Entre sus numerosos ensayos y antologías sobre literatura y teatro se encuentran «Asesinos de papel» y «Cuentos policiales argentinos». Falleció a los 86 años en una clínica porteña como consecuencia de una descompensación.
El periodista, editor y crítico literario Jorge Lafforgue, dedicado durante décadas a la enseñanza de literatura latinoamericana y al periodismo cultural pero además autor de numerosos ensayos y antologías sobre literatura y teatro entre los que se cuentan «Asesinos de papel» y «Cuentos policiales argentinos», falleció a los 86 años en una clínica porteña como consecuencia de una descompensación.
«Con profundo pesar comunicamos el fallecimiento de Jorge Lafforgue, destacado y querido profesor Emérito e investigador con 35 años de trayectoria en nuestra casa de estudios» escribieron desde la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, donde desde1987 era docente de las cátedras de Literatura Latinoamericana I y II, y de la asignatura Taller de Lectura y Escritura.
Lafforgue había nacido en Esquel el 28 de noviembre de 1935 y tras egresar de la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires dedicó toda su vida al estudio, la docencia universitaria, la edición y la investigación de la literatura latinoamericana y argentina, consolidándose como referente ineludible del campo literario.
Su desembarco en el periodismo se produjo en la década del 50 en Imago Mundi, una publicación dirigida por José Luis Romero, y más tarde se desempeñó como fue jefe de redacción de la Revista de la Universidad de Buenos Aires. Fue también redactor, columnista, prosecretario y jefe de sección en Siete Días, Panorama y La Opinión.
En paralelo al periodismo, se destacó como director de colecciones, asesor literario y jefe de producción en varias editoriales. Su labor como editor incluye el mítico Centro Editor de América Latina, así como los sellos Losada, Legasa y Alianza, desde donde dio a conocer la obra de autores como José Pablo Feinmann, Guillermo Saccomanno, Daniel Moyano, Luis Gusmán, Rodolfo Rabanal, Jorge Asís, Liliana Heker, Juan Sasturain, Tomás Eloy Martínez, Mempo, Giardinelli, Eliseo Verón, Juan José Sebreli, Rogelio García Lupo, Aníbal Ford, Pedro Orgambide, Liliana Heer y Guillermo Martínez, entre otros.
Durante varios años se dedicó a recopilar «los mejores ensayos argentinos» con la idea de rastrear las claves del pensamiento nacional. Condensó su investigación en el volumen «Explicar la Argentina», que propone un recorrido por pensadores como Domingo Sarmiento, Esteban Echeverría, Mariano Moreno, Arturo Jauretche, Bartolomé Mitre, Jorge Luis Borges o Ezequiel Martínez Estrada.
Fue autor también de «Cartografía personal», un volumen híbrido en el que conviven entrevistas a Pablo Neruda, Borges y Jorge Amado conviven con ensayos sobre el boom de los sesenta o estrategias de los escritores para salvaguardar su oficio bajo la dictadura, así como estudios críticos, rescates testimoniales y apuntes para trazar un panorama de la producción literaria de la segunda mitad del siglo XX.
Lafforgue solía descreer de la clasificación de «crítico literario», una categoría que asumía como una carga molesta que nadie quiere asumir como propia. «Cabría preguntarse por la entidad misma de la crítica literaria, y si alguien puede asumirse hoy plenamente como portavoz indubitable de la misma; decir ‘soy crítico literario’. Tal vez sí, porque los tontos y los presumidos abundan», aseguraba en una entrevista concedida a la revista Nómada en 2008.
A lo largo de su vida publicó obras como «Asesinos de papel. Ensayos sobre narrativa policial» (en colaboración con Jorge B. Rivera, en 1977), «Proyecciones de la narrativa argentina contemporánea» e innumerables trabajos sobre Arguedas, Marechal, Monterroso, Neruda, Quiroga, Skármeta y Walsh, entre otros.
Entre sus textos se destacan también «Florencio Sánchez» (1967), «Nueva novela latinoamericana»(1969), «El teatro del siglo XX» (con Eduardo Romano, 1978), «Cuentos policiales argentinos» (1997), «Historias de caudillos argentinos» (1999), y «Textos de y sobre Rodolfo Walsh» (2000).
«Durante muchos años, dudé al tener que llenar el casillero correspondiente a “profesión” en las boletas de vuelo o similares: ¿periodista, profesor, editor, escritor o… todo terreno? Finalmente opté por “periodista”. Aunque con un dejo de envidia a menudo he recordado a algunos grandes escritores norteamericanos que se vanagloriaban de haber sido lavacopas, camioneros, marinos o haber cumplido otras tareas otras tareas alejadas, o, a primera vista, incompatibles con la suya específica. No es mi caso, pues todos mis trabajos se han circunscripto al campo intelectual», aseguró alguna vez.