Enrique Santos Discépolo: el cronista de una época.

Actor, autor y compositor de grandes piezas como «Yira, yira», «Uno», «Cambalache» y «Cafetín de Buenos Aires», logró fusionar su pasión por la actuación con la música popular.  Por Belén Canonico

Nacido el 27 de marzo de 1901 en el barrio porteño de Balvanera, tuvo una infancia complicada. Tras la muerte de sus padres, quedó al cuidado de unos tíos y luego, de su hermano Armando, 14 años mayor, que ya era un destacado dramaturgo y director teatral. Se movía en un ambiente intelectual, en el que casi no tenía contacto con la música popular y en el teatro encontró su vocación.

Su hermano lo ayudó a iniciar su carrera como actor en 1917 y un año más tarde, escribió sus primeras obras: El señor cura, El hombre solo y Día feriado.

En uno de los tantos espectáculos en los que trabajó, a los 27 años conoció a la actriz Tania, de quien se enamoró profundamente, y a raíz de esta relación comenzó a frecuentar la noche porteña, los cabarets y se encuentra con el tango, que le daría un inesperado giro a su carrera.

Discépolo, que toda la vida había soñado con ser autor, actor y escritor, volcó su capacidad teatral al tango y fusionó sus pasiones en canciones que hicieron la diferencia en el género. Sus primeros temas fueron «Bizcochito» (1925) y «Qué vachaché» (1926), pero recién en 1928 cosechó su primer éxito de la mano de «Esta noche me emborracho», una canción con la que dejó al descubierto su habilidad de plasmar monólogos o pequeñas escenas teatrales de humor en su música, a la que le siguieron «Chorra», «Malevaje», «Soy un arlequín» y «Yira, yira», a la que definió como “una canción de soledad y desesperanza” que retrató a la decadencia argentina de la década del treinta.

Su conciencia social ante la crisis lo impulsó como un gran compositor, pero Discépolo siguió insistiendo con el cine y en 1935 fue convocado por Mario Soffici para crear la banda de sonido de la película El alma del bandoneón, de la que surgió «Cambalache». Y luego de las repercusiones que tuvo ese tango que es uno de los más populares, decidió salir de gira por Europa con Tania y su orquesta.

A fines de la década, se vuelca de lleno al cine como director y argumentista. Dirigió Cuatro corazones (1939),  Un señor mucamo (1940), Caprichosa y millonaria (1940), En la luz de una estrella (1941), Fantasmas en Buenos Aires (1942) y Cándida, la mujer del año (1943).

Muchos de sus temas habían sido censurados por el uso del lenguaje lunfardo y la referencia a la prostitución, el consumo de alcohol y expresiones que eran consideradas “inmorales”, pero en 1949 Juan Domingo Perón logró que volvieran a sonar en la radio.

Su amistad con Perón y Eva Duarte y su adhesión al peronismo alcanzó   su mayor clímax  con su inefable personaje «Mordisquito». Por supuesto su adhesión al gobierno le sumo popularidad y el amor del pueblo pero lo enemistó  con muchas de sus viejas relaciones ligadas a la intelectualidad de la época.

En esta nueva etapa  deja atrás su visión pesimista de la realidad argentina, dejó las críticas al mundo para enfocarse en el amor haciendo dupla con el pianista Mariano Mores, junto a quien compuso grandes tangos : «Uno», «Si yo tuviera un corazón» y «Cafetín de Buenos Aires», su última canción.

Era tan grande la popularidad de Enrique Santos Discépolo que el mismo Perón llego a decir habían ganado las elecciones  presidenciales gracias al voto femenino y a «Mordisquito».

Enfermo de cáncer  y muy deprimido muere meses después de esa elecciones, el 23 de diciembre de 1951

Dejó varios tangos inconclusos, entre ellos «Fangal», que lo completaron años más tarde los hermanos Homero y Virgilio Expósito.

NR