El poderío representativo macrista se diluye sin prisa pero sin pausa. Su empecinamiento opositor genera fastidio social. Apela a resabios autoritarios que subyacen en la sociedad argentina pero están en franca minoría a la hora de votar.
Tulio Halperín Donghi, distinguido historiador, tituló a uno de sus libros sobre el peronismo “La larga agonía de la Argentina peronista”, algo que por lo visto no se ha producido.
El macrismo no es lo que parece. Más vale, como decía Mao acerca de EEUU en plena guerra fría, es un tigre de papel. Acentuando su indiferencia al poderío militar yanki y la seguridad puesta en sus propias fuerzas más poderosas que las meramente bélicas.
El macrismo está diluyendo su poderío representativo sin prisa pero sin pausa. Genera demasiado fastidio social su empecinamiento opositor, que se visualiza ante todas las iniciativas del gobierno de los Fernández, sean estas afines con la realidad o adversas a su ideario político. En este último caso, las rechaza pero no las debate, como si no tuviese otro argumento que el de negarse, tanto a su consideración como a aportar argumentos valederos.
El macrismo está permanentemente “orejeando” el padrón y sus conclusiones pasan por el pensamiento reaccionario de algunos sectores de derecha de la sociedad que verán con simpatía sus posturas recalcitrantes, del tipo del gatillo fácil, la reforma laboral o paralizar el Congreso nacional por negarse a sesionar de manera remota en plena pandemia. Si el peronismo estuviese en esa posición, se remarcaría el epíteto de “populista” con que la derecha lo adocena y pretende denigrar.
El tema del aborto ilustra bastante bien lo que decimos. Hace dos años fue Cambiemos quien hizo suyo un proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, pero después, cuando lo trató el Congreso, muchos de sus legisladores votaron en contra. El propio Macri dio la espalda al proyecto.
En este segundo intento, esta vez del actual oficialismo, olvidando de donde provino aquella primera, ya son mayoría en el bloque quienes han anunciado que votarán en contra. Suponen que en la sociedad hay un número considerable de ciudadanxs que se oponen al proyecto y deducen de ello que estarán de su lado en el momento de una elección general.
El aborto es un indicador claro de la búsqueda de adhesión por reciprocidad, no por análisis serio de la medida. Practicar la política como marketing, aliena de la realidad social.
Otro indicador ilustrativo de esa actitud, está en el área de la seguridad ciudadana. El gatillo fácil ha sido primero encubierto y luego ponderado por Macri, en la esperanza de que esa ostentosa actitud hostil contra los valores de muchos, atraiga a los sectores sociales amantes de la “mano dura” contra la delincuencia. Nunca una idea superadora, por el contrario, siempre complacientes con la transgresión y desmesurados en la represión.
Es evidente que la apuesta está colocada en la aplicación de un programa que consulta los resabios autoritarios que subyacen en la sociedad argentina, en franca minoría a la hora de votar, pero que al macrismo le permitió instalarse como oferta electoral.
Pero las fake news tanto como las lawfare tienen un límite. Armas destructivas si las hay, pero predilectas del programa político del macrismo que las aplica. Su límite es el ejercicio democrático del voto popular sin fraude.
Frente a esa instancia está claro que las exigencias proselitistas de la derecha deberán superar su inoperancia para el debate y su contumacia opositora enquistada en el odio al peronismo, al ejercicio de la política y a su desconfianza de la justicia, sobre todo cuando esta considera los propios desvíos de su organización y de sus dirigentes.
Osvaldo Pellin
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