, como Godot, Sigilo y Gourmet, pero también concentran las propuestas de La Parte Maldita, Maten al mensajero, Leteo y Entropía. Eleonora es quien está desde el inicio de esta edición 46 de la Feria abocada a atender al público en ese stand, es librera en Córdoba y como conoce los catálogos de estos sellos, conversa y asesora a los curiosos.

«La idea es que los que entran interesados por un libro o autor se puedan llevar un ejemplar, hacemos descuentos para eso.
Estamos convencidos de que la Feria es un espacio de visibilización que contagia y genera lecturas», resume mientras la interpelan por los precios de los libros de Gourmet Musical o se acercan con libros elegidos directamente sin pasar por preguntas ni consultas.

Esa práctica, la de ir directo a la caja a pagar con uno o varios títulos también se puede ver en Panorámica, el espacio en el que están los catálogos de Fiordo, Chai, Concreto, También el caracol, Abrecultura, Compañía Naviera Ilimitada y Odelia, o en Big Sur, el stand de la distribuidora que tiene su primera Feria con libros de algunos de los sellos de Panorámica pero también con trabajos de Raras Avis, Universidad Diego Portales, Tenemos las máquinas, Las Afueras Vinilo entre otras.

foto Raul Ferrari

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Con entusiasmo y alegría por las buenas ventas que vienen atravesando los días de la Feria en ese stand, Guido Cervetti cuenta que son un equipo grande al frente de ese espacio. «Estamos sorprendidos y muy contentos porque estamos acostumbrados a tratar con libreros y editores en nuestro día a día. La Feria nos está dando la posibilidad de contactarnos con los lectores directamente».

Sobre la diversidad de sellos y el impacto en quienes se acercan, Cervetti cuenta que, en muchos casos, las compras se componen de libros infantiles (tienen catálogos de Limonero y Ralenti entre otros) y textos de sellos con propuestas para otras edades pero no duda en aseverar que las propuestas para los más chicos son las más vendidas.

Si de espacios colectivos se trata, Los siete logos es una marca de la Feria, que se instauró en 2010 y en la que se pueden encontrar títulos de Eterna Cadencia, Katz, Mardulce, Caja Negra, Beatriz Viterbo y Criatura, y este año, debido al gran flujo de ventas y visitantes, tuvo que contratar más personal en la primera semana de Feria.

En el stand 1920 del pabellón Amarillo las mesas están organizadas en ficción o ensayo y cada una tiene mezclados títulos de las editoriales del espacio, en el que entre lo más consultado están los trabajos de Mark Fisher, Olga Orozco y Ariana Harwicz, pero eso va variando, explican los libreros.

foto Raul Ferrari

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Muy cerca, en el stand 1916, los editores de Todo libro es político, un espacio que expone libros de La Cebra, Documenta Escénica, Hekht, Tinta Limón, Milena Caserola, Tren en movimiento, Traficantes de sueños, Cuenco de plata, Cactus y Pupek, celebran la cantidad de asistentes y coinciden con los expositores que tuvieron como día de mayor afluencia de público el sábado último.

Este año, en el espacio que ocupan en una de las esquinas del pabellón, la consigna es «¿Cuánto vale un río? ¿Y un libro?», antes, hace dos ediciones interpelaban con la frase «Liquidación por cierre», llamando la atención sobre la deriva restrictiva que el contexto económico ponía sobre el acceso al libro, así como las prácticas de editoriales independientes.

La consigna de este año, que como siempre, se transforma en bandera del stand, intenta dar cuenta de «la suba descontrolada del precio del papel, la producción de cantidades exorbitantes de libros que luego de seis meses van a destrucción, la impresión en donde sea que valga menos aunque eso implique que el libro viaje desde China a Buenos Aires, el cierre de imprentas locales, la venta de libros que no se podrán reimprimir porque el precio de producción es altísimo», como aspectos que atraviesan las condiciones de producción editorial en esta coyuntura.

foto Raul Ferrari

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