A MODO DE PRESENTACION

El 2020 no ha sido fácil. El advenimiento de la pandemia provocada por el Covid-19, no sólo ha arrojado un saldo impresionante de víctimas, sino que además, ha colocado en rojo a las economías de los países de todo el mundo.
Por supuesto, la Argentina no escapa a esa regla general, con el agravante de que tuvimos que padecer cuatro años de un nuevo experimento neoliberal (2015-2019), que causó en nuestra economía, estragos nunca vistos antes. En ese contexto, este primer año de gobierno del Frente de Todos –encabezado por el Presidente Alberto Fernández- se ha visto atravesado por dificultades de diversa índole.
La decisión temprana de dictar la cuarentena en el marco de la pandemia fue, sin dudas, acertada y bien fundamentada. Nos permitió adecuar un sistema de salud que había sido arrasado por el gobierno de Mauricio Macri, al punto de que su gestión y administración, tuvo apenas el rango de Secretaría, lo cual se tradujo en una desfinanciación severa.
El cese obligatorio de algunas actividades, produjo una marcada retracción de la economía, razón por la cual el gobierno –con la sensibilidad necesaria- derivó una importante cantidad de recursos fiscales, para la atención no sólo de los sectores más vulnerables de la sociedad, sino también de quienes aún teniendo trabajo formal, se vieron afectados en la realización de sus tareas y en la consecuente percepción de su salario. Así se generaron dos herramientas que, aún analizadas críticamente, fueron fundamentales para atravesar los últimos meses: el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) y la ATP (Asistencia al Trabajo y la Producción). Alcanza? Tal vez no. Pero en un país arrasado por el neoliberalismo y en el que además “mueren todas las teorías” (CFK, dixit), es muy posible que nada alcance.
Se negoció con buen criterio la desastrosa deuda externa contraída por Macri con bonistas privados y se llegó a un acuerdo que nos permite oxigenar la economía hasta 2024. No es menor. Hay posibilidades de potenciar la inversión pública y apuntalar la demanda que traccione la inversión privada.
Pero claro: el juego de la Democracia le asigna un rol a lo que se denomina oposición política. Y eso, no por previsible, es menos complicado. Sobre todo, cuando esa oposición tiene componentes que exceden y en un mucho, el marco de los partidos tradicionales. Por un lado, tenemos la representación parlamentaria de la alianza Juntos por el Cambio, cuya dirigencia no admite haber sido derrotada tras sólo un período de gobierno. Por otro lado, tenemos a los poderes fácticos (los medios hegemónicos concentrados, los sectores exportadores encabezados por el agro y las mineras y el ámbito de los especuladores financieros) que tampoco se resignan a la caída estrepitosa de la apuesta que hicieron en 2015, cuyo mascarón de proa fue Mauricio Macri. Y finalmente, un Poder Judicial colonizado por lo peorcito de ese espacio y atravesado por la conducta delictual de quienes conformaron la ex AFI, es decir, los servicios de inteligencia del Estado. Todos ellos configuran la oposición. Tienen demasiado poder y una capacidad de daño que nunca dudan en utilizar.
Así comenzaron a agitar marchas anticuarentena en el Obelisco y las principales ciudades del país. Rodearon la casa de gobierno con la policía de la provincia de Buenos Aires, munida de sus vehículos y pertrechos. Iniciaron una corrida cambiaria intentando forzar una devaluación que hasta hoy, el gobierno resiste. Así estamos.
En este contexto, se avizora lo que llamamos la pospandemia y en ese horizonte, una nueva batalla. Vacuna mediante, para el 2021 se prevé una normalización de la actividad y como lógica consecuencia, un rebote económico. Quién hegemoniza ese resultado? El gobierno que administra el Estado en representación del Pueblo que lo eligió? O los poderes fácticos con sus socios opositores?
Ante la inminencia del conflicto, es que nos proponemos esta herramienta informativa. No somos independientes. Sabemos de qué lado estamos. Por otro lado, la independencia del periodismo no existe.
Apostamos a que la Argentina se ponga de pie, tal como lo propone el actual gobierno. La producción y el trabajo, aún con serias dificultades, están dando algunas señales y de ello nos haremos eco.
Pero tampoco seremos obsecuentes, porque allí, en la obsecuencia, necesariamente germina la traición.
Aquí estamos. Con el único propósito de trabajar por una Argentina Justa, Libre y Soberana.

Autor/a

Mario Diéguez