La UCR siembra para dejar de ser furgón de cola del PRO. Triunfos provinciales, aporte PBA y aspiraciones nacionales. Reset frentista e internismo. Plan 2023.
Por Damián Belastegui
Reverdecer, resurrección, protagonismo, ponerse de pie, salir a la cancha y más. Las metáforas desfilan con inagotable acento épico en boca de las principales figuras de la Unión Cívica Radical (UCR) a la hora de etiquetar el anuario partidario 2021. Enumeran: reelecciones con triunfos contundentes en Jujuy y Corrientes, concurrida interna partidaria en la provincia de Buenos Aires, PASO competitiva en la madre de todas las batallas, victoria en Santa Fe, actos de liturgia alfonsinista y figuras con apetencias presidenciables que piden pista.
A dos décadas del trágico final del experimento de la Alianza, el radicalismo se amparó en la autodefinición de socio secundario de un frente legislativo (“no de gobierno”, subrayan) para desprenderse de las densas manchas que dejó el paso de Cambiemos en el poder.
Con las turbulencias del macrismo aún resonando en los tímpanos de la sociedad, la UCR planteó la necesidad y vio la oportunidad de reconvertir el esquema de mando frentista, a priori desde un plano de igualdad, pero con perspectivas de liderar en 2023. Para eso, tenía que sembrar en 2021.
Desde la aridez del desierto posterior a la debacle delarruísta –con el 2,34% de las presidenciales de 2003 como ícono-, el partido centenario se replegó en vertientes municipales y (en menor medida) provinciales de poder territorial. La arquitectura política parida por Ernesto Sanz y compañía en Gualeguaychú 2014 logró anabolizar esos mojones e incluso multiplicarlos, pero bajo una sombra amarilla en la estructura nacional. Ahora, hay boinas blancas que no dudan de que en dos años presentarán, para las próximas presidenciales, una oferta nacional (“competitiva”, aclaran quienes recuerdan las Primarias 2015).
“Somos varios los dirigentes que tenemos expectativas para 2023”, aclaró Gerardo Morales a Letra P en medio del acto que el radicalismo de la provincia de Buenos Aires realizó en Ferro para ponerle el traje de presidenciable a Facundo Manes. El neurólogo fue el ancho de espadas del oficialismo partidario bonaerense, que, ya a comienzos de año, con la interna de marzo, jugó fuerte con Maximiliano Abad como candidato a presidir el Comité Provincia, llevando a Gastón Manes (hermano y armador político de Facundo) como convencional y el neurocientífico dando los primeros indicios hacia las legislativas.
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El triunfo de Abad sobre Gustavo Posse fue uno de los factores determinantes para la definición del neurólogo, quien, de todas formas, recibió el clamor del pleno de la cúpula radical para que diera el sí. En su intentona por el Comité bonaerense, Posse había contado con el acompañamiento de Martín Lousteau, quien, jugando internamente como lo hizo en Córdoba, logró anclar referentes de Evolución por fuera de la jurisdicción porteña y moldear, por ende, un armado nacional.
Ese muñequeo del exministro de Economía de CFK hizo dar vuelta la página de la interna bonaerense y acercó posiciones con el oficialismo partidario, con Manes como puente. Así, pudo anotar tropa propia en lugares de acceso en el plano bonaerense, pero pronto hizo un nuevo movimiento: Lousteau fue el único ausente fuerte del acto de Ferro y, tras las elecciones, promovió una “renovación” en la conducción del bloque de la UCR en la Cámara baja nacional (al comando de Mario Negri) que puso de manifiesto una disputa de poder interno y desembocó en la creación de la bancada de Evolución, con Rodrigo de Loredo al frente.
A pesar de las turbulencias de cara a la elección de autoridades del Comité Nacional, la sangre no llegó al río y el porteño acordó sumarse a la mesa de conducción liderada por Morales, quien, en la primera mitad del año, logró la reelección por casi 30 puntos de diferencia. Con ese triunfo fresco en el tiempo y su perfil altisonante para lanzar dardos al presidenciable PRO Horacio Rodríguez Larreta, en su vuelta al mando del timón radical el jujeño pobló con remeras que no dejaban lugar a dobles lecturas: “#GM 2023”.
«Hay que generar una alternativa de poder que tiene que venir del interior, ser federal y, fundamentalmente, venir del norte», postuló días atrás a Letra P el gobernador correntino, Gustavo Valdés, uno de los grandes ganadores de este año por ser reelecto con el 76% de los votos, cifra récord que hace que algunos lo pongan en la carrera futura. También se anotó un triunfo en la Juventud Radical, donde la correntina Valeria Pavón logró desbancar al sector de Cantera Popular (que integra Evolución), no sin fuertes cruces.
Sin embargo, a diferencia del jujeño, Valdés por ahora no pone sus iniciales adosadas al año de las presidenciales. “Primero tenemos que construir la alternativa de poder y después, mandar a imprimir las remeras”, advirtió.
De esa construcción también habla Manes: “En 2023 quiero pertenecer a un proyecto colectivo y no me importa en qué rol esté», aseguró a Letra P en plena campaña hacia las PASO, donde obtuvo una derrota con sabor a triunfo: cosechó más de 1.200.000 votos. Con eso, la UCR se reposicionó en el determinante mapa político bonaerense, al robustecer su presencia en la Legislatura y sembrar para 2023 en varios distritos que hoy no maneja.
Como outsider con paladar militante de antaño, apenas dio el paso, Manes esculpió un aparato discursivo en el que se erigió como ejemplo vivo de una movilidad social ascendente que asegura perdida pero que promete reestablecer.
Con tono propositivo y la revolución del conocimiento como bandera, hoy sigue buceando, baquiano, en el sistema nervioso central de la clase media que reniega de las riñas políticas. Así, se corrió del fuego cruzado por la ruptura del bloque radical y los ruidos previos a la unidad por el Comité nacional. De hecho, ese viernes estuvo en Rosario visitando a su amigo Pablo Javkin.
Meses antes, también había estado en territorio santafesino para acompañar a otra outsider que adoptó el radicalismo: Carolina Losada, que aportó uno de los triunfos más resonantes del año electoral para el partido, suficiente para quedarse con la vicepresidencia del Senado, desplazando a Lousteau en medio de un fragor internista que menguó con la fumata roja del Comité Nacional pero que promete reactivarse a medida que las aspiraciones de las distintas figuras empiecen a escalar con la aproximación del decisivo 2023.
En voz baja, siguen flotando acusaciones cruzadas: de un lado cuestionan la foto inmediata de Morales con el expresidente Mauricio Macri, al día siguiente de asumir al frente de la UCR. Del otro, insisten en ligar a Horacio Rodríguez Larreta con los movimientos de Evolución. Así, sigue omnipresente el socio PRO, ese al que, de forma unánime, todo el arco radical promete desafiar (“si hay que ir a las PASO, se irá”, recalcan) para liderar la alternativa de Juntos por el Cambio en dos años. Para eso, también coinciden en que 2021 fue un buen piso para ese reposicionamiento.