La Comisión Europea dará durante las próximas semanas el primer paso para el fin de un tabú que lleva condicionando desde hace décadas la política energética europea: el de la energía nuclear como una energía sucia y peligrosa. Tal y como informa hoy EL ESPAÑOL, la Comisión, presidida por Ursula von der Leyen, clasificará en breve como inversión verde la construcción de centrales nucleares.

La decisión, forzada por el auge de los precios de la luz en la Unión Europea, hará que las inversiones en centrales nucleares sean de nuevo rentables. La medida, apoyada por Francia y rechazada por Alemania, implica un giro de 180 grados en la política energética europea y el fin de la demonización de la energía nuclear.

A raíz de ese accidente muchos países congelaron sus proyectos nucleares. Alemania, la nación más antinuclear del planeta por la potencia de sus organizaciones y partidos ecologistas, decidió el cierre de todas sus centrales para 2022.

La decisión alemana condicionó así una política energética europea voluntarista, pero utópica, que lo fiaba todo a las renovables (la solar, la hidráulica y la eólica) y que España siguió a rajatabla.

El nuestro es, de hecho, el único país de la UE que rechaza, junto con Alemania, Dinamarca, Luxemburgo y Austria, la energía nuclear. Francia, los países del Este, Holanda, Suecia y Finlandia la apoyan con claridad. Italia, Irlanda y Grecia dudan, pero se inclinan por el sí.

La medida, en definitiva, tiene muchas posibilidades de salir adelante.

Energía limpia

La energía nuclear no es una fuente renovable, pero sí una energía limpia dado que no produce emisiones de efecto invernadero. La nuclear es, además, una forma de energía estable y segura, lo que la hace más fiable que las renovables.

El tabú contra la energía nuclear, fuertemente concentrado en el electorado y los partidos de izquierdas, dista mucho de ser un tabú universal. China, por ejemplo, ha planeado la construcción de 150 nuevas centrales nucleares a lo largo de los siguientes 15 años. Más que el resto de los países del mundo durante los últimos 35 años.

El gobierno chino, además, se dispone a ensayar un reactor nuclear basado en torio. En este tipo de reactores se sustituye el agua por sal fundida y la energía producida es más segura y económica, reduciendo la cantidad de desechos nucleares. El torio es, además, un material mucho más abundante que el uranio.

Emisiones cero en 2050

De la hipocresía ideológica respecto a esta forma de energía da fe la noticia de que el 70% de la energía consumida durante la COP26 de Glasgow tenía origen nuclear. La evidencia de que la eólica y la solar son insuficientes por sí solas para garantizar el suministro energético que necesita una economía desarrollada ha acabado por romper el tabú que pesaba sobre muchos países europeos.

Aunque la decisión de construir o no centrales nucleares dependerá de cada gobierno, su clasificación como energía verde permitirá que el sector privado invierta entre 175.000 y 290.000 millones de euros durante las próximas décadas. El dinero que la UE calcula necesario para alcanzar el objetivo de emisiones cero en 2050.

Los residuos continúan siendo, es cierto, el principal de los argumentos en contra de las nucleares, pero la tecnología permite ya un tratamiento razonablemente seguro de estos. Y ni siquiera las energías renovables son inmunes a ese argumento: los aerogeneradores de la eólica son difícilmente reciclables, los campos solares devastan el suelo sobre el que se construyen y ambos tienen un innegable impacto paisajístico.

Los gobiernos deben descabalgarse de sus prejuicios ideológicos y reconocer la realidad: ni las energías renovables son suficientes, ni la dependencia energética de países como Rusia o Argelia es sostenible a largo plazo, ni la nuclear es esa energía impura que la izquierda radical lleva satanizando desde los años 70.

Es hora de abrirse a la energía nuclear.