OFELIA, LA MOLESTA

La legisladora porteña del Frente de Todos, Ofelia Fernández, participó como invitada del espacio Universidad de Otoño, un foro de debate y discusión que organizan las fuerzas españolas Podemos y el Instituto 25 M, la fundación dirigida por Juan Carlos Monedero.El fin de este encuentro, que se desarrolló del 7 al 10 de octubre en Rivas Vacia Madrid, y que por la pandemia no se realizaba desde el año 2018, tuvo su centralidad en el relanzamiento del proyecto político de cara a las próximas elecciones generales en el país ibérico.

 

Por Beatriz Chisleanschi


Los cuatro días de intensa jornada contaron con la palabra entre otrxs del líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, el portavoz de Podemos en el Congreso, Pablo Echenique; la líder de los “comunes” en el Parlamento catalán, Jessica Albiach o la magistrada y delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell. Del cierre participaron el ex vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, la presidenta del Parlamento Europeo, Idoia Villanueva, el fundador de Podemos y ex vicepresidente segundo, Pablo Iglesias y Ofelia Fernández quien fue aplaudida de pie y a rabiar al terminar su intervención.

 

Hasta aquí todo normal, un encuentro de una fuerza de izquierda que pretende incidir en la transformación de la vida española y la invitación a cuadros políticos de otros países.

Unión Republicana se presenta como una corriente interna del PRO. A favor del capitalismo y el libre mercado.

Sin embargo, esa participación no fue gratuita para la legisladora porteña quien recibió ataques mediáticos y a través de las redes sociales, especialmente la del pajarito. Mientras que los mensajes provenientes de España mostraban asombro y deslumbramiento por las conceptualizaciones de Fernández: “Locas nos hemos quedado los vellos como escarpias” o preguntar  “¿quién esa monstrua?”, de este lado del océano se convirtió en Trending Topic por acusarla de utilizar plata de lxs argentinxs para viajar, de alojarse en un hotel perteneciente a una de las cadenas más caras, de profesar una ideología que se contradice con el viaje que hizo, entre otras sandeces, o aún peor, críticas a su cuerpo y su vestimenta. Blasfemias que, como siempre, tienen su germen en el periodismo (in) dependiente.

 

“De lo que se trata, de hartarnos de que la ganancia del 1% valga más que la vida del 99%. Cuando parece que perdemos votos, estamos ganando derechos. Porque nuestras pretensiones no son vivir de la política, sino avanzar hacia las libertades de los que vienen después de nosotros” -expresó Ofelia Fernández en un momento de su intervención. Y cerró, en medio de una ovación “la historia no empieza ni termina con nosotros. La historia fue y es una pesadilla pero entonces hay que cambiarla y saber que estamos a tiempo de despertar.”

Ofelia Fernández molesta, como le pueden molestar al poder todxs lxs Ofelias Fernández que expresen las ideas, el pensamiento o el feminismo que ella profesa y más aún, si se enfrenta a quien sea con locuacidad, descaro y sin miramientos ni temores.

Una molestia encarnada en un odio extremo, inescrupuloso, capaz de desbordar todo  límite. Al respecto, y refiriéndose a la legisladora más joven del mundo, señaló el actor y titular de Sagai, Pablo Echarri, en su cuenta de Twitter: “El odio conservador que despierta Ofelia es directamente proporcional a la impotencia que les causa su implacable discurso. No hay mas armas para intentar combatir a semejante nivel de solidez, que el odio mas estúpido e irracional.”.

El odio, como expresó Echarri, es esencialmente irracional, como se señalara  en nota anterior en esta misma Revista “…no entiende de argumentos ni de diálogo, sale de las entrañas. Lxs odiadorxs odian, sin más, sin posibilidad de vuelta atrás.” (https://revistappv.com.ar/entre-el-odio-y-el-amor-hay-un-abismo/).

En los `50 el odio alcanzó su máxima expresión primero con las pintadas callejeras que exclamaban “Viva el cáncer” en clara alusión a la enfermedad que se estaba llevando la vida de Eva Perón y luego con el bombardeo a Plaza de Mayo que terminó con un saldo de más de 300 muertos. Ese mismo odio se corporizó en los años `70 en terrorismo de estado, torturas y desapariciones. Era necesario acallar voces, enterrar ideologías, dejar todo como una tabla rasa para, desde ahí, construir un país con una economía a favor de unxs pocxs y en detrimento de muchxs.

Así como el Lawfere, las desapariciones físicas de ayer se convirtieron en los ataques mediáticos y por medio de las redes sociales, de hoy. El objetivo es el mismo, advertirles a quienes pretenden ejercer una militancia a favor de un mundo más equitativo en términos sociales, culturales y de género que la pueden pasar mal, que conviene estar calladx, que pensar daña y que es mejor obedecer.

La cultura no escapa a las manifestaciones de odio, en el año 2004 la sociedad argentina tuvo que privarse de ver las obras que el artista León Ferrari expuso en el Centro Cultural Recoleta debido a las denuncias realizadas por lo más reaccionario de la Iglesia Católica y sectores ligados a la dictadura. Días pasados, esa misma Iglesia junto a la Corporación de Abogados Católicos es la que motorizó el abucheo a la actriz Mercedes Moran luego que terminara su oratoria Theodora en el Teatro Colón y realizó comunicados de denuncia contra la puesta en escena de la obra que un momento de su pasaje transmitía el pensamiento de la feminista argentina y directora de la Asociación Internacional de Teología Queer, Marcella Althaus-Reid.

Más, no hay misoginia ni odio que pueda con el “aquelarre” que desde hace 35 años reúne a las mujeres en un Encuentro Nacional. El correspondiente a este 2021 se llevó a cabo el pasado fin de semana en más de 14 ciudades del país de manera presencial y simultánea.

La agenda de actividades fue la que definieron las organizadoras en cada ciudad, pero todas finalizaron con la tradicional marcha que tuvo su epicentro en el Congreso de Buenos Aires mientras se empezó a pensar en San Luis 2022.

Quieren destruir a Ofelia Fernández, pero no pudieron antes y no pueden ahora. Día a día nacen una, dos, cientos, miles de Ofelia Fernández que luchan para cambiar la historia porque saben que estamos a tiempo de despertar.